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Efemérides | Mario Roberto Santucho y los orígenes de la guerrilla argentina

Un 19 de julio de 1976, murió en un enfrentamiento Mario Roberto Santucho. Era santiagueño y fue el fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la guerrilla marxista más importante en la historia del país.

Santucho representa valoraciones antagónicas. Para algunos personifica el odio subversivo; para otros un ser entregado a la revolución. Lo cierto es que un día como hoy pero de 1976, el jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) cayó bajo las balas de un capitán del Ejército de apellido Leonetti que junto a 3 militares se dirigieron a un departamento de Villa Martelli en busca del dirigente del ERP Domingo Mena, aunque jamás pensaron encontrar allí al líder de la organización.

La puerta del departamento se abrió ante el llamado del portero del edificio que, obligado por los militares, tocó y ante la pregunta de “¿quién es?” respondió “El portero, Rubén”. Según las declaraciones de Rubén la balacera fue infernal y en ella murieron Santucho, varios compañeros suyos y el mismo Leonetti. Los cuerpos de los primeros, no obstante, continúan desaparecidos.

Santucho, Urteaga y Gorriarán Merlo.

Santucho había nacido en Santiago del Estero en el seno de una familia en donde la política lo era todo. Su padre fue diputado radical y entre sus hermanos se contaban frondicistas, peronistas, seminaristas tercermundistas y un apoderado del Partido Comunista. En la librería de uno de ellos se organizaban conferencias con intelectuales reconocidos de la época y en julio de 1961 Santucho fundó el Frente Revolucionario Indoamericano Popular, un embrión de partido inspirado en las ideas de los peruanos Víctor Haya de La Torre y José Mariategui. El periódico de la organización, “Norte Revolucionario”, contaba con su versión en quechua “Canchaj” dando cuenta del interés por la problemática indígena.

Por entonces, Roberto estaba casado con la salteña Ana María Villareal, militaba en la Facultad de Ciencias Económicas de Tucumán, se había recibido de Contador, había viajado a Cuba revolucionaria y estaba convencido que siendo la economía azucarera el sector clave de la región, los obreros del azúcar jugarían el rol de vanguardia revolucionaria. Por ello mismo decidió instalarse en Tucumán. Allí el FRIP se unió a la organización trostkista “Palabra Obrera” y en 1965 forman el Partido Revolucionario de los Trabajadores que en 1968 opto por la lucha armada. A pesar de su guevarismo, el PRT adopta el modelo vietnamita según el cual “en la guerra revolucionaria (…) el partido manda al fusil”.

No obstante ello, la “razón política” declamada no pudo terminar con la “razón militar” que relegó la política a un segundo plano en nombre de la acción. Para muchos he allí la clave que determinó la derrota política y militar de la organización marxista más importante de la historia argentina. El tiro de gracia en esa derrota fue la muerte del propio Santucho que provocó que algunos la celebraran por considerarlo un terrorista, mientras otros la lloraron por considerarlo un idealista.

Para ejemplificar esas visiones antagónicas podemos recurrir a dos figuras descollantes de aquellos tiempos. Uno de ellos es Robert Cox, director del Buenos Aires Herald y uno de los pocos periodistas que se atrevió a denunciar la desaparición de personas en plena dictadura lo cual le valió el reconocimiento de las Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo, el miércoles 21 de julio, Cox se refirió a la muerte de Santucho de la siguiente manera: “Va contra la naturaleza humana el alegrarse ante la muerte de otra criatura humana, pero la gente más decente y la de mejor corazón (…) no podrá evitar un sentimiento de profundo alivio ante la noticia de la muerte, el lunes por la tarde, de Roberto Mario Santucho”.

Del otro lado, podemos citar a quien en 1957 había recibido el premio Nobel de Literatura, el polaco Witold Gombrowicz quien recorriendo nuestro país hizo contacto con la familia Santucho y escribió del guerrillero lo siguiente: “Es un muchacho de ´color subido´, cabellera negra ala de cuervo, piel aceite ladrillo, boca color tomate, dentadura deslumbrante. Un poco oblicuo, a lo indio, robusto, sano, con ojos de astuto soñador, dulce y terco. Y algo más (…) es un soldado nato. Sirve para el fusil, las trincheras, el caballo (…) En general, ellos me recuerdan mucho a Zeromski y sus compañeros de los años 1890: entusiasmo, fe en el progreso, idealismo, fe en el pueblo, romanticismo, socialismo, patria”.

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