jueves 12 de diciembre de 2024
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“Se nos han encimado los problemas” | Pobreza y COVID 19: wichis salteños y la lucha por mantenerse vivos

Un informe periodístico resalta que las comunidades originarias del norte salteño enfrentan al COVID 19 con remedios ancestrales de hojas y cáscaras ante la falta de insumos en los hospitales.

Los anuncios de gobierno y la realidad de las comunidades wichis casi siempre habitan dimensiones paralelas. Hace unos días volvió a ocurrir cuando el ministro de Ambiente y Desarrollo de la Nación, Juan Cabandié, anunció la firma de contratos (por 179 millones) para la adjudicación de pozos de agua, techos colectores y cocinas para más de 1500 familias campesinas e indígenas de Chaco, Salta y Santiago del Estero.

No obstante, la precaria realidad de las comunidades persiste a niveles alarmantes. Lo confirma el informe del periodista Gastón Rodríguez publicado hace unos días por el diario Tiempo Argentino. Allí se reprodujeron las voces de distintos caciques de comunidades salteñas. El denominador común es lo de siempre: lo difícil que resulta sobrevivir en el norte salteño.

“Acá es tierra de nadie. Estamos abandonados, no tenemos ni las cosas más elementales para enfrentar a la pandemia, como agua y jabón, menos vamos a tener un respirador. Antes que llegara el virus, a nosotros ya nos mataba el hambre. Ahora se nos han encimado todos los problemas”, dijo Abel Mendoza, cacique wichi de Santa Victoria Este, departamento Rivadavia. “Hay escasez de agua y de alimentos y no hay médicos. Con esta pandemia ya no sabemos qué hacer, estamos peleando con los remedios naturales y milenarios, la medicina de nuestros ancestros con hojas, cáscaras y miel. Porque si vamos al hospital de Santa Victoria no hay insumos”, ejemplificó el cacique quien hizo una radiografía de las comunidades: “En el departamento Rivadavia somos más de 70 comunidades originarias y tenemos miedo. Los argumentos de los médicos siempre son que nosotros no tenemos el cuidado necesario, pero lo que no tenemos es el dinero para comprar el alcohol en gel y todo ese tipo de medicamentos. Hasta el jabón escasea. Estamos haciendo malabares para pelear esta pandemia”, explica Mendoza.

Otro de los testimonios pertenece a Leonardo Pantoja, referente wichi de la Comunidad Misión Chaqueña, en el departamento San Martín. Tanto para él como para cualquier originario de la zona, conservar la vida nunca fue sencillo. “Hace muchos años que sufrimos una pandemia de otro tipo, la de la desnutrición y la falta de agua, educación y salud. Las comunidades estamos aisladas desde siempre y la ayuda del Estado jamás llega”. La semana pasada, Pantoja y otros referentes emitieron un comunicado para expresarle a las autoridades que “la situación actual es muy grave, encontrándose el Covid-19 en todas las comunidades del departamento, sin protocolos, medicamentos, módulos alimentarios, personal sanitario, equipamiento o camas suficientes, en un verdadero desastre humanitario que podía ser evitado, y que hace visible la ausencia de décadas de nuestros derechos, por desatención del Estado e insensibilidad de la sociedad en general”.

El informe recoge también la voz de Gladys Paredes, la diputada por San Martin y médica del hospital cabecera Juan Domingo Perón de Tartagal. “La triste realidad de los wichis –dice– no es de ahora, sino de hace años. En la época de calor siempre nos llegan al hospital niños derivados de Santa Victoria Este y de toda esa región con cuadros de desnutrición o gastroenteritis. Con el Covid-19, las comunidades originarias son aún más vulnerables por la falta de agua y jabón para el lavado de manos. Vivo peleando contra eso”.

Paredes también destaca que Salta es una provincia con “interculturalidad” y que ese dato obliga a pensar estrategias o programas de salud que atiendan las pautas y formas de pensar de las comunidades originarias. “Ellos al Covid-19 lo llaman ´la gripe mala´ o ´peste´, y tienen miedo de venir al hospital. Ya tuvimos fallecimientos dentro de las comunidades y ellos ven que a los pacientes se los aíslan, que mueren solos y que después se lo devuelven a las familias en una bolsa de nylon. Es muy duro para todos, imaginen para los que están dentro de otras pautas culturales”

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