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El Salteñazo | La rebelión salteña que estalló antes que el Cordobazo

Se cumple un nuevo aniversario de la rebelión estudiantil ocurrida el 21 de mayo de 1969, una semana antes del estallido cordobés. Hablamos con Carlos Holmquist, uno de los protagonistas de aquella jornada que incluyó la toma del Club 20 de Febrero y que acabó con el mandato de Hugo Alberto Rovaletti.

Eran días de efervescencia política y lucha contra la dictadura que Juan Carlos Onganía instauró tras derrocar al presidente Arturo Illia en junio de 1966. La misma empezaría a tambalear en mayo de 1969 con revueltas en distintas provincias que culminaron con el Cordobazo, acontecido el día 29 de aquel mes. En Salta, la revuelta estalló una semana antes: el 21 de mayo.

A 55 años de aquella jornada, en Cuarto Oscuro (FM La Plaza 94.9), nuestro programa de radio, dialogamos con uno de los protagonistas de aquel episodio: Carlos Holmquist, por entonces militante de una organización que carecía de nombre. “Para esa fecha yo tenía 17 años y conformamos un grupo político que no tenía nombre, pero muchas ganas de participar en el proceso político. Nos deleitábamos hablando del Kamasutra, luego jugábamos al béisbol y de noche conspirábamos contra el régimen de Onganía”, declaró Carlos, entre sonrisas.

La formación política

Carlos recuerda que su compromiso político surgió tras un ataque de rebeldía: informar a su madre que no seguiría estudiando para poder gozar de “un año de vagancia”. “Me salió el tiro por la culata porque a los seis meses estaba trabajando en el correo. Mi madre se movió [su padre, que trabajaba en ese organismo, ya había fallecido] e ingresé en agosto de 1967. Tenía 14 años. Para el 69 ya era un joven trabajador”, rememoró.

Su nueva condición no lo privó de la militancia con su grupo original en la zona que Holmquist denomina su ex barrio: “Entre la Alvarado, Santa Fe, Lavalle y Urquiza. Ese barrio dio 52 militantes de distintas familias y felizmente un solo torturador, que fue el comandante Estévez, que vivía en Boedo pasando Yrigoyen”, dijo, en relación a Sergio Nazario, un jerarca de Gendarmería condenado por delitos de lesa humanidad y que durante el gobierno de Juan Carlos Romero se desempeñó como secretario de Seguridad de la provincia, cargo al que debió renunciar cuando una víctima de sus torturas lo identificó.

A la hora de relatar la militancia de aquellos tiempos, Carlos rememoró que tenían “una inyección medular dentro del anarquismo”. “Tuvimos la suerte de conocer, compartir y leer muchísimo con Juan Riera. Íbamos a la calle Lerma, donde estaba su casa, y leíamos cómo de penitencia porque Don Juan decía ‘bueno, vamos a comenzar por el principio. ¿Ven todos estos periódicos que están acá? Bueno, elijan un tema, comencemos a leer y después lo empezamos a discutir’. Esa era la formación primaria, en donde uno empieza a conocer la historia política no solo de Argentina, sino del mundo. Uno comienza a percibir que el mundo no es la esquina, la Urquiza y Lavalle. El mundo era mucho más grande y tenía muchas cosas para ofrecerte”.

Los días de Holmquist transcurrían entre su trabajo en el correo, la militancia política y el cursado en la escuela nocturna. Todo ello no lo distraían de lo que pasaba alrededor. “En ese momento, los estudiantes universitarios [de la futura UNSa] ya estaban peleando por la independencia de la Universidad Nacional de Tucumán, ya había algunos atisbos de conseguir un boleto gratuito y otras cuestiones que hoy en el contexto que nos toca vivir no la vemos por parte de la juventud. No le echo la culpa ni los critico. Son contextos distintos, son situaciones distintas”, reflexionó.

Del debate a la acción directa

Así llegó al mayo insurgente de 1969. Antes que en Salta estallara todo, el 15 de mayo la policía de Corrientes reprimió una movilización estudiantil en la que fue asesinado el estudiante Juan José Cabral. La situación se repitió el domingo 18, en Rosario, donde Adolfo Bello también fue asesinado por el régimen liderado por Juan Carlos Onganía.

La combinación de variables tensaba todo al máximo, pero Carlos Holmquist resalta que todo ello se explicaba por “el robo del poder por parte de la dictadura de Onganía en junio del 66. Tuvieron la desgraciada idea de bautizarla ‘Revolución Argentina’, que de revolución tenía nada y de Argentina poca”, declaró, para luego destacar que en ellos impacto mucho las consecuencias que ese Golpe de Estado tuvo en Tucumán: el cierre de 11 de los 27 ingenios azucareros que desemboco en el despido de miles de trabajadores.

De allí que el viejo militante enfatizara que la participación estudiantil en el Salteñazo no puede entenderse sin contemplar el rechazo que generaba en la juventud “la injusticia social, en donde los derechos de los trabajadores estaban siendo vulnerados a diario. Pero acá hay otra cosa: el padre de los Ahuerma –Marcelo y Alfredo-, que era un empleado telefónico. A través de él, nosotros también nos nutríamos de la problemática laboral de los trabajadores. Bebíamos de primera mano la experiencia en que los trabajadores y trabajadoras de Salta vivían”.

En ese punto, el entrevistado señaló que a pesar del respeto que posee por el Cordobazo y sus protagonistas –Agustín Tosco y René Salamanca, por ejemplo – le resulta vergonzante que varios académicos desconozcan lo ocurrido en la provincia de Salta aquel 21 de mayo que estuvo lejos de ser un estallido sin ningún tipo de planificación.

“Nosotros imprimimos un volante cuyo título era ‘El combate en la calle’. ¿De dónde viene ese volante? Precisamente de Córdoba, en donde había salteños que estaban estudiando ahí. Uno de ellos vino a Salta ex profeso a enseñarnos cómo se combate en la calle. Entonces, ahí decía que había que pertrecharse de clavos Miguelitos, de papel de diario para contrarrestar los gases de lacrimógenos, el gato para contrarrestar el ataque de los perros de la policía, bolillas para los caballos de la montada. Nosotros hicimos ese volante y lo distribuimos entre los jóvenes; porque también estaba la otra parte, la parte política que la lideraba el Frente Revolucionario Peronista. Entonces, había un conglomerado de gente que nos unimos en una acción común: estudiantes universitarios, gente que pertenecía a organizaciones revolucionarias, nosotros que pertenecíamos a un grupo anarquista que funcionaba ahí en el Parque”, enumeró.

Viaje hacia el pasado

La combinación de variables estructurales y episódicas terminaron por detonar un día como hoy de 1969. Las crónicas periodísticas del jueves 22 de mayo publicadas en los diarios Norte, El Intransigente y El Tribuno recuperadas por CUARTO, mostraban una ciudad copada por los estudiantes. La fotografía de tapa del diario de los Romero mostraba a dos jóvenes atacar a un policía a caballo que apenas podía cubrirse. Otra foto de El Tribuno mostraba a cuatro policías, de espaldas a la cámara, que disparaban a los estudiantes, tapados por vehículos dispuestos en medio de la calle. El epígrafe de la imagen informaba lo siguiente: “Mitre al 300. Hasta aquí también llegó el fragor de la batalla entablada ayer entre policías y estudiantes. Fueron 14 horas de constantes escaramuzas, en donde prevalecieron improvisados proyectiles que lanzaron continuamente los manifestantes, repelidos por los disparos de las bombas de gases y bastonazos propinados por los uniformados”.

El desaparecido diario Norte aseguraba que “a las siete de la mañana, dos bombas ‘Molotov’ estallaron cerca de las oficinas del Colegio Nacional (…). Allí, desde temprana hora se habían congregado pequeños grupos de estudiantes que iban arengando a los demás compañeros a unirse a la manifestación en homenaje a los estudiantes muertos recientemente en choques con la policía”.

En el Nacional, en la Normal y en el Instituto Secundario General Güemes, la situación fue la misma: los estudiantes se organizaron y sortearon todas las trabas impuestas por los directivos y la policía. Lograron salir de los establecimientos y marchar al centro de la ciudad. Norte lo describió de manera precisa: “Los estudiantes consiguieron ubicarse frente a la casa de gobierno, y allí gritaron toda clase de estribillos contra el gobierno local, especialmente contra el titular del P.E (Ing. Hugo Alberto Rovaletti). En esas circunstancias pasó por el lugar un jeep de la policía con el sub director de Seguridad, inspector mayor Sergio Amaya, recibiendo el vehículo y sus ocupantes una cerrada descarga de naranjazos que los obligó a retirarse precipitadamente”.

De vuelta al presente

A 55 años de aquella jornada, Carlos Holmquist aseguró que el caos era solo aparente, que para que sucediera lo que sucedió hubo una división de tareas entre los sublevados. “A nosotros nos tocó cómo movilizar el estudiantado secundario”, relató, mientras destacaba el rol de sus compañeros Marcelo y Alfredo Ahuerma, Oscar Carpegna o el ‘Ciego’ Echazú, entre otros. “Eran la una de la mañana del día 21. Ese día nosotros no dormimos. A las seis de la mañana ya teníamos el Poxipol para cerrar los candados del Colegio Nacional, ya teníamos una sarta de bolilla y demás. Estábamos bastante pertrechados, digamos, porque sabíamos que iba a ser una movida importante. Hay alguna gente que lo llama combate. A mí me parece un nombre muy rimbombante. Yo prefiero nombrar a ese Salteñazo como una acción directa de jóvenes, trabajadores, estudiantes y demás, en contra de la dictadura de Onganía”, sentenció.

Los estudiantes también protagonizaron un hecho que hasta entonces parecía imposible: tomar el Club 20 de Febrero, reducto intocable de la oligarquía salteña. Los diarios de la época precisaron que allí se llevaba a cabo una recepción de carácter oficial cuando un grupo de manifestantes irrumpió en el salón de actos de la institución, destrozó algunos muebles y volcó varios automóviles.

Holmquist también se refirió en Cuarto Oscuro al episodio. “Es el germen de la gran batalla que nosotros dimos en contra del capitalismo y en contra del ingeniero Rovaletti que era el interventor de la provincia. Hombre afín al Club 20. Por eso es que tomamos el 20 de Febrero ¿Por qué vamos a tomar el Hotel Salta o parte del Hotel Salta? Porque cobijaba a la caterva de argelinos que habían venido en esa época a refugiarse después de la guerra de independencia de Argelia. Entonces, fue todo un abanico amplio, importante y con una fuerte connotación política”, evocó.

Carlos Holmquist cerró la charla balanceando aquella jornada más de medio siglo después: “El resultado final es que triunfamos. Porque el ingeniero Rovaletti va a renunciar a su cargo porque era incontrolable la marea de protesta y no tenía en sus manos las soluciones”. El entrevistado no exageraba. Los historiadores salteños Carlos Abrahan y Alejandra Soler precisaron en sus trabajos sobre el Salteñazo que Rovaletti, cuyo padre había sido vicegobernador de la provincia y presidente de la Sociedad Rural salteña, fue designado interventor del gobierno de facto en abril de 1968 y dejó el puesto en julio de 1969, dos meses después de la rebelión que lo hirió políticamente de muerte.

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