En 2017, el pediatra mendocino colaboraba de manera directa con la provincia. Por esos días brindó una charla en un exclusivo colegio porteño. Allí habló del trabajo que realizaba y no perdió la oportunidad para bajar su habitual línea de otra época.
A continuación reproducimos la crónica escrita por Federico Anzardi en junio de 2017 sobre la charla que Abel Albino, hoy colaborador del Ministerio de Capital Humano, brindó en un exclusivo colegio de la Ciudad de Buenos Aires.
En Juncal al 1100, a pocos metros de la Avenida 9 de Julio y a dos cuadras del barrio de Recoleta, se encuentra el exclusivo Colegio Mallinckrodt, una institución de doble escolaridad para niñas y jovencitas inspirada en la beata alemana Paulina von Mallinckrodt. En 2012, el diario Clarín lo incluyó en un informe sobre las escuelas de la elite argentina. Un lugar conservador, católico, que seduce a las familias más tradicionales de Buenos Aires.
A las siete de la tarde de este frío y oscuro jueves 1 de junio, el pequeño salón de entrada del colegio tiene a unas treinta personas desperdigadas. Charlan, miran sus celulares y esperan que sea la hora señalada para asistir a la conferencia del doctor Abel Albino, el pediatra mendocino que se volvió celebridad en el ámbito de la medicina gracias al trabajo que realiza desde 1993 en la Fundación Conin para combatir la desnutrición. En los últimos dos años, Albino comenzó a tomar más notoriedad: el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el presidente Mauricio Macri, mediante un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social, lo convocaron para llevar adelante sus metodologías.
Pero la trascendencia mediática de Albino apareció por otro lado. Se hizo conocido de verdad, fue trending topic en Twitter y tapa de los portales y diarios, después de las declaraciones radiales que realizó en noviembre de 2015, cuando dijo, entre otras cosas, que «el sexo es una maravilla que tenemos para contribuir a la obra de Dios, no para divertirse», que «el sexo anal es contra la naturaleza”, que “no se debe violar el orden natural», y que «la homosexualidad es un problema». Esto provocó el repudio de muchísima gente que ve en Albino a un retrógrado religioso que está en contra de las libertades individuales. Por supuesto, también blindó a sus defensores. No es casualidad, entonces, que la conferencia de hoy, titulada “Difícil callar cuando la pobreza y la desnutrición gritan”, se realice en el Mallinckrodt, que está decorado por cuadros de distintos papas y afiches de organizaciones anti aborto.
El teatro interno del colegio es majestuoso, como todo lo demás en este gran edificio impecable, elegante y limpio por todos lados. La sala tiene dos pisos, butacas de cuero para unas 450 personas, un piano de cola y un escenario ancho y profundo donde apenas hay un escritorio con un micrófono, dos sillas y dos botellas de agua recién sacadas de la heladera. A las 19.30, el lugar está lleno. Hay expectativa por la conferencia. Afuera, una mesa vende a 500 pesos “Así se combate la desnutrición”, el nuevo libro de Albino.
A las 19.40 aparece el mendocino. Se pone a charlar y a saludar conocidos en la primera fila. Cinco minutos después sube al escenario. Es muy aplaudido. Lo primero que dice, luego de los agradecimientos de rigor, es que gracias a Conin hay 17 mil chicos que tendrán una vida mejor. “En Mendoza nos dieron 2 mil chicos desnutridos graves y hemos devuelto 1999. Se nos murió un chico, lo lamentamos, pero podrían haber sido 600. Y eso nos calma y decimos no hay que bajar los brazos. Se ha hecho mucho”, cuenta.
Durante los primero 45 minutos de la charla, Albino relata sus orígenes e intenta explicar de dónde viene y quién es. Habla de sus viajes a Europa para realizar especializaciones, del conflicto que le provocaba ver a los países del primer mundo, tan pequeños y prósperos. Y cuenta cómo la fe y la devoción por la Madre Teresa de Calcuta y el Papa Juan Pablo II terminaron de definir su rumbo. Se alejó de Europa y se decidió a volver a la Argentina para trabajar con la población más vulnerable.
“Empecé a entender la pobreza, cada día la entendía más. Uno cree que un pobre es una persona igual que nosotros pero sin plata y no es así. El pobre es pobre en familia, en educación, en amigos, en sueños, en entusiasmo, en fuerza, en ideales, en introspección, en extrospección, en experiencia adquirida, y encima no tiene plata. No son vagos, son tristes, tienen una tristeza profunda que linda con la depresión”, dice.
Albino se pregunta qué pasó con la Argentina. Qué hicimos para llegar adonde estamos. Hombre de excelente memoria, se pone a recitar durante dos minutos sesenta versos del poema Santos Vega, de Rafael Obligado, y se muestra como un hombre apasionado por su profesión e indignado por los argentinos que no aman a su tierra. “Vayan (al exterior) -dice-, pero vuelvan, necesitamos sus brazos”. Hace una ferviente defensa de Domingo Faustino Sarmiento y a medida que avanza se enciende cada vez más. Podría ser un excelente candidato de la derecha gracias a su perfil de hombre campechano que da todo por su patria, además del carisma que demuestra a través de un discurso entrador.
“Estamos preocupados sobre qué cosas van a heredar nuestros hijos: lo importante es qué hijos va a heredar este país de nosotros. ¿Utilitaristas, ventajistas, hedonistas, gozadores? ¿O éticos? ¿Qué gente vamos a dejar? ¿No tendremos que enseñarles amor por su país? ¿Cómo van a querer lo que no conocen? ¿No habremos fallado nosotros? Creo que tenemos que reflexionar un poco”, dice Albino, que escribió el polémico libro “Gobernar es poblar”. En esa publicación, el mendocino habló de “la desvirtuación de la sexualidad, deformación que incita a desarrollar, de modo animal, una desenfrenada libertad sexual fuera de todo marco”.
Luego, Albino da los “cinco pasos para una gran Nación”: preservar el cerebro dentro del año, educar ese cerebro, cloacas, agua corriente y caliente, y luz eléctrica. Muestra fotos de una nena desnutrida y de otra bien alimentada, ambas de seis meses. “¿Qué pasó acá? -pregunta, mientras señala a la bebé más desfavorecida-. La chica desnutrida no es estimulada en su casa. Necesita un traguito de leche y un beso”. El doctor dice que los chicos necesitan “el estímulo amoroso repetido, frecuente”. “A veces pienso que somos agresivos porque no se ha tomado el pecho suficientemente”, agrega, y cuenta que en los Estados Unidos hicieron un estudio “muy interesante” con dos hombres que habían ido a la Guerra de Vietnam. “¿Cuál fue el rasgo distintivo? Los incapaces de matar habían tomado la teta. ¿Cuántos males de la sociedad violenta que hoy tenemos podríamos haber evitado si hubiera más madres, más padres, más lactancia materna, más familia? La familia es la única escuela de humanidad que existe. Donde el varón aprende a ser varón y la mujer a ser mujer”, dice.
Tras esta reflexión, Albino cuenta que Microsoft eligió a una sola organización en toda América para trabajar en conjunto: Conin. Anticipa que realizarán trabajos en Salta como primera medida.
Luego, sigue: “La principal riqueza de un país es su capital humano. Y si ese capital humano está dañado ese país no tiene futuro. El desnutrido no va a estudiar. ¿Adónde va a ir? Les digo: a la cárcel”, dice. E inmediatamente se defiende. Parodia a sus detractores que lo acusan de estigmatizar la pobreza. “Andan buscando qué digo, qué no digo, para darme con un caño. En realidad yo no estoy estigmatizando nada. Estoy diciendo que esta persona que no va a poder estudiar, no va a tener inserción laboral ninguna, y va a estar condenado al desempleo, al subempleo, cuando no al delito. El 80% de los niños en América Latina no termina la escuela primaria y el 80% de los presos en las cárceles de Buenos Aires no tiene la primaria completa. ¿Qué te está diciendo eso, viejo? Tenés que analizar esos guarismos. No analizamos nada, no leemos nada”.
Luego dice que el crecimiento del PBI está ligado a la falta de desnutrición. Muestra gráficos, habla del milagro chileno. Y critica las carencias más básicas, esas que en Salta abundan. “¡Cómo puede ser que no erradiquemos el rancho! ¡Es una negligencia, una imprudencia, una impericia!”, dice, con indignación. Dice que en los certificados de defunción ya no aparece la palabra desnutrición porque hay responsabilidad política. “Se ha tachado, no existe, esa palabra no existe”, dice.
Albino apuesta: “Si logramos que la metodología nuestra se mantenga veinte años, yo les firmo que somos una potencia mundial”, dice y cuenta que “por primera vez” un presidente de la República convocó a la Fundación para trabajar. Esto provoca un aplauso cerrado.
“Tenemos 102 centros en el país, pero necesitamos mil. Y vamos a hacer cuatro hospitales”, cuenta Albino, que tras una hora y media de charla, se despide ovacionado por un auditorio que permanece de pie. Algunos hasta lloran.
Sin embargo, no es lo último que dirá. Se quedará casi una hora más en la sala, firmando autógrafos, sacándose fotos e intercambiando comentarios. A sus setenta años, este hombre de vestimenta elegante no se niega a ningún pedido. Sonríe a pesar de que está visiblemente cansado. Sólo duda cuando me acerco para realizar una entrevista. “¿Por qué mejor no me llamás y charlamos?”, pregunta. Sabe que el periodismo no lo ha tratado bien, ya abrió el paraguas durante la conferencia. Sin embargo, accede. Habla de su trabajo en Salta: “Ahora vamos a hacer un hospital. Pero todo es plata y todo se hace a pulmón y todo se hace con dificultad. Y arrecian las críticas, hay muy pocas ayudas. Todo el mundo quiere criticar pero muy pocos quieren ayudar. Y necesitamos que se movilice la sociedad, que se movilice el gobierno, que se movilice todo el mundo”.
Lo consulto por la reciente declaración de Urtubey, que la semana pasada dijo que seguirán existiendo casos de mortalidad infantil en la provincia. “Por supuesto. Porque no es soplar y hacer botella. Tiene que hacer cloacas, agua corriente, agua caliente, luz eléctrica. Es gigantesco lo que hay que hacer. Todos creen que mañana por decreto el tipo va a solucionar el problema. Es imposible eso”, responde. Y cuando le pregunto cuáles fueron los logros del trabajo entre el gobierno de Salta y Conin, dice, exaltado: “¡Pero la puta, ha bajado cuatro puntos la mortalidad! (El gobernador) Asume el problema y se mete en el tema. Eso es para aplaudirlo, no para criticarlo”.
Finalmente, le pregunto por la reciente polémica por la educación religiosa en las escuelas públicas de nuestra provincia. Albino, hombre de fe profunda, al principio duda, pero luego resuelve: “Mire, no sé, porque ya sale del tema mío, pero le digo una cosa: el Siglo XIX fue el siglo de la industrialización, el Siglo XX fue el siglo de los derechos humanos. No podía ser de otra manera después de las dos guerras monstruosas. Y el Siglo XXI, si el hombre no vuelve a lo espiritual…”, corta la frase a la mitad para preguntarse “En lugar de perseguir la religión, ¿por qué no se ponen a hacer algo útil?”. Y retoma. Será lo último que diga antes de ir a comer pizzas a El Cuartito, ahí, en calle Talcahuano. Lo dirá con la convicción del religioso, la indignación del que encuentra obstáculos y con el hastío del que ya no quiere que lo jodan: “Si el hombre no vuelve a lo espiritual nos vamos a la mierda”.