Gustavo Gallardo tiene 39 años. En Salta viven sus padres, hermanos y sus cinco hijos. Vivía en Caleta Olivia desde el 2017, pero este año todo se complicó. Decidió volver caminando y protagonizó un peregrinaje conmovedor.
Vivía hace tres años en Caleta Olivia. Cuando comenzó la pandemia, perdió el trabajo y las changas le alcanzaban para pagar el alquiler y enviarles dinero a sus 5 hijos. Desesperado, decidió volver caminando a su ciudad natal y su peregrinaje fue conmovedor. Su historia fue publicada hoy por el sitio Infobae.
La decisión de volver tenía su historia. Había quedado sin trabajo en marzo al inicio de la pandemia y la plata de las changas apenas le alcanzaba para saldar sus deudas. En agosto ya no pudo pagar el alquiler, escaseaba la comida y no podía girarles dinero a sus cinco hijos. Después de dos días sin comer ni trabajar, armó el bolso y guardo el permiso de circulación que había conseguido en un locutorio gracias al asesoramiento de los empleados. Su estadía en el sur había durado tres años. “Tenía conocidos que estaban ahí, había mucho trabajo y pagaban mejor”, contó. “Siempre hice todo tipo de pintura, revestimientos y trabajos de albañilería”, describió Gustavo. La demanda de su oficio, fuera del calificativo esencial, cayó a cero. El confinamiento y el miedo al contagio de los primeros meses lo excluyeron.
Así, decidió volver a Salta caminando desde Caleta Olivia. Estaba dispuesto a arriesgar su integridad física y ser detenido si las autoridades así lo dispusieran. Su salvoconducto era un permiso de circulación de alcance nacional que se arrugaba en su bolsillo. Rogó la piedad de Dios. Pensó que la gente lo iba a ayudar. Pero ese miércoles en la ruta nadie lo levantó: “Veía que nadie me alzaba, nadie, nadie, nadie”. Era el miércoles 14 de octubre a las ocho de la mañana y tras caminar trece horas llegó a Rada Tilly: un pueblo de nueve mil habitantes al sur de Chubut. “Le quedaban aún 2.654 kilómetros y 535 horas de viaje sin interrupciones para culminar la travesía”, destaco el medio.
Durante el camino se cruzó con policías que tras preguntarle qué hacía caminado escuchaban la historia y lo dejaban seguir caminando. Antes de llegar al conglomerado urbano más cercano se encontró con un gendarme que le regaló una milanesa –su primer alimento en casi tres días– y con un periodista del medio El Caletense que le regaló 600 pesos y le hizo una nota. Lo bautizó “el caminante salteño”. En Rada Tilly paró a descansar. Compró pan y fiambre. Comió sandwiches a la vera del camino. Estaba rengo, exhausto y desamparado. “Había hecho dedo todo el día y nadie había parado. Menos lo iban a hacer de noche, pensé. Ya estaba resignado”.
Eran las diez de la noche cuando volvió a caminar la ruta. Un joven en auto divisó su marcha cansina e irregular, frenó y le preguntó a donde iba. “A dedo hasta Salta…” respondio Gallardo para sorpresa del joven que no podía creer lo que escuchaba: a Salta y sin plata.
Lo llevó hasta Comodoro Rivadavia. Le prometió que iba a conseguirle una changuita. Lo hospedó en su casa, le dio de cenar, lo invitó a darse un baño. Cuando el jueves se despertó, no podía caminar del dolor. A la mañana desayunó y, como pudo, fue hasta el municipio para intentar contactarse con autoridades de Salta. No pudo. Su sobrina, desde el norte del país, pidió ayuda por las redes sociales. La publicación, que tenía el número de teléfono del caminante, se viralizó, respaldada por la nota del periodista que lo había asistido.
“La historia de un desempleado varado en Caleta Olivia dispuesto a llegar caminando a Salta tocó la fibra solidaria de Laura, una habitante de Río Negro. El viernes a la madrugada le respondió el posteo a la sobrina, que le facilitó el contacto de Gustavo. Tres horas después le envió un mensaje de presentación. Su teléfono no anda muy bien: se prende y se apaga a su antojo. Esa mañana de viernes decidió dejarlo cargando pero apagado. Cuando lo prendió tenía el mensaje de una persona desconocida que se ofrecía a financiar su excursión”, resaltó Infobae.
Las opciones que tenía para regresar que no fueran a pie eran pocas: en la terminal de ómnibus le explicaron que estaban vendiendo pasajes recién para el 2 de diciembre. Quedaba abierta la alternativa de un viaje privado. Acordaron contactarse con un remisero de confianza que acepte esa empresa. “A las horas, Laura volvió a llamarlo para avisarle que había encontrado y pagado un remís y un hisopado que lo dejen en su casa en Salta capital. El costo de 70 mil pesos iba a ser compartido con otro pasajero”, destaca Infobae.
Estuvo tres días en Comodoro Rivadavia porque tenía que esperar que llegara el remís desde Córdoba. En esa estadía, su historia y su travesía se habían desperdigado por la ciudad. Le acercaban comida, almuerzo y cena, plata, billetes de 500 pesos y 1.000 pesos: mucho más de lo que podía agradecer. El domingo a las once de la noche partió hacia la capital cordobesa. Se detuvieron a comer y descansar solo dos horas. A las 20:30 del lunes llegó a Córdoba. La mañana del día siguiente tenía turno en un laboratorio para realizarse un hisopado. La ayuda no había acabado: “No tenía dónde quedarme hasta que Ariel, el chofer, me dijo ‘despreocupate, vos te quedás conmigo’”.
El martes a las 10:20 se hizo el análisis. Desayunó en la casa de Ariel y almorzó en la casa de la mamá de Ariel. Esperó el resultado del hisopado paseándose por la capital de Córdoba. Cuando tenga el negativo confirmado, podrá emprender viaje final hacia Salta. Lo separan 800 kilómetros y trece horas en auto. Lo primero que va a hacer es ir a la casa de sus padres y luego visitar a sus cinco hijos, que viven con su ex esposa. Después buscará trabajo, una changa o lo que sea.
Le quedará una amiga por visitar en Río Negro. Gustavo le prometió a Laura que no develaría su identidad. Ella le dijo que prefería mantenerse en el anonimato. Se mantuvieron en contacto durante toda la travesía. “Ella no quiere que nadie sepa quién es –reveló él–, pero me dijo que está muy contenta y feliz por ayudarme. Y yo estoy sumamente agradecida con ella y con todos los que me ayudaron. Empecé caminando solo y terminé con mucha gente a mi alrededor”.