En las adyacencias de la actual Iglesia de La Viña de nuestra ciudad, la comunidad afrodescendiente constituyó un componente clave del entramado social salteño en sus inicios. Una historiadora repasó aquel escenario que supo ser una periferia*.
En los siglos de dominación española, la sociedad salteña estuvo conformada por una intrincada confluencia de grupos étnicos que dejaron su impronta en la configuración demográfica y cultural de la región. En charla con el programa Cuarto Oscuro (FM La Plaza 94.9) la historiadora Bárbara Aramendi comentó que esta composición heterogénea se fraguó a partir del mestizaje entre conquistadores, pueblos originarios y afrodescendientes traídos como esclavos.
En ese sentido, Aramendi enfatizó que «nunca tenemos que olvidar la presencia de los pueblos originarios y, al mismo tiempo, la llegada de los conquistadores». Además resaltó que esta confluencia entre españoles, indígenas y africanos dio lugar a una sociedad profundamente mestiza que es la que hoy constituye la Salta que conocemos.
Dentro de este entramado multiétnico, la población afro jugó un rol protagónico aunque largamente invisibilizado. «En Salta había una fuerte población afro que, por supuesto, en principio estuvo siempre en calidad de esclavos», subrayó la investigadora.
Luego detalló que estos individuos eran adquiridos por las familias acaudaladas como un símbolo de estatus y riqueza. «La gente de la élite compraba estos esclavos para el servicio personal, pero que significaba esto: un símbolo de estatus. Cuanto más esclavos uno tenía, era como más importante, más rico», explicó Aramendi.
Pero un detalle que se escapa al conocimiento común, es que la concentración de afrodescendientes, que obtenían su libertad ya fuera comprándola o siendo concedida por sus «amos», se dio en la zona ubicada en las adyacencias de la actual iglesia de La Viña (Alberdi y San Juan). «A fines del siglo XVIII, existía un barrio que coloquialmente se le llamaba el Barrio del Tambor, que era donde vivían la mayoría de los grupos afro», detalló la historiadora.
Sin embargo, rescatar las huellas de esta presencia africana en la Salta colonial no es tarea sencilla. Aramendi lamentó que «es un grupo invisibilizado que realmente cuesta mucho rescatar», dado que «no han dejado documentación escrita». Aun así, algunos indicios perviven de manera solapada en tradiciones y manifestaciones culturales.
Sin embargo, la experta subrayó la falta de registros sobre la vida cotidiana de los sectores marginados: «Todo lo que podemos conocer de esa época tiene que ver con la documentación escrita que dejaron los sectores acomodados». No obstante, ciertas «voces de los sectores dominados aparecen en los juicios, en los expedientes judiciales porque son sujetos criminalizados o judicializados».
A su vez, Aramendi reveló que la élite local mantenía un ojo avizor sobre las posibles insurrecciones de indígenas y afrodescendientes, «prestando atención para que no se movilizaran, que no portaran armas, que tuvieran cierto tipo de comportamiento. Porque, bueno, también eran los otros que les generaban incomodidades, dudas y una sensación de peligro». Algo que aún resuena hoy por hoy.
Pese a su gravitante incidencia demográfica y a su centralidad urbana en el Barrio del Tambor, la impronta africana ha ido desdibujándose de la memoria e identidad salteña a lo largo de las generaciones. Reconstruir estos eslabones perdidos de la historia regional es uno de los grandes desafíos pendientes para los investigadores interesados en iluminar los recovecos más oscuros del pasado colonial.
* Este artículo fue publicado originalmente el pasado 26 de abril por este medio