Repasamos la historia de un bandolero que desafío a la autoridad en Salta. Alcanzó popularidad en la década infame, amigo leal, condenado ilustre, reincidente, perspicaz y un fuera de la ley. (Carlos Fernando Abrahan)
A mediados de la década de 1930, la ciudad de Salta tenía 38.000 pobladores. Tiempos de devastación económica por la crisis capitalista; épocas de gobiernos nacionales y provinciales conservadores; miseria social, hambre, injusticias, fraude electoral y policía brava. El historiador Miguel Cáceres señala que el orden estadístico de los delitos en Salta eran los robos, peleas, violación de domicilios, violación de mujeres y homicidios.
En el verano de 1936 transcurre la historia de los bandoleros Santos Ramírez y Doroteo Hernández. ¿Quiénes fueron?: Ramírez era un correntino de 26 años, que había sido detenido por vagamundear en las calles de Salta por averiguación de antecedentes, quedando luego en libertad. Por su parte, Hernández es un preso con prontuario que cumplía condena en la Cárcel provincial que funcionaba por ese entonces en la actual Central de Policía.
Existen diversas versiones sobre cómo se iniciaron sus aventuras, lo concreto es que Ramírez planificó la fuga de su amigo preso, que tenía aún cinco años por cumplir de condena. En una salida vigilada de la prisión de Hernández, y con la asistencia de Ramírez, lograron reducir a los guardias, al aparecer ultiman de un tiro a un bombero vigilante y emprenden la huida.
En automóvil Ramírez y Hernández salieron en fuga hacia en el sur del Valle de Lerma. Alertada la policía, en la localidad de La Merced, Antonio Leonardo Morales un agente de la policía trato de impedirle el paso, siendo herido gravemente de un balazo, muriendo el 4 de enero de 1936, según el boletín oficial. La persecución creció; con rastreadores y más policías.
La historiadora María Inés Garrido de Solá señala “se llegó a decir –en un diario local- que mientras los bandidos eran buscados en el sur del Valle, estos habían estado paseando en un coche en torno a la Plaza 9 de Julio. Se comentaba sobre la terrible puntería de joven correntino (…) Pasaban los días y comenzó a crecer cierta simpatía por el joven”.
El escritor y policía Elías Boleas señala: “producida la fuga, Hernández mal herido, se infecta. No puede caminar. Estás exhausto. Se siente mal. Le pide a Santos que huya solo y se salve. Después de muchos rogar y casi pelear Hernández sale a entregarse y así lo hace. Santos Huye”. Sigue Boleas: “Santos hace todo lo posible para sacar a su amigo dilecto de la cárcel, mata a mansalva. Su figura se agiganta. Todo sucede en nombre de la amistad (…) en esto se constituye el basamento granítico de Santos Ramírez”.
Pasaba el tiempo y comenzó a crecer cierta simpatía por Ramírez buscado por la policía y requerido por la justicia. En esos días se producen, en las laderas de los cerros cercanos al San Bernardo, movimientos policiales dirigidos por el comisario jefe de investigaciones Peirone. La patrulla se enfrentó a Santos Ramírez, quien logró evadirla. Luego el cabo Nieva de la policía alcanzó al bandolero en las vías del ferrocarril que se dirigen a Cerrillos; hubo una lucha cuerpo a cuerpo, pero Ramírez usó su arma de fuego derribando al policía, que sufrió la pérdida del conocimiento, pero conservó su vida.
Conocemos tres versiones sobre los miembros de las fuerzas del Estado ultimados por los bandidos. La primera semana que fueron tres (uno de la cárcel y dos policías), la segunda refiere a cinco hombres y finalmente la tradición popular suma hasta diez. En el relato aquí reconstruido tenemos al parecer dos muertos: uno de la cárcel (sin datos), otro de la policía (Alvarado) y un herido (Nieva). Decimos al parecer porque no contamos con información sobre el primero; y en la lista de policías de Salta que perdieron su vida en enfrentamientos no figuran agentes entre los años 1925 y 1951.
Según Boleas, Santos Ramírez huyó a la provincia del Chaco donde asesinó a un hombre y se apropió de sus documentos de identidad, y dejó los suyos. Con documentos falsos, volvió a Corrientes, Curuzú-Cuatiá, en donde trabajó dos años y medio como chofer de la intendencia. Sin embargo, un comisario de esa localidad viajo a la ciudad de Salta, donde descubre el engaño de Santos.
Boleas escribe que “Traído a Salta, condenado a enorme cantidad de años, por los homicidios cometidos en la tentativa de fuga de Doroteo Fernández (que ya había fallecido), al conocer su pena, jura (…) que a los diez años saldría en libertad. Al cumplir ese lapso, ¡por su “conducta ejemplar” sale en libertad!”. Se casó estando en el penal y había nacido su primer hijo que se llamaba “Santito”. Sabemos que tuvo dos hijos más, y que vivían en la localidad de El Galpón. En una entrevista, Eduardo Falú cuenta que propuso a Guadalberto Barbieri, primer director de la Cárcel de Salta (Villa Las Rosas) inaugurada en 1941, dar clases de guitarra a los presos. El funcionario aceptó la propuesta, en ese marco Falú relata: “Me tocó enseñar en la época de Santos Ramírez, que había puesto en jaque a la policía. Era correntino, hombre duro pero macanudo fuera de sus andanzas. Actuaba a dúo con Doroteo Hernández…”.
Santos cayó nuevamente preso por delitos comunes cumpliendo nuevas condenas. En 1955, tenía 45 años, leía mucho y hacia gimnasia diariamente. Hacia trabajar a todos los presos para él, que le obedecían ciegamente. Mantenía buenas relaciones con las autoridades del penal, con un certero calculó de beneficio. Para Boleas “él sentía animadversión (enemistad) contra todo lo que significara ‘uniforme´, sin interesar su representatividad. Para él, los ´uniformes´ eran mortales enemigos. Dentro de ellos, había un ser que sólo tenía por misión perseguirlo, vejarlo, ponerlo preso”.
Al salir de la prisión decidió marcharse con su familia al sur del país buscando futuro. Partió buscando el olvido para su pasado, que quedo aquí en la memoria de quienes recuerdan y escucharon luego sobre los sucesos de los bandoleros que conmovieron a los salteños en el caluroso verano de 1936.
Estos bandidos son personajes emergentes de sociedades con peso de la ruralidad, donde el capitalismo se extiende descomponiendo viejas relaciones sociales. Surgen de clase sociales marginadas en épocas de pobreza y crisis económicas. Tienen la simpatía (a veces apoyo) en la palabra (a veces activo) de los pobladores quienes muchas veces justifican sus acciones porque estos bandoleros se enfrentan individualmente de manera desigual contra la opresión social y los representantes de la ley del Estado. Ya planteo Antonio Gramsci: “la lucha de clases se confunde con el bandolerismo…”