miércoles 16 de julio de 2025
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Casta sindical salteña | Reapareció Serrudo: ¿Con Bettina estábamos mejor?

El eterno secretario general de UTM volvió a protestar en el CCM tras haber sacado menos del 1% de los votos en las elecciones de mayo. En su discurso aprovechó para elogiar a la ex intendenta Bettina Romero.

Pedro Serrudo volvió a la escena, aunque su poder de fuego ya no es lo que era. Este viernes encabezó una magra protesta en el Centro Cívico Municipal intentando recuperar algo de protagonismo tras haber cosechado apenas el 0,98% de los votos como candidato a concejal por el kirchnerismo.

Lo más llamativo de su reaparición fue el elogio a Bettina Romero, la exintendenta que supo negociar con él en tiempos pasados. ¿Un guiño nostálgico o un intento desesperado de buscar un salvavidas político?

Lo cierto es que su tiempo parece agotarse: apenas 30 empleados lo acompañaron en su intento de copar el CCM, confirmando que hasta su poder de convocatoria está en terapia intensiva.

“No es para menos. Serrudo lleva 30 años viviendo del bolsillo de los vecinos de Salta. Durante tres décadas manejó el gremio UTM como un feudo personal, utilizando el chantaje institucionalizado para torcerle el brazo a intendentes de todos los signos políticos”, dicen en el CCM.

No se equivocan. Serrudo es un auténtico miembro de la casta municipal: tiene más de una decena de parientes designados en la Municipalidad, entre hijos, sobrinos, nueras y yernos. A eso se suman sindicalistas con licencias eternas o carpetas médicas que no pisan el CCM desde hace años.

En su reciente arenga, Serrudo volvió a defender un viejo anhelo de su gestión gremial: que familiares de empleados jubilados o fallecidos sean incorporados automáticamente a planta. “Es una cuestión de justicia para las familias de quienes dedicaron su vida al municipio”, dijo, sin pudor. Lo que no aclaró es que ese criterio de “herencia” reemplazaría a cualquier examen de idoneidad. Tampoco dijo que eso implicaría el ingreso de al menos 650 nuevos empleados, con los que pretende sostener su alicaído aparato gremial y eternizarse al frente del sindicato.

Mientras su liderazgo se diluye, otros gremios municipales comienzan a ganar terreno y emergen nuevos referentes entre los trabajadores. Serrudo, acorralado y con miedo a quedarse sin poder, sabe que lo que viene puede ser aún peor: las auditorías. Si pierde el control del sindicato, tendrá que explicar qué hizo durante 30 años con el dinero de los afiliados, incluidas cuotas sindicales cuyo destino es un misterio tan grande como su permanencia en el cargo.

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