Fue en febrero cuando una de las figuras más votadas en la Capital admitió que soñaba con disputar la intendencia. Vigencia de un diálogo que también pinceló el recorrido de un cantante popular que se comprometió con la política.
Aquel 4 de febrero, CUARTO presentó a David Leiva como un outsider al que los salteños no estábamos acostumbrados: un tipo que se convirtió en celebridad en un ámbito distinto al de la política y el éxito devino en atajo para desembarcar en el Concejo Deliberante cosechando una cantidad de votos envidiable para quienes invirtieron años de militancia. Sin embargo, decíamos, existía una diferencia central entre Leiva y los outsiders como Guillermo Durand Cornejo, Alfredo Olmedo o Adrián Valenzuela: estos se caracterizaron por desplegar un discurso demonizando a la política y sobre todo a los políticos, mientras Leiva evita permanentemente satanizar a los que hicieron de la militancia una forma de vida.
“Su condición de ´chico de barrio´ juega un rol no menos importante. No sólo por la relación entre condiciones de existencia y características personales; también porque el recuerdo del viejo barrio deviene en modelo a recuperar para el presente. Modelo al que adultos y viejos suscriben por el vínculo sentimental con el barrio popular de hace tres décadas: territorio en donde las relaciones eran cara a cara; en donde se celebraba el carácter, el tesón y la audacia para ascender socialmente; o lugar en donde las escenas de pugilato nunca ponían en peligro el derecho de los niños/as de gozar de las callecitas, los baldíos y las plazas barriales que forjaban identidad entre sus habitantes”, enfatizaba CUARTO que ahí nomás aclaraba lo siguiente.
“El encanto tambalea cuando reflexionamos si es posible construir un futuro armonioso recuperando aquella parte del pasado. Ahí la política se impone y Leiva parece mucho más predispuesto y preparado que hace dos años para encarar esa empresa, aunque a veces la duda se imponga sobre si él y su equipo cuenten con la capacidad para identificar objetivos estratégicos cuyo cumplimiento requiera del diseño y la ejecución de algunos movimientos claves”.
Así empezó aquella charla que también buceo en el recorrido por la vida de ese cantante acostumbrado a trajinar lugares para ir cumpliendo objetivo. Repaso que empezó con una pregunta de cajón – ¿Cuál es tu origen? – a la que el concejal respondió: “Nací en el barrio Castañares, en 1980. Mi familia está formada por mi papá-abuelo Ángel Battaglia y mi mamá-abuela María de La Parra. Ellos criaron a mi mamá desde los 9 años. No son sus padres biológicos sino adoptivos. Mi vieja se llama Aidé Leiva, de quien llevo el apellido y tengo dos hermanos: el mayor, Guillermo, que también fue adoptado por mis abuelos, y el segundo es mi hermano de sangre y se llama Sebastián. Vengo de una familia humilde. Mi viejo se jubiló como maquinista ferroviario y después se hizo carnicero en Súper Mitre.
C: ¿Cómo fue tu infancia en ese contexto familiar y barrial?
D.L.: Muy linda. Mis tiempos los repartía entre la escuela y los amigos de la cuadra y los amigos con quienes jugaba a la pelota en un Castañares mucho más tranquilo que ahora, aun cuando ya tenía sus cosas. Jugaba mucho y mi escuela Patricio Sosa estaba a una cuadra de casa. Además, desde los tres años empecé a cantar y en la repartija de las horas diarias también entraba la casa de Claudio Sotelo (N.del R., es uno de los amigos de la vida de Leiva y uno de los fundadores de la banda “Los Juveniles Panda”, con la que ambos tuvieron un gran éxito) que fue el lugar donde aprendí a cantar. Su mamá Marta y su papá, al que le digo mi “viejito” Sotelo, me dieron la posibilidad de crecer musicalmente y me enseñaron mucho. Si a eso le sumás que era bastante inquieto y que me metía en todo lo que se armaba – artes marciales, boxeo, fútbol, atletismo – ves que mi infancia fue muy linda gracias a mi vínculo con el deporte y la música.
C: ¿Sufriste necesidades?
D.L.: Necesidades profundas no. Mi viejo era un tipo laburador; mi mamá desde muy joven trabajaba limpiando casas y cuidando otras mientras a nosotros nos cuidaba mi abuela. Mi mamá sigue trabajando hoy: es ordenanza de una escuela. Todo eso hacía que tuviéramos compensadas las necesidades básicas: podíamos estudiar, comíamos y nunca nos faltó nada. A eso súmale que yo cantaba desde muy chico y a veces cobraba y sumaba a la “parada” familiar. Gracias a Dios, desde la posibilidad que tuvieron mis viejos de trabajar nunca sufrimos necesidades grandes.
C: Nos metamos en la música. ¿Cómo empezó todo?
D.L: Repitiendo lo que cantaba mi mamá-abuela. Ella era la tanguera aficionada. Me cuenta mi mamá que en ese tiempo había una propaganda de salchichas y que yo me paraba frente al tele a cantar “Eh, oh, eh… salchichas con puré…” y a imitarlo a Michael Jackson. También inconscientemente cantaba “El sueño del pibe” en el baño, sin saber que detrás de la puerta tenía a toda la familia escuchándome. Eso fue el disparador, la toma de conciencia de que tenía la actitud para hacer lo que después se desarrolló.
También se dio que a la vuelta de casa estaba Claudio Sotelo con su familia. Su mamá era profesora de música, su papá también y ahora también Claudio lo es. En esa casa había una escuelita musical barrial. Mi familia me llevó y ahí se dieron los primeros pasos. Me acuerdo que el papá de Claudio me sentaba en la mesa del comedor y como tenían un quiosco él me daba un turrón como para entretenerme y cantaba las canciones que yo debía memorizar, porque tenía cuatro años y no sabía leer ni escribir. Las cantaba de 10 a 15 veces, y a la 16 ya las cantaba yo con él. Esos primeros pasos estuvieron cargados de cariños. Tuve la suerte de tener el cariño y acompañamiento de mis viejos, de encontrarme con una familia como los Sotelo que es como la mía. Agradezco tanto que Don Ramón me diera ese tiempo que te lo da un padre para enseñarte y formarte.
C: ¿Cuánto de todo eso explica lo que sos hoy como músico y como persona?
D.L.: Todo. En mi casa mamé que lo más importante es tratar de ser buena gente porque el resto puede estar lleno de cosas que pueden no salir. La música ha sido más importante en mi formación como persona que como artista. Nunca busqué el éxito. Nunca estuve pensando “tengo que ser exitoso”; “quiero ser exitoso”; “tengo la obligación de llegar”. No. Siempre hice las cosas con amor por lo que hacía. Claro que uno pone todo y celebra cuando las cosas se van dando y lógicamente después uno llega a un punto y dice “qué bueno que es el éxito” o “qué bueno poder vivir de esto”. Empecé muy chico. Con “Los juveniles Panda”, a los 11 años, tocaba en algunos bailes y a los 16 años ya éramos doble disco de oro, recorríamos todo el norte, teníamos mucho laburo y lógicamente la posibilidad de ganar plata. Lo que la música marcó en mi vida fue la responsabilidad, la conciencia de que podía trascender y la posibilidad de compartir con gente de muchos lugares de la provincia, del país y de todas las condiciones.
C: ¿Teniendo una carrera artística exitosa, qué te llevó a dar el salto hacia la política?
D.L.: También la música. En algún momento hice un análisis sobre qué podía hacer para ayudar y empecé a tener relación con lo social. Primero me sumé a eventos solidarios y después me puse al frente de ellos. En varios fueron amigos del folclore, como El Chaqueño o Los Nocheros, y también amigos del ámbito tropical. Entendía que con eso aportaba mi granito de arena, pero que no representaba una solución de fondo. Un festival que recolectara alimentos, vestimenta o lo que sea era buenísimo, pero no dejaba de ser un parche momentáneo y uno quiere soluciones definitivas porque yo podía llegar a un barrio y ser parte de algo que ayudara, pero al irme la situación de fondo era la misma.
Todo esto fui analizando y en eso tuve las invitaciones para participar políticamente. Cuando dije que sí, entendía que era el momento para dedicarle tiempo a la política, para aprender cómo funciona y buscar desde dentro soluciones porque por ahí las ideas son buenas, pero si no la planteas en el lado correcto no se modifica nada. Ese fue el clic.
Desde mi mirada de artista notaba, por ejemplo, que no había Arte y Cultura en los barrios y hoy los chicos tienen la posibilidad de tener vida cultural. ¿Qué pasaba? Recuerdo que llegaba a los barrios y me enteraba de que el profe de guitarra iba dos meses porque le pagaban dos meses, el tercer mes bancaba él mismo el transporte, al cuarto ya no le daba el cuero y los chicos se quedaban sin el taller y sin la oportunidad. Entonces lo que veía es que esa posibilidad dependía de que hubiera un presupuesto, un calendario específico, que los profes cuenten con los recursos económicos y también un rédito. Bueno, eso hoy es un programa. Pero esas cuestiones se fueron dando desde la política.
C: Fuiste uno de los candidatos más votados en las últimas elecciones. ¿Te sorprendió?
D.L.: No en el cariño de la gente al artista porque eso siempre estuvo. Me causó sorpresa cómo se dieron las cosas y cómo quedé posicionado dentro del esquema político. Después fue hacer cosas para justificar ese cariño que se trasladó a votos y que es confianza en alguien que viniendo de un sector humilde y habiendo trascendido desde allí, es más cercano a lo que ellos piensan.
C: ¿La función de concejal era lo que esperabas?
D.L.: No tenía una imagen previa precisa. Sí entendía que llegaba para tratar de hacer no tan solo desde la condición de concejal, sino también con la inquietud de poder gestionar, ir y buscar soluciones si es que la misma no se da en el ámbito del Concejo. Porque como concejal están las limitaciones propias de cuestiones vinculadas sólo a la ciudad, en cuanto a lo que se puede legislar o no y sobre lo que se puede actuar o no. Pero la imagen que tenía era ocupar un cargo y desde ese cargo hacer uso de lo que me dio la música: amistades y contactos con gente que están en otros ámbitos para encontrar soluciones a los problemas que me traslada la gente. Así fueron los dos primeros años donde trabajé en cuestiones culturales más ligadas a lo mío. Desde el 2018 voy trabajando cuestiones que se relacionan más con lo económico y se abre el abanico de temas a discutir. Eso es bueno porque obliga a estudiar otras cosas.
C: ¿Tu carrera se agota en la condición de concejal o tenés otros planes?
D.L.: Mi intención es continuar. En este corto tiempo pude aprender, avanzar y proyectar. Hoy puedo considerarme dentro del Concejo Deliberante una figura escuchada, alguien que opina y tiene la atención de mis pares. Eso me genera la idea de que puedo avanzar.
C: ¿Te gustaría ser intendente?
D.L.: Me gustaría algún día tener la oportunidad. Proyectar desde lo que voy aprendiendo, teniendo un equipo de trabajo y un plan de gobierno. Porque creo que más allá de quién llega, lo importante es el plan que uno podría llegar a ejecutar desde ese lugar. Es importante pensar una ciudad futura y descentralizada, imaginar soluciones a los problemas desde una visión futurista y no sólo a partir de los parches de momento. Si hoy me planteo ser intendente, es a partir de esa concepción.
C: ¿Qué te diferencia de los demás en el ámbito político? Los pasos que te trajeron hasta acá son diferentes… ¿pero eso marca una diferencia en beneficio de la gente?
D.L.: Si hay algo que me hace diferente es no provenir de una cultura política o de una cuestión partidaria, no haberme formado con la mirada que pueda tener alguien que ha militado desde su juventud. En lo personal siento que estoy muy ligado a lo que partidariamente pueda hacer el peronismo, porque entiendo que las políticas sociales son las más importantes, que igualar para arriba debe ser la forma en que debe trabajar un gobierno para brindar calidad y no asistencialismo. Los proyectos que trabajo tienen que ver con eso: dar posibilidades para que la gente pueda crecer. Mi óptica desde que era un chico de barrio hasta ahora, siempre fue que otros puedan tener las posibilidades que tuve yo para crecer, para capacitarme y formarme. Lo que sí veo es que la política siempre trabaja sobre las consecuencias de un problema. La idea es ser el que inicia la posibilidad de que las consecuencias de un problema no estallen. Desde allí trato de aportar.
C: ¿Creés que la política es una herramienta de transformación? ¿Es posible una política sin corrupción?
D.L.: Creo más en la transformación que en el cambio y entiendo que la política es la herramienta que tiene la posibilidad de hacerlo y quienes la ejercen tienen la obligación de hacerlo. En cuanto al tema de la corrupción, debemos hablar de las malas o buenas personas que están en cualquier ámbito: el político, el artístico, la medicina. Sé que en la política hay episodios que muestran a personas que se aprovecharon del lugar que ocupan y eso provoca descreimiento, pero confío en que se puede llegar a formar equipos de trabajos que desarrollen la idea de trabajar para la gente y desde la honestidad.
C: Si fueras intendente, ¿cuáles serían los ejes principales de una gestión?
Hoy la discusión está mucho en el caos vehicular y cuando se intenta resolverlo las ideas se abocan a tratar de ordenar un mismo espacio: el micro y macrocentro. Es como si quisiéramos darle un orden a una caja que hemos llenado y en la que seguimos metiendo cosas; el resultado es que, por más que le busquemos un orden, siempre hay desborde. Entonces, para resolver esto, tenemos que pensar en descentralizar servicios, que vendría a ser buscar otras cajas. Para ello, el Estado debe acompañar al sector privado para que se desarrollen otros polos en donde la gente tenga la posibilidad de encontrase con el Estado y con los sectores privados en otros puntos de la ciudad, para evitar el centro. Hoy la ciudad debe ser dividida en cuatro zonas y hasta creo que la representación en el Concejo Deliberante debe respetar esa división. Ello supone revalorizar a los barrios desde la identidad y la pertenencia de sus vecinos, lo que a su vez precisa trabajar el tema de la seguridad y el desarrollo de oportunidades desde allí. Pensar una ciudad no se limita a ver solo como avanza la “mancha urbana” sino a ordenar y armonizar lo que ya existe.
C: ¿Qué mensaje les dejarías a los jóvenes con respecto a la política y la necesidad o no de involucrarse en la misma?
D.L.: Decirles que hay que comprometerse y meterse. Hace poco – desde el partido – hicimos un encuentro de jóvenes que no tenía la intención de plantear una cuestión de bandería política. De hecho, avanzamos sobre la cuestión de legislar sin recurrir a ello porque la convocatoria tenía que ver con proyectar soluciones a partir de las problemáticas – Empleo Joven, Educación Integral, la Ciudad – analizadas en mesas de debates, pero sin banderías de por medio. Porque también creemos que lo que muchas veces repele la participación juvenil es la discusión de qué partido es mejor y cuestiones que quizás no tienen que ver con la forma de actuar para lograr un objetivo. Esa convocatoria me mostró que tienen muchas ganas de participar, pero al no querer formar parte de ámbitos partidarios se nuclean en organismos de otro tipo: asociaciones, fundaciones, movimientos y desde allí hacen política sin vinculación partidaria.
C: ¿Alguna vez sentiste discriminación por no ser parte de la clase política tradicional?
D.L.: Siempre hubo voces que han estado en contra. Capaz no me creían con la capacidad y el compromiso adecuado, quizás creían que me aprovechaba de mi fama para acceder a un cargo electivo y lógicamente tuvo que ver también con “el morocho simpático” que mientras cantaba era buena onda, pero que al pasar a la política se convirtió en competencia. Desde allí emerge la óptica de que supuestamente no pertenezco, pero los resultados me dieron la posibilidad de no ser tan discutido y de ser escuchado.
C: ¿Te subestimaron?
D.L.: Siempre existe esa idea de que si hacés tal cosa no servís para otra. Pero a veces nosotros mismos nos condicionamos por lo que los otros dicen de nosotros. En lo personal, a veces me he preguntado si lo que los otros decían de mí no sería cierto. En eso fue importante rodearme de gente que me dio confianza. Hoy soy parte de un gran equipo que trabajamos desde el llano, desde lo igual, participando, tirando ideas y entendiendo que tenemos la capacidad para hacer. Así debería ser. Si habilitáramos al otro desde su palabra y su concepto a plantear ideas, formas de trabajo y objetivos, ello provocaría que lleguemos más rápido a las soluciones. Habilitar también a sectores que trascienden la política porque la concepción de política que pueda tener el carnicero, el verdulero, el panadero, el lechero, el tachero, el abogado o el laburante común es importante. Lo vez en el barrio cuando llegas: la gente te habla del problema y hasta de dos o tres soluciones posibles para el mismo. Eso genera que uno traduzca en proyecto y acción lo que la gente te plantea. Por eso es necesario que nos escuchemos más.
C: ¿Cómo te gustaría que te recuerde la gente tras tu paso por la política?
D.L.: Como alguien que hizo cosas que ayudaron a encontrar soluciones a problemas existentes y que abrió posibilidades de realización para el futuro.