La amenaza secesionista del mendocino Alfredo Cornejo tiene un antecedente salteño más heroico: la protagonizada por el gobierno salteño en medio del primer alzamiento carapintada. Si los golpistas triunfaban, Salta se abría.
La bravuconada del ex gobernador mendocino provoca el asombro de algunos y las risas de otros. Pero al menos sirve para ejercitar revisionismo histórico. Es lo que hizo el diario Página 12 al buscar antecedentes y se topó con uno salteño: el protagonizado por el gobernador salteño Roberto Romero en la década del 80 del siglo XX en medio de la crisis desatada por el alzamiento de los militares “carapintadas” que amenazaron al gobierno constitucional de Raúl Alfonsín. El mismo está registrado en el libro ¡Felices Pascuas!, de Jorge Grecco y Gustavo González. Lo curioso del caso es la advertencia separatista de Romero no ocurrió el Jueves Santo de 1987 (cuando empezó la asonada), sino el Domingo de Pascua, dos horas antes de que Raúl Alfonsín regresara de Campo de Mayo.
“Romero, el gobernador peronista electo en 1983 (padre del futuro gobernador y actual senador Juan Carlos Romero), se dirigió al pueblo de su provincia desde la Casa de Gobierno provincial a las cuatro de la tarde de aquel domingo 19 de abril de 1987. Raúl Alfonsín ya estaba reunido con Aldo Rico en Campo de Mayo y reinaba la incertidumbre sobre la resolución de la crisis. Ante ese panorama, Romero quiso ‘fijar su posición terminante, firme y clara’. Acto seguido, anunció el envío de un proyecto de ley al Poder Legislativo provincial, a través del cual ‘para el supuesto caso de que la Constitución Nacional no resultara observada fielmente en todas sus partes con motivo de los hechos que son de conocimiento público, la provincia de Salta declara que reasumirá su soberanía, desconociendo cualquier autoridad que no se ajustara a la Constitución Nacional. Hágase conocer al gobierno federal y a las provincias hermanas’”, recuerda el medio citado.
En otras palabras, Romero amenazó con separar a Salta del resto del país si la asonada carapintada culminaba con el derrocamiento de Alfonsín. Una idea sin antecedentes en la Argentina desde la escisión de Buenos Aires entre 1852 y 1860. El anuncio generó aplausos en la concurrencia reunida frente a la Casa de Gobierno, en la Plaza 9 de Julio. Por supuesto, Romero dejó la puerta abierta a una resolución de la crisis militar, aunque de manera velada invitó a sus colegas gobernadores a tomar una actitud similar.
“Dios quiera que el Presidente venga con la solución, pero no vaya a ser cosa que el Presidente vaya a ser reemplazado porque entonces el país entero tendrá que tomar actitudes y volveremos como en 1852 a ser estados libres, y no estados compartidos como unas dictaduras que se manejan en el viejo puerto que ya nos tiene agotados”.
Aclamado por los manifestantes, y a la espera de lo que ocurriera en Campo de Mayo, el gobernador concluyó: “Yo le pido al pueblo que está acompañándonos aquí que esperemos el regreso del Presidente para festejar o para ponernos de pie a defender la democracia”.
Poco después, Alfonsín habló ante la multitud que esperaba en Plazo de Mayo. Deseó «Felices pascuas» y dijo que la casa estaba en orden. La democracia estaba garantizada. Y aunque mucho se ha discutido sobre el costo político de aquellos días y aquellas negociaciones, lo cierto es que Roberto Romero se volvió a dirigir a los salteños y declaró: “Sigue la democracia. Hoy, después de escuchar al presidente Alfonsín puedo decir: la democracia continúa”, anunció Romero al caer la noche de aquel domingo. En el libro de Jorge Grecco y Gustavo González se consigna que “la postura de Romero era inquietante y, días después, provocaría una reprimenda de Alfonsín”.