Por el ornamento y el fardo funerario, los investigadores creen que la mujer tuvo un rol importante dentro de la sociedad. La muerte de la mujer fue datada en el momento previo a que el español ocupe la región NOA, a fines del siglo XVI d.C.
En la cima rocosa de la fortaleza de Tilcara, un equipo de investigadores halló el esqueleto de una mujer que tuvo un destacado prestigio social durante el fin del imperio incaico. Así lo informó en su edición de hoy el diario Clarín, en cuyo reporte se recordó que el Pucará de Tilcara fue uno de los pocos parajes del NOA que resistió la colonización europea por más de seis décadas. La muerte de la mujer fue datada por los investigadores en el momento previo a que el español ocupe la región NOA, a fines del siglo XVI d.C.
El esqueleto fue hallado a 30 centímetros de la superficie, en posición genuflexa, junto a una diversidad de piezas cerámicas. Su dentadura completa, la condición de mujer bien alimentada y el destacado ornamento refuerza la hipótesis de que habría tenido un rol importante dentro de la sociedad.
«La posición jerárquica de esta mujer de Tilcara se manifiesta en su fardo funerario, compuesto por una pata de lagarto, huesos de animales, pigmentos, bloques de pedernal y objeto traídos de otras regiones, como cuentas de collar, placas de metal, un mortero con adherencias de mineral de cobre y un tubo de hueso que pudo ser parte de un instrumento musical que funcionaban como una ofrenda mortuoria. En lugar de ser enterrada, quedó expuesta en un patio de arcilla como ocurría con el culto de veneración a los ancestros», señala Clarisa Otero, del Instituto de Ecorregiones Andinas (CONICET-UNJu) Instituto Interdisciplinario Tilcara-FFyL-UBA.
La tumba prehispánica se emplaza en un sector de viviendas y talleres de producción artesanal de la fortaleza, espacio que pudo haber estado destinado a producir bienes suntuarios que eran entregados al Inca. “Por este motivo, en principio, nos pareció que podía ser algún artesano vinculado a las tareas especializadas, un camayoc. A partir del análisis del contexto y todas las evidencias asociadas, se refuerza la hipótesis del rol destacado que debió cumplir esta mujer dentro de la sociedad quebradeña”, indicó Otero al diario Clarín.
En la concepción andina sobre la muerte, el cuerpo de los difuntos estaba presente en la vida cotidiana, e incluso participaban en los rituales para la toma de decisiones políticas. Los ancestros eran los responsables de generar el bienestar de las personas y propiciar la fertilidad. En situaciones de conflicto, como ocurrió durante la conquista española, el culto a los ancestros cobró nuevas fuerzas ya que se creía que los antepasados eran quienes podían brindar protección a los suyos.
“El hallazgo refuerza ciertas nociones que teníamos acerca de las prácticas funerarias prehispánicas, pero a su vez brinda nueva y valiosa información. Por un lado, la ausencia de una estructura para contener el cadáver y la presencia de fauna cadavérica que demuestra que la mujer estuvo parcial o completamente expuesta, revelan que su exposición fue intencional y su descomposición in situ. Esto implica que una vez que fue depositado el cuerpo en el patio, no se lo movió”, advierte Otero.
En el estudio de este importante hallazgo han participado más de veinte investigadores de distintas disciplinas. Esta colaboración no sólo sirvió para precisar que la mujer (mediante el análisis de estroncio radiogénico en una muestra dental y una ósea) nació y creció en otra región distinta a la Quebrada, sino que parte de sus ofrendas mortuorias, tras el análisis de la fauna cadavérica, también procedían de otros ambientes.