Los rituales y los entierros cambiaron para quienes fallecen por coronavirus o son sospechosos de haber muerto por esa causa. Cambios en la manera en que los deudos se despiden y en la forma en que los cadáveres son tratados.
Ello tiene consecuencias sobre estados emocionales, pero también sobre las cuestiones vinculadas al tratamiento, manipulación y transporte de los cadáveres. Un equipo de investigación del diario Perfil buceo es todos esos cambios y elaboró un informe sobre los mismos.
El Ministerio de Salud de la Nación publicó el 23 de abril recomendaciones para el manejo de cadáveres fallecidos por el coronavirus. Dicho protocolo se basa en las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dadas a conocer en el 2014 sobre Prevención y control de las infecciones respiratorias agudas con tendencia epidémica y pandémica. Pero el documento resultaba insuficiente para los distintos actores que intervienen en la complejidad de las muertes en contexto de pandemia: funerarias, personal de salud, cementerios, y hasta dolientes integran esa cadena tan diversa. De allí, las modificaciones que se tuvieron que realizar a lo largo de los meses.
Autopsias y certificaciones
La recomendación del Ministerio de Salud es no realizar autopsia a los cadáveres de personas fallecidas por Covid-19, ya sea que se trate de casos en investigación, probables o confirmados. Salvo indicaciones clínicas fundamentadas, la causa es que todavía pueden contener virus vivos en los pulmones y otros órganos. Lo general es que, en el caso de fallecimientos por coronavirus, se lleva el cuerpo directamente del hospital al cementerio. La diversidad de criterios empieza cuando no se conoce el diagnóstico, pero se sospecha sobre la causa de la muerte. En CABA se lo hisopa: si el resultado da negativo se efectúa autopsia; si da positivo, no. En Provincia de Buenos Aires, en cambio, aclararon a NOTICIAS que “no hay orden de hacerle tests a todos los cuerpos. De todas formas hubo casos en los que sí se hisopó a la persona fallecida, por ejemplo cuando la muerte sucede en el hogar y la familia reporta que tuvo síntomas compatibles con Covid, o en casos en los que hubo un brote en la terapia hospitalaria y la persona falleció antes de que se la pudiera testear.”
Las funerarias
En provincia de Buenos Aires se confeccionaron dos protocolos, uno para el manejo de cadáveres con Covid-19 y otro para los servicios funerarios de fallecidos sin coronavirus. Aunque la autoridad sanitaria provincial recomienda “no ofrecer un velatorio en sala, ni cortejo o ceremonia de entierro o cremación que implique una reunión de personas”; cuando ese tipo de eventos resulta “imprescindible” se rigen por normas estrictas: no más de cinco personas en las sala y siempre las mismas; velatorio a cajón cerrado; se prohíbe consumir alimentos durante el velatorio; se toma la temperatura de los asistentes; distanciamiento mínimo de 1,5 metro; los concurrentes deben preservar una distancia mínima de un metro al ataúd. No se permite tocar ni besar el cajón y todos los presentes deben utilizar barbijos.
Cementerios
Los cadáveres de personas fallecidas por Covid-19 son considerados dentro de un grupo especial, el II, que categoriza infecciones en cadáveres según riesgo de contagio y modo de transmisión. En estos casos, los procedimientos básicos indican que el cuerpo debe ser introducido en una bolsa plástica de alta densidad, impermeable y con cierre hermético.
Allí también se presentan criterios distintos que lo complican todo. En algunos cementerios de la provincia de Buenos Aires – como el de San Miguel – no permiten entrar cuerpos con bolsas, por lo cual debe extraerse el cuerpo de la bolsa con el riesgo para el personal de contagios. Hay más: en los cementerios de Moreno, Merlo, José C. Paz y Gran Bourg no reciben cuerpos de personas fallecidas por Covid-19 para ser inhumados en tierra, sino que los mismos deben ser cremados, ir a nicho o bóveda con cajón en caja metálica. A ellos debe sumársele que muchos cementerios del país se encuentran cerrados al público y sólo puede ingresar el coche fúnebre y cinco acompañantes. Se realiza un entierro por vez, con turnos planificados, y en caso de que se hagan dos o más servicios en forma simultánea, será sin acompañantes ni familiares.
Sin unidad de criterios
Luis Fondebrider, fundador de Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que realizó las guías en tratamientos de cadáveres por Covid-19 presentadas por el Ministerio de Salud, considera que no hay una unidad de criterios. “Por un lado, se emiten protocolos en diferentes provincias, muchas veces sin una cobertura nacional, o sin los expertos especificados. A esto hay que sumarle los problemas de tipo jurisdiccional, porque en la Argentina hay diferentes niveles: municipal, provincial y nacional. Pero por otra parte también hay que tener en cuenta que intervienen las funerarias, cuyo personal es el que maneja los cadáveres en circunstancias no jurídicas que deben seguir reglas claras, que varían de provincia en provincia”, declaró al equipo de investigación del diario Perfil.
La pandemia lo cambió todo. Desde el punto de vista de Fondebrider, es una “oportunidad única” para introducir cambios y mejoras en las legislaciones, discutir cómo mejorar el sistema de gestión y manejo de cadáveres en el país. Confía: “Será beneficioso, no solo para posibles casos futuros de estas características, si no para el funcionamiento del sistema y, creo, que estamos en eso”.