martes 10 de diciembre de 2024
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“Era apocalíptico” | Salteño que trabaja en Valencia sobre la mayor inundación de la historia reciente de España

Darío es de Villa 20 de Febrero, tiene 32 años y desde hace un tiempo reside en esa región de España. Hoy relató en Cuarto Oscuro lo ocurrido durante las “riadas” que provocaron 219 muertos y de cómo enfrentan ahora el riesgo de la insalubridad.

Hace tiempo que dejó Villa 20 de Febrero de la capital salteña. Partió rumbo a España en busca de trabajo. Darío Aparicio Tasaky reside hoy a unos 10 kilómetros de la ciudad de Valencia, más precisamente en la localidad de Paiporta. La misma fue el epicentro de la catástrofe provocada por las lluvias torrenciales que desencadenaron enormes riadas que arrasaron con vehículos y mobiliario urbano, anegaron edificios, causaron 219 muertos y 93 desaparecidos.

“Vine por trabajo con mi pareja. Los dos estamos trabajando en Valencia”, dijo a modo de introducción el salteño en el programa Cuarto Oscuro que se emite por FM La Plaza (94.9). Consultado si la población tuvo algún tipo de alerta previa a la catástrofe o si la misma fue una absoluta sorpresa, Darío manifestó que “todos los años hay alertas, porque esto ya pasó en el año 1957. Acá le dicen una ‘riada’ o el fenómeno de la ‘DANA’ que ya sucedió en Valencia capital. Pero bueno, no pasa nada hasta que pasa. Nos encuentra a todos haciendo una vida normal y de repente se te viene el agua”, lamentó.

Puesto a recordar sobre el momento en que tomó conciencia del desmadre, el joven de 32 años precisó que “a mí me agarró volviendo de Valencia en el metro. No pude llegar a mi pueblo porque debía cruzar el río Turia que es el que se desmadra. Me llegaban fotos de mi señora que me decía ‘no vengas al pueblo que no vas a poder cruzar el río’. Entonces me quedé en Valencia. Al otro día veía el video y no lo podía creer. Me volví caminando y la verdad es que no había ruta. Tenía que ir haciendo mi camino entre autos dados vueltas por todos lados. La verdad es que era un panorama apocalíptico”, sentenció.

Darío también habló de los habitantes de Paiporta y la sensación de angustia infinita que los atraviesa. “Yo todavía soy nuevo acá. Uno piensa que puedo agarrar la mochila e irme tranquilamente. Pero la verdad es que, así como me costó irme de Salta, acá también me siento arraigado al pueblo y a la gente por cómo actuaron. Llega un momento en que sentís que tenés que comprometerte. Ves a la gente que necesita ayuda y entonces bueno… ‘uno se pone la camiseta’ como diríamos nosotros”, sentenció.

La crisis aún no termina. Como suele ocurrir en estos casos, al drama original le siguen otros riesgos como los problemas de insalubridad. “Si bien son fuerzas de seguridad las que están ayudando, esta es muy escasa porque son 12 los pueblos arrasados. El primer día llegaba mucha gente con su solidaridad, pero después la misma policía no los deja entrar. Hoy en día, por ejemplo, en mi calle hay una montaña de tres metros de escombros que son restos de muebles y faltan máquinas para sacarlos. Sabemos que la situación colapsó a todos, que debemos tener muchísima paciencia. También hay menos voluntarios por una cuestión de que en Valencia está todo normal. Vos cruzas el río y está todo normal. El fin de semana imagino que vendrá más gente a ayudar”, aventuró.

El salteño también narró su participación en las tareas cotidianas tras la inundación. “Vamos los vecinos y empezamos departamento por departamento a vaciar los pisos de barro. También estoy con el tema de la electricidad. A mí me dieron la luz hoy. Estuvimos una semana sin luz. Todos los días llamando electricistas, vamos piso por piso poniendo luz. Traemos agua, comida, medicamentos, lo que haga falta”, relata el joven que agradece que sus empleadores – que residen en la zona no afectada por la catástrofe – se muestran comprensivos con la situación. “La verdad que es excelente el apoyo que tengo. Todos los días me habla, me manda mensajes, pregunta si necesito algo. Por suerte la gente no pierde su trabajo porque los empleadores entienden la situación”.

Darío agradece que él y su pareja estén bien de salud, que sólo deban lamentar la pérdida de una bicicleta, mucha ropa y varios muebles. Al tramo final de la charla lo emplea para mandar tranquilidad a los familiares y amigos de Salta. “Simplemente mandarle besos y un gran abrazo; decirles que estamos bien de salud que es lo importante y que bueno, cuando esto pase nos levantaremos nuevamente”.

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