Los actos políticos pueden calibrarse por las presencias y las ausencias. Una y otra variable permiten concluir que el de Mar del Plata estuvo devaluado. Muchos militantes de Libres del Sur y pocos gobernadores peronistas. (Daniel Avalos)
Todo dirigente justicialista de relevancia, transitó cientos de asados rociados con buen vino en donde distintas generaciones de peces gordos partidarios explican lo que para ellos es obvio: para llegar a la presidencia siempre es preciso contar con algunas cosas insoslayables. Una de las más importantes es tener el favor de una Liga de Gobernadores. De esas que dan forma a fenomenales maquinarias que eligiendo candidato antes que la propia ciudadanía, provee al ungido de un poder territorial conformado por una intrincada red de senadores, diputados e intendentes capaces de poner al aparato en los rincones más periféricos del territorio a través de esa mezcla de rufianes y asistentes sociales prácticos que son los punteros políticos.
Si algo mostró el acto que Alternativa Federal organizó ayer en Mar del Plata, es justamente que no cuenta con tal Liga. La situación no está para nada cerrada, aunque el devenir del proceso amenaza con frustrar el objetivo. Fácil confirmarlo: el número de mandatarios presentes ayer fue inferior al que ese espacio reunía hace unos meses (Juan Schiaretti de Córdoba, Mariano Arcioni de Chubut, Gerardo Zamora de Santiago del Estero, Hugo Passalacqua de Misiones y Sergio Casas de La Rioja); de esos cinco, sólo dos son peronistas (Schiaretti y Casas); mientras el acto se desplegaba el mandatario tucumano Juan Manzur anunciaba mediante carta su alejamiento del espacio, enfatizando que aspira a la unidad del peronismo sin excluir al kirchnerismo como reclaman Urtubey y Pichetto; carta de Manzur cuyo móvil no es otro que el que atraviesa a todos los mandatarios peronistas que ayer faltaron a la cita: la necesidad de cerrar acuerdos con el kirchnerismo para mantener el poder en sus respectivas provincias.
Es la consecuencia lógica de un escenario en donde lejos de extinguirse políticamente, la ex presidente cobra fuerza. Lo muestran las encuestas, pero también otras variables que siempre sirven para medir la potencia de los espacios políticos: una figura como la ex presidente que da forma concreta a las pasiones políticas de una parte importante de la sociedad, capitanes con la inventiva necesaria para garantizar cohesión, ciudadanos comunes que explicitan fidelidad e intelectuales y periodistas que articulan simbólicamente al conjunto.
Una fuerza que no necesariamente puede hacer ganar a los gobernadores que quieren reelegirse, aunque sí puede hacerlos perder si van separados a las contiendan electorales. Tal situación nos desliza a concluir lo siguiente: siendo los peronistas hombres y mujeres pragmáticos que no compran ilusiones y descreen de los idealistas, el objetivo que persiguen ahora es garantizarse sus propias reelecciones. Objetivo que los inclina a buscar acuerdos con el repudiado kirchnerismo de hace un par de años y a cajonear el discurso que alguna vez caracterizó a quienes juraban ser parte de un justicialismo moderno que debía sepultar liderazgos personalistas, enterrar liturgias, recrear conducciones horizontales y reemplazar las nostalgias por las actualizaciones.
Uno de los pocos que acelera a fondo con ese enunciado es el gobernador salteño que seguramente calcula cómo evitar el aislamiento que sobrevuela sobre él. Lo acompaña en la valentonada un Miguel Ángel Pichetto francamente sobrevaluado por los medios y que en los hechos carece de manejo territorial. La suma de uno y otro parece ser insuficiente para lidiar con una tendencia que hace crujir la teoría de la ancha avenida del medio a la que el gobernador salteño – necesariamente – debe aferrarse para mantenerse en su cruzada.