sábado 5 de octubre de 2024
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Salta

Salta, la ciudad idealizada

La autora analiza en esta segunda entrega sobre la ciudad de los 40, cómo la prensa se convirtió en el ámbito natural de los salteños que idealizando la ciudad pretendieron hacer de ella la metrópoli del norte. (Raquel Espinosa)

La Salta colonial idealizada ocupa mucho espacio en los diarios de la década comprendida entre 1940 y 1950. La visión engañosa de una época dorada, sin tensiones y en plena armonía, sin descontentos ni intereses encontrados, sin jerarquías ni elementos antiestéticos, donde todo es belleza y paz, se rescata para seguir representando a Salta como un lugar ideal.

Como ciudad colonial, Salta pervive en el imaginario asociada a ciertos estereotipos que producen ilusión y la dotan de especial encanto: sus célebres tejados, las floridas rejas, los engalanados patios, los alegres jardines, los tradicionales barrios, los concurridos paseos, las farolas y la presencia imponente de los balcones, verdaderos símbolos de la época colonial.

En “El ritmo de la ciudad”, artículo publicado en El Intransigente el 23 de marzo de 1942 se hace una apología de los balcones antiguos, por ser una de “esas cosas típicas de Salta”. Quien lo escribe toma como pretexto la visión embelesada de un turista que contempla un balcón de hierro antiguo. De este tipo de construcciones rescata su prestigio casi legendario por ser una expresión de austeridad, de fuerza y de señorío. De ellos dice que “eran fuertes, oscuros y hasta tercos; había que suavizarlos, pues, con el adorno galante de las flores. Y en esa mezcla de hierros y jazmines sí que hallaremos el símbolo de una edad que se caracterizaba por el nervio firme de sus varones y el romanticismo de sus mujeres”.

Estos balcones antiguos son comparados con los considerados modernos por los habitantes de la ciudad en 1942, que aparecen frente a aquellos como frágiles y sin gracia. Los balcones son también el pretexto para rememorar otras épocas donde esos baluartes arquitectónicos eran pocos porque también eran escasos los habitantes de la ciudad. Los balcones cumplían una función estética y, a la vez, una función social: eran sitios de reunión y de esparcimiento. En ellos se efectuaban las tertulias estivales, las serenatas o las despedidas. Por estas razones asumen la categoría de blasones al frente de las residencias que los poseen.

Los balcones eran para los usuarios un sitio para estar en casa y atisbar al mismo tiempo la ciudad. Una visión desde adentro hacia afuera. Para los turistas o los residentes en la ciudad, una forma de penetrar al interior de la vivienda, asistir a su pasado y a su privacidad. Una visión desde afuera hacia adentro.

Esta visión de la ciudad “ideal”, la ciudad colonial, así forjada en el imaginario social de la década de 1940 a1950 se inscribe en un espacio mayor, la provincia, también idealizada por sus habitantes-lectores. En “El gran sueño de los salteños”, artículo publicado por La Provincia, se enuncia que “Salta es la provincia de los grandes sueños”. Está destinada, por lo tanto, a las hazañas más titánicas, a las empresas de perfiles colosales, a las iniciativas electrizantes, a las proezas sin cuento. Su marca identificatoria es su “constante y noble actividad creadora” tanto en la lucha por el ideal como en la escena del trabajo: “Estamos acostumbrados a soñar con el corazón. Si no es grande la empresa, sería mengua concebirla. Es por eso que se sueña aquí en grande, sin temor a lo espinoso del camino o a los obstáculos impropios a la materialización del anhelo”. “Aquí” refiere a la posición física del observador que habla de Salta desde el ámbito de la provincia a la que pertenece, en la que se incluye. El “aquí” deíctivo remite a un espacio cuyos rasgos positivos están ligados al progreso y a la acción. Se esboza la utopía: “Salta debe ser la metrópoli del Norte”, “Esto es precisamente lo que se han propuesto los salteños. Hacer de Salta un pequeño mundo poderoso”.

Quien escribe señala las causas que justifican sus contundentes afirmaciones. La construcción del ferrocarril Huaytiquina, la perspectiva de la salida al mar, la explotación de sus ricos yacimientos de hierro, cobre y aluminio, la instalación del frigorífico por el que se está luchando en la época, la extracción de combustibles sólidos como el carbón de Chicoana, el reflorecimiento de la potencia ganadera, la intensificación de los cultivos y la industrialización de la provincia son los factores invocados para realizar los sueños.

“Aquí” es, en el presente de quien escribe, la provincia de los sueños pero, proyectado al futuro, “aquí” es la tierra prometida, la de los sueños hechos realidad: “Tanto el gobierno de la Provincia y los hombres de buena voluntad que nos representan en el Congreso de la Nación están realizando supremos esfuerzos para alcanzar este fin. Apoyarlos equivaldrá a realizar una inteligente obra de defensa común y de bienestar colectivo. Y de salvación de las nuevas generaciones…de liberación”. Finalmente, “aquí” es la provincia de las promesas que fomentan la ilusión y alimentan los sueños de un futuro mejor, de “salvación” y “liberación”.

La recuperación de la ciudad desdibujada por el vaivén del tiempo y la acción del progreso, de los cambios producidos en su arquitectura, en su diseño, en sus dimensiones y en su población se logra mediante el acto de la memoria transformada en escritura, en discurso. En este caso, específicamente, escrituras y discursos periodísticos. La reconstrucción del pasado salteño capacita para ver –y rever- los sucesos lejanos, la historia o las historias y reflexionar sobre ellos.

En los casos citados en este artículo los análisis de los periodistas evocan representaciones sociales de Salta que son visiones positivas y satisfactorias, complacientes con la ciudad vista y vivida como un hábitat acogedor, placentero. Ahora queda por ver otros artículos de la misma época donde se produce un desplazamiento, donde ya no se miran las mismas cosas, objetos y espacios. Donde surge otra Salta que muestra las tensiones entre “Salta la linda / Salta la fea”. Entre esa Salta idealizada que, a veces, mira el pasado –especie de paraíso perdido- y, otras veces, el futuro –como promesa de algo mejor- se cuela la realidad con sus tonos grises, rutinarios y comunes que le sale al encuentro.

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