Humberto Pedro Burgos (h) quiere estirar su presidencia en ese organismo, aunque ya son muchos los que quieren impedirlo. Lo señalan de querer usar el puesto para lograr un objetivo que nunca alcanza: un buen puesto en la justicia provincial.
Nadie duda, en el ámbito abogadil, que Humberto Pedro Burgos (h) quiere su reelección en el Colegio. Dicen incluso que un eventual tropezón político generaría en “Burguitos”, como le dicen, un golpe que a otros profesionales no les provocaría. ¿La razón?, no sumar una nueva frustración a su carrera personal.
En los lustrosos pasillos judiciales recuerdan que el hijo de un célebre abogado y político de raza creyó que podía seguir los pasos del padre, aunque la genética no le garantizó las virtudes del progenitor que le legó sólo los datos -casi homónimos- de su documento nacional de identidad.
“Primero intentó incursionar en la política en el peronismo manifestando al funcionario de turno su lealtad hacia el General, Evita y el movimiento. A pesar de sus sentidas palabras, tenía poco compromiso con el trabajo y nulo acompañamiento a las actividades de la muchachada peruca. Eso ya pronosticaba su temprano fracaso”, dicen ahí.
Las mismas fuentes aseguran que fue entonces cuando se concentró en la pasión por la representación de los abogados y encontró a un mentor que no era peronista, sino correligionario. El aliado finalmente pudo posicionarlo como Presidente del Colegio de Abogados. La maniobra parecía buena, si no hubiera sido por un mínimo error de cálculo; al gran estadista radical se le escapó aquello de que ‘quod natura non dat, Salmantica non praestat’.
Allí está el origen de uno de los señalamientos que se le realizan a Burguitos: ser una obediente marioneta de su protector. Otro de los señalamientos es la de ejercer una forma de dirigir que contradice todos los manuales de conducción política: rodearse de asesores afines a los sectores minoritarios del Colegio, “con lo cual ha logrado que la minoría prevalezca sobre la mayoría”, sentencian los indignados.
Pero lo que más molesta, a propios y ajenos, es que Burguitos demostró no ser ningún “Pedrito”. Es ahí cuando algunos ejecutan los sablazos dialécticos más violentos: “Para Burgos, la Presidencia del Colegio sólo configuraba un trampolín en su afán de alcanzar -al igual que su padre- un cargo en el Poder Judicial”. Para probarlo recuerdan el bochornoso episodio que protagonizó al presentarse a concursar un cargo de camarista laboral ante el Consejo de la Magistratura y lo hizo sin abandonar o renunciar a la presidencia del Colegio y a meses de que asumieran como consejeros los miembros de su lista de candidatos. De esa manera, los abogados que él postuló y patrocinaba públicamente para que representen a los abogados en ese órgano, serían, en sus cálculos, quienes iban a corregir sus exámenes. Lo peor de todo es que, por la constitución plural del Consejo, “Burguitos” no accedió a ninguna de las dos ternas en juego, que es lo mismo que decir que, con o sin apoyo dentro del Consejo, no era de los más aptos y capacitados para ser juez.
A su sucesión de errores, ahora se suma la calentura por la frustración de sus planes; y esa sensación, combinada con lo demás, forma un cóctel impredecible que puede resultar catastrófico, porque nubla el juicio y la razón.
El bocinazo del viernes pasado da cuenta de ello. Como protesta, no alcanzó un número representativo de congregados, lo que significa que no cumplió con su objetivo político. Institucionalmente, la convocatoria se opuso abiertamente a las disposiciones de la autoridad sanitaria y, habría que ver, si no violó las múltiples normas vigentes. Personalmente, Burguitos se autopresentó como un “anti cuarentena”, posición que caracteriza al macrismo más duro en contraposición a todas sus alegorías partidistas, lo que lo convierte en algo así como un “macronista”.
La conclusión a la que muchos llegan es que el presente no le augura un buen futuro a Burgos. Cada vez son menos los que soportan sus desventuras y advierten sus errores. Lo que debe reconocerse es que su accionar produjo un modismo entre los letrados y letradas. En medio de esta pandemia en donde todos pierden algo, cuando alguien le pregunta a un “boga” cómo los trata la vida, les abogades sintetizan el desánimo con la siguiente frase: “como Burguitos estamos”.