miércoles 22 de enero de 2025
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Ni un paso atrás | Colocarán una baldosa por la Memoria de un militante asesinado en Salta por la dictadura

El homenaje a Alberto Simón Savransky por parte de organismos de Derechos Humanos incluirá la inauguración de un Mural. Será mañana, martes 10 de diciembre, a las 10horas en la Calle Gómez Recio, en Portezuelo Sur.

“Nació en la provincia de Tucumán en el año 1947, fue médico de profesión. Militó en la Juventud Universitaria Peronista y en la organización Montoneros. Vivió en Salta en los años 70´ donde fue perseguido y detenido por razones políticas en 1975 y asesinado en la Masacre de Palomitas el 6 de julio de 1976”, resalta el comunicado difundido por organizaciones de Derechos Humanos.

El militante tenía 28 años cuando fue detenido en febrero de 1975 y en mayo de ese mismo año remitió al Juez Federal de Salta Ricardo Lona una carta en la que expresaba lo siguiente: “Fui detenido el 11 de febrero pasado, es decir hace algo más de 100 días, sin que hasta el momento logre entender o justificar, según mi sano juicio, la situación en que me encuentro. Esta se ve agravada por cuanto y pese al largo tiempo transcurrido, no cuento con un abogado defensor, razón por la que le solicito a Vuestra Señoría, se me permita ejercer mi autodefensa, según normas legales y constitucionales”, escribió.

La vida de “Beto” fue apagada por los militares de la dictadura el 6 de julio de 1976. Esa madrugada varios presos políticos – Celia Raquel Leonard de Ávila, Evangelina Botta de Nicolai, María Amaru Luque de Usinger, María del Carmen Alonso de Fernández, Georgina Graciela Droz, Benjamín Leonardo Ávila, José Ricardo Povolo, Roberto Luis Oglietti, Rodolfo Pedro Ussinger y Alberto Simón Zavarnsky – fueron “trasladados desde la cárcel de Villa Las Rosas por orden de Luciano Benjamín Menéndez y ejecutado en Salta por quien estaba a cargo de la guarnición local: Carlos Alberto Mulhall.

Al llegar al paraje Palomitas los reclusos fueron obligados a descender del camión en que viajaban y tras ser alineados sobre el alambrado rural de una finca fueron ejecutados. Todos los detenidos estaban legalizados y bajo la protección del entonces juez federal de Salta, Ricardo Lona, quien fue cómplice de los militares.

Para justificar el acto homicida los asesinos fraguaron una mentira estrafalaria: comandos guerrilleros intentaron rescatar a los reclusos generándose una balacera en donde las víctimas fueron sólo los presos mientras los integrantes del bando castrense no sufrieron un rasguño. Los cuerpos de Georgina Droz y Evangelina Botta de Nicolai nunca aparecieron porque fueron dinamitados por haber sido altos cuadros políticos de las organizaciones de entonces.

Algunos cuerpos fueron recuperados en cementerios tan lejanos como el de Yala en Jujuy, mientras la mayoría se enterraron a cajón cerrado hasta que el retorno de la democracia y el reclamo de las familias permitieron exhumarlos para confirmar el terror y la identidad.

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