viernes 26 de septiembre de 2025
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“Nuestra tierra” | El documental de la salteña Lucrecia Martel “ilumina el Festival de San Sebastián”

La crítica internacional celebra las producciones argentinas en uno de los festivales de cine más prestigiosos del mundo. “El cine argentino brilla en San Sebastián pese al ataque devastador de Milei”, publicó el diario El País de Madrid.

“Pero si hay una película argentina en San Sebastián que parece representar no solamente al cine nacional sino al país todo, en su poderosa identidad artística, en su belleza ancestral y también en sus conflictos más profundos y dolorosos, ése es el documental Nuestra tierra, de Lucrecia Martel, que concursa en la sección Horizontes Latinos, luego de su estreno mundial en el Festival de Venecia”, destacó Luciano Monteagudo en una nota publicada hoy en el diario Página 12.

El crítico destaca el quinto largometraje de la cineasta salteña y enfatiza que la producción toma como punto de partida el asesinato del dirigente indígena Javier Chocobar, ocurrido en 2009 dentro de la región de la comunidad diaguita Los Chuschagasta, en la provincia de Tucumán, a manos del terrateniente Darío Amín y dos expolicías que lo escoltaban.

“Sin embargo, lejos de circunscribirse a ese crimen, que quedó documentado por una cámara digital del propio homicida y cuyas imágenes desde entonces circulan por YouTube, Martel lo trasciende para reflexionar sobre el discurso histórico de las clases dominantes que conducen a ese asesinato”, destaca la reseña publicada.

Aunque se trata del primer documental de una cineasta consagrada en el ficción, “una mirada más atenta al universo creativo de la directora revela que las preocupaciones centrales de Nuestra tierra –la visibilización de los pueblos originarios, la violencia material o simbólica que las clases dominantes han ejercido sobre ellos- están presentes en la obra de Martel desde sus comienzos”, enfatiza Monteagudo.

Tanto en La ciénaga (2001), como en La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008), “las ´indias´ eran las representantes de la clase prestadora de servicios, eran esas ´chinas carnavaleras´ que recogían del piso los vidrios rotos de los patrones, y hasta a la patrona misma, derrumbada por el vino con ´hielitos´, quien nunca dejaba de quejarse y hasta de sospechar de que le robaban las toallas”, destaca. En “Nuestra tierra” también son las familias blancas las que despojan –incluso de sus vidas- a las familias originarias.

“En Nuestra tierra Martel descubre en un caso en particular las raíces del atávico saqueo que vienen sufriendo los pueblos originarios por parte de las clases dirigentes blancas. La película utiliza la puesta en escena del juicio oral a los asesinos de Javier Chocobar como su propia puesta en escena: ante el tribunal, los perpetradores dan por sentado que sus papeles son suficientes para justificar la posesión de la tierra, sin tener en cuenta los reclamos históricos de la comunidad aborigen de Chuschagasta. Frente a una institución judicial que los percibe ajenos, la familia de la víctima no sólo tiene que probar que sus ancestros ya poblaban y trabajaban esos predios antes de la Independencia; también están obligados a demostrar su propia existencia, ante testimonios de historiadores que afirman que esa comunidad se extinguió en 1807. El lenguaje colonial se ha impuesto sobre el territorio latinoamericano y se perpetúa en pleno siglo XXI”.

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