Mientras viaja, Martín Pueyrredón protagoniza Plan C-14 II, un documental sobre su viaje en bicicleta a las vías por donde pasa el Tren de las Nubes. «Es una película en honor a mi amigo que se me murió», apuntó el fanático del Padre Chifri.
“Martín Honorio Pueyrredón se crió en el campo, se recibió de ingeniero industrial en la Universidad de Buenos Aires, fue fumigador en Nueva York, limpió casas en San Francisco y se jubiló este verano después de 25 años”, resalta una larga nota con que el portal Infobae dio a conocer la aventura de este hombre de 85 años que también filma un documental: Plan C-14 II.
Dura 48 minutos y es el resultado de una odisea que le llevó ocho días. «Sabíamos que Martín se nos podía morir en cualquier momento del viaje. Era una responsabilidad enorme», apuntó Nico Muñoz, director del documental. «Nos hizo pegar varios sustos. El primer día, lo encontré tirado al costado del camino, todo despatarrado y la bici a un lado. ¡Ya está! ¡Se nos murió el viejo!, pensé. Pero se había acostado a dormir un rato… Además, en San Antonio de los Cobres tuvimos que ir a una salita para que le den oxígeno. Y finalmente, el último día, cuando subía a lo más alto del viaducto, no podía dar dos pasos seguidos», agregó el realizador.
Martín nació en 1934. Durante su adolescencia, en el barrio porteño de Belgrano, cursó la secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires. Por ese entonces, ganó el segundo premio en la lotería y gastó la plata en un acordeón, pero como no tenía habilidades para la música, lo vendió y compró una mochila con la que partió a Bariloche, su primera aventura.
Estudió ingeniería industrial en la UBA y se recibió a los 25 años. «Viajé a Estados Unidos a pesar de que no sabía inglés. Conseguí la visa de inmigrantes y llegué a Nueva York con doscientos dólares”, recuerda el aventurero que se trajo del país del norte al amor de su vida. «Me la presentó un amigo tucumano. Ella estaba de vacaciones. Me enamoré por primera vez. Siempre me habían gustado muchas. Nunca había estado de novio», aseguró sobre cómo empezaron sus 53 años de matrimonio con la cordobesa, Ercilia Moyano Padilla, madre de sus hijos.
Con poco tiempo de casados, se fueron a vivir a San Francisco. La Costa Oeste supo de las alegrías, pero también de las tristezas de los Pueyrredón. «Tuvimos cinco hijos, pero tres se nos murieron poco antes de nacer. Dos, en San Francisco, y el tercero, Futaleufú, Chubut, cuando trabajaba en la represa», dijo. Aquello que en Estados Unidos no tenía solución, la tuvo en Buenos Aires cuando los médicos se dieron cuenta de que para que los bebés vivieran había que sacarlos prematuros. Así sobrevivieron Micaela (44) y Tadeo (40).
Por ese entonces con su mujer armó Eserco S.A, una empresa de software. Después pasó a Bureau Veritas, la consultora líder en control de calidad. Vivía en Buenos Aires y compraron una chacra de seis hectáreas para los fines de semana en Villa Rosa, Pilar. Pero tras el Efecto Tequila, tuvieron que elegir: vendieron el departamento y se fueron a vivir a la chacra. En 1995 empezó a trabajar en la Cunnington, en el Parque Industrial.
«Un día se me ocurrió ir a la planta andando en bici por la vía del tren. Con Hugo Prodan, un mecánico amigo, perfeccioné un sistema que ya existía. Ponés la bici parada en el riel izquierdo, con un brazo que sale de adelante y otro de atrás, con dos rueditas iguales a las de tren, pero más chiquitas. Cuando se levanta la de adelante, baja la de atrás. Y de tres puntos de la bici, baja otro brazo con una ruedita igual que se agarra del riel derecho. Lo usé durante años», contó Martín, que está jubilado desde el último verano.
«Si no me echan y no me muero, me voy el 31 de enero, cuando cumpla 85 años», le propuso a sus jefes hace un tiempo. Así fue. El último verano se despidió de sus compañeros después de veinticinco años. «Al final clasificaba facturas, hacía bancos… Era un ingeniero industrial reciclado a che pibe», contó con un manejo de la ironía envidiable. Pero además aclaró: «Siempre me fue bien económicamente. Porque ya sea fumigando o como ingeniero, tuve lo que necesitaba. Nunca quise más».
Desde que enviudó y se jubiló, un día en la vida de Martín arranca a las siete de la mañana: «Hago 45 minutos de estiramiento sobre un pad. Tomo el desayuno con jugo de naranja, café con leche, avena arrollada y pasas de uva o copos de maíz. Lleno el tanque de agua. Los martes y jueves a las ocho y media de la mañana hago spinning».
“Vive con Lorena, la chica que trabaja en su casa y le prepara la comida temprano, para que pueda mirar el Canal Encuentro y leer sobre aventura y espiritualidad -fanático del padre Chifri-. Escucha música clásica y los fines de semana, además de recibir a su familia, visita el Hospice Buen Samaritano, de pacientes terminales”, resalta Infobae.
«Me gusta andar en bici porque voy relajado y la rodilla no me duele como cuando camino. Estos últimos tres veranos, viajé con mi hijo a la Patagonia. Dormíamos en campings y casas de mapuches, además de algún paraje. Siempre voy con alforjas, mochila, carpa y calentador. Yo voy adelante, marcando el ritmo. Soy mucho más flexible que él. Y si me agoto, se lo digo», aseguró el hombre que pasó por nuestra provincia.