Se trata de una mujer de Santa Victoria Este que ya perdió dos hijas. La tragedia individual se combina además con una profunda desconfianza en el sistema de salud pública y en la fuerza de lo religioso entre las comunidades.
La noticia es fácil de resumir: una madre desesperada retiró del Hospital de Santa Victoria a su hija que padece desnutrición crónica para confiarle la recuperación a un pastor evangélico de Fortín D’Orbigny, localidad boliviana cercana a la triple frontera que comparte Argentina, Bolivia y Paraguay.
La noticia conmociona a la zona por la incertidumbre en torno a la situación médica de la niña, pero también porque el caso se ha judicializado. Lo último casi siempre supone una criminalización de los padres que desconfían de los hospitales públicos. No se trata de algo nuevo. Hace tiempo que se señala las barreras existentes entre las cosmovisiones occidentales y originarias que generan casos de discriminación, sin olvidar que a los hospitales los y las niñas indígenas suelen llegar en estado de avanzado deterioro médico que dificulta el éxito de los tratamientos.
En ese marco, un dato revelado por la antropóloga Norma Naharro a la sección local del diario Página 12 pincela bien ese divorcio. La académica relató al medio citado que en el marco de un proyecto para habilitar albergues para familiares de pacientes indígenas internados en hospitales de Orán, Tartagal y Capital, las encuestas dejaban en claro que la percepción de los consultados era que de los “hospitales” se volvía “en un cajón”. “La experiencia de las personas es que en el sistema de salud no encuentran una respuesta positiva”, advirtió.
La especialista también puso en foco la importancia de las creencias religiosas a la hora de enfrentar los traumas que generan los problemas de salud. Naharro señaló en primer lugar que ritos y prácticas espirituales pueden curar las patologías terrenales no es algo exclusivo de las comunidades indígenas. “La diferencia, indicó Naharro, es que en las comunidades indígenas estas prácticas (los tés de hierbas, sanadores o recurrir a un profeta) son cuestionadas y de alguna manera, criminalizadas” destacó el medio citado para luego agregar que no son pocos los “blancos occidentales” que creen lo mismo cuando recurren a la Virgen del Cerro.
La diferencia notable, en todo caso, es que la persona que recurre a la virgen lo hace sin abandonar tratamientos médicos, entre otras cosas porque cuenta con los recursos para acceder a los mismos a diferencia de lo que ocurre con las comunidades.