Aseguran que por sus características biológicas los adolescentes son más nocturnos pero al madrugar para ir al colegio rinden menos. Proponen adecuar horarios o que al menos las materias blandas vayan en las primeras horas.
“En los últimos años se sumaron estudios científicos que reafirman que entrar tan temprano al aula influye en forma negativa en los rendimientos escolares”, enfatiza un artículo publicado por Clarín en su edición de hoy. Por ello mismo, aseguran, cada vez se escuchan más voces que piden retrasar la hora de inicio de clases o reorganizar el calendario escolar de modo que en las primeras horas no haya materias como matemática, física u otras ciencias duras.
Una última investigación de científicos estadounidenses fue tomada como referencia por quienes piensan así. La misma comprobó que 6 de cada 10 alumnos necesitaría empezar al menos media hora más tarde para rendir mejor. “El paper fue publicado en la revista Nature por los biólogos Benjamin Smarr, de la Universidad de California, y Aaron Schirmer, de la de Northeastern Illinois. Allí se demuestra cómo los desajustes entre el ritmo biológico de los estudiantes y su entorno –conocido en la jerga como “jet lag social”- impacta negativamente en los aprendizajes”, sintetiza Clarín.
Para la investigación, estudiaron durante dos años a casi 15.000 estudiantes y encontraron que la mayoría sufre este trastorno y obtienen peores notas. Sólo un 40% tiene el reloj biológico sincronizado con sus agendas escolares.
Desde el sábado y hasta este miércoles se está realizando en Florida, EE.UU., el Congreso Internacional de Ritmos Biológicos, donde hubo una sesión específica sobre el impacto del jet lag social en la educación. Allí el biólogo Diego Golombek representanta a la Argentina y le dijo a Clarín que “los adolescentes tienen un ritmo más nocturno y esto es biológico. Se suman los estímulos culturales que hacen que se acuesten más tarde. Por eso, estamos pidiendo que se retrase al menos media hora el inicio de la clase a la mañana”.
Golombek explica que el reloj biológico no es homogéneo. Hay personas muy matutinas (conocidos como “alondras”) y otras muy vespertinas (“búhos”). Además, todos vamos cambiando a lo largo de la vida.
“Los adolescentes son los típicos búhos. En general hacen todo más tarde, se quedan mirando televisión o chateando con amigos. Pero al día siguiente las clases empiezan muy temprano y en las primeras horas están literalmente dormidos, y acumulan una deuda de sueño que hace que haya más ausentismo, se enfermen más y tengan menor rendimiento académico”, dice Golombek.