Hasta el 17 de agosto había 275 casos en Capital. Luego de la movilización opositora llegamos a 1094. El arrebato irresponsable del macrismo salteño tuvo una enorme capacidad de daño. (Daniel Avalos)
La capital salteña deviene en nuevo epicentro del brote de COVID 19. Posee 1094 casos del total de 3332 provincial registrados hasta anoche. Los últimos 819 casos aparecieron desde el 18 de agosto. Aclaremos rápido lo siguiente: la situación se complicó por la flexibilización de actividades y el relajamiento en el que incurrieron muchas personas. No obstante, la asonada “republicana” del 17 de agosto debe incluirse en el combo de razones que hoy desvela al gobierno provincial, agobia a los profesionales de la salud y preocupa a gran parte de la sociedad.
Aquel día, los diputados nacionales Martín Grande (PRO) y Miguel Nanni (UCR), más el legislador provincial Andrés Suriani, celebraron y participaron de la caravana que partió desde el Monumento a Güemes y recorrió parte de la ciudad en contra de la “infectadura”. Demandaban terminar con el proyecto de Reforma Judicial del oficialismo nacional y a ello se le sumó un carnaval bizarro de consignas en donde todo podía banalizarse: desde la pandemia al concepto mismo de democracia.
Admitamos que lo estrafalario no fue exclusividad de los salteños; que muchos de los indignados per se que andan en busca de cualquier prejuicio que los movilice habrían marchado sin que Grande, Nanni o Suriani los convocaran; aunque uno espera que esos legisladores de títulos pomposos, sueldos abundantes y beneficios que millones envidian no se entreguen al delirio de arengar a la masa en medio de una situación tan delicada como la que vivimos. Marcha que también fue impulsada por un Juan Carlos Romero que siendo más despierto que los otros tres, se contentó con celebrarla por Twitter: “Que estas marchas espontáneas y multitudinarias, en defensa de las instituciones y la Constitución, sirvan para la reflexión de aquellos que en silencio avalan políticas K, de corte totalitario y revanchista. Los peronistas republicanos sostenemos el diálogo y la unidad nacional”, posteó aquel día.
La reacción de los que están en las primeras líneas de lucha contra el COVID 19 no se hicieron esperar. Quien mejor la sintetizó fue el gerente del Hospital del Milagro: Juan José Esteban. «Me da bronca la irresponsabilidad de la gente, porque el sistema de Salud tiene un límite», dijo al día siguiente de la marcha para luego agregar: «Vi gente en todas las plazas por el Día del Niño, un mundo de gente en el Monumento en la marcha de ayer. Todas esas cosas me dan muchísima bronca porque la gente se expone al contagio permanentemente».
Los números vinieron a darle la razón. Entre el 17 de marzo, cuando se conoció el primer caso de coronavirus en Salta, y el 17 de agosto, la ciudad registró 275 enfermos. Desde el día de la marcha a hoy, el número escaló a 1094. Para confirmarlo no es preciso lanzarse a ninguna aventura investigativa. Alcanza con ingresar al sitio web del gobierno provincial, hacer un click en la ventana “Prensa” y luego otro en “Históricos Noticias”. Allí, el curioso podrá acceder a todos los reportes diarios de COVID 19 que difunde la Dirección General de la Coordinación de Epidemiología. Veamos: aquel 17 de agosto, la ciudad registró 12 casos. Un día después, saltó a 44 para luego amesetarse durante una semana: 26 el miércoles 19; 27 el jueves 20; 23 el viernes 21; 34 el sábado 22; 22 el domingo 23 y 13 el lunes 24 de agosto. Exactamente una semana después de la asonada, los números se dispararon: 41 el martes 25 de agosto; 60 el miércoles 26; 71 el jueves 27; 81 el viernes 28; 96 el sábado 29; 68 el domingo 30; 76 el lunes 31 y 137 el martes 1 de septiembre. Los especialistas aseguran que la tendencia al aumento se mantendrá.
¿Qué conclusión puede extraerse de todo esto? Que la decadencia política que vivimos ha llegado al punto de mostrarnos que muchos de quienes nos gobiernan saben menos que los gobernados. Un paso más en el extravío de cierta política que deteriora con saña y alevosía palabras caras como democracia, justicia, libertad o progreso. Palabras que alguna vez significaron mucho, aunque ahora devinieron en ciertas bocas en un ruido chillón insoportable y carente de significación alguna. He allí el espanto. El lenguaje que – según nos dijeron – sirve para que las sociedades puedan entenderse y acercarse, ahora se emplea para desinformar y apartar. El resultado es la muerte del diálogo y la glorificación de la desconfianza. Esto último fue lo que se celebró aquel 17 de agosto. Las consecuencias de la borrachera son más argentinos y salteños enfermos.