Y de repente, una mañana, Marcelo Domínguez despertó para descubrir que era blanco de todos los regaños. Sus colegas le reprochan la desmesura del pedido finalmente rechazado y el haber convertido en noticia al Poder Judicial salteño. (D.A.)
Si los contactos físicos estuvieran permitidos, varios colegas del Juez Domínguez ya lo habrían tomado por asalto. De allí que por ahora el malhumor se exprese con las evasivas a cruzárselo y los regaños susurrantes contra el hombre que el 28 de agosto protagonizo el desmesurado pedido: pago o compensación con días de licencia por trabajar durante la Feria Judicial extraordinaria dictada por la crisis sanitaria que vive la provincia. El argumento: que las normas no distinguen entre ferias ordinarias o extraordinarias y que ambas “implica un incremento normal de trabajo”. El viernes pasado la Corte de Salta rechazó la pretensión resaltando que el beneficio no está contemplado en la acordada.
Recordemos que al pedido lo hicieron los tres jueces de la Sala Tres de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial. Contra ellos reaccionaros la mayoría de los jueces de la Ciudad Judicial quienes buscan despegarse de los firmantes – María Inés Casey, María Domínguez y Marcelo Domínguez – aunque el encono se concentró particularmente en el último de los mencionados. Las razones pueden explicarse por la catarata de desatinos que protagonizo: el pedido en sí mismo y una especie de disculpas públicas que realizó en una radio. Al acto de contrición lo presento como una victoria de la honestidad al confesar que la posibilidad del beneficio tiene 45 años de historia y mostrar su recibo de sueldo para demostrar que no cobraba 350 mil, sino 281 mil pesos.
La suma de los factores terminó violentando una vieja tradición judicial: pasar desapercibidos. No siempre se logra, pero es la regla que rara vez quebranta alguna investigación periodística sobre la justicia provincial. Domínguez nos ahorró la difícil tarea. Con dos o tres movimientos torpes activó la perilla de la luz, iluminó el todo y convirtió en noticia – de las malas – al Poder Judicial. Jueces y juezas braman porque desean mantener un privilegio que la clase política no posee por su alta exposición: la de concurrir en ojatas a un súper mercado sin que nadie sospeche que se trata de alguien que cobra 281 pesos mensuales, poseen muchos días de vacaciones y pueden echar mano a normas que los habilita a pedir dinero extra por trabajar durante una Feria Judicial – insistamos – dictada por la emergencia sanitaria.