viernes 13 de diciembre de 2024
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La Batalla de Salta | Belgrano y el mayor logro militar argentino en toda su historia

Ocurrió el 20 de febrero de 1813 en Salta y catapultó a Manuel Belgrano a la gloria, aunque algunos le reprocharon su “blandura” con los vencidos. Su respuesta a la crítica agigantó aún más su condición de pensador integral.

Había nacido el 3 de junio de 1770 y también era miembro del ala extrema de la Revolución. Las crónicas lo describen rubio como su primo Juan José Castelli aunque a diferencia del “orador de la revolución”, se dice que Belgrano era un hombre pudoroso que, sin embargo, se exaltaba fácil. También fue clave para tramar conspiraciones que posibilitaran el avance del proceso emancipador, aunque su naturaleza era más bien la del intelectual que se convirtió en guerrero que protagonizó, por ejemplo, la batalla de Salta en donde practicó una piedad que lo enalteció.

Recordemos para ello que el 20 de febrero de 1813 nuestra ciudad fue escenario de un triunfo que Bartolomé Mitre calificó como el mayor logro militar de las armas nacionales en toda su historia. Por ello los trofeos de esa batalla fueron recibidos en Buenos Aires en marzo de ese mismo año en medio de una euforia popular que impulsó a que la Asamblea del año XIII recompensara al héroe con un sable con guarnición de oro y 40000 pesos que Belgrano destinó para la construcción de cuatro escuelas que nunca vio nacer, confirmando así que en este país suele ocurrir que el sacrificio de algunos que benefician a muchos casi siempre queda en la nada.

Pero volvamos al triunfo militar que fue fruto de su creatividad. Y es que el jefe español, Pío Tristán, esperó al ejército revolucionario en el Portezuelo seguro de que la estrechez del ingreso a nuestra ciudad permitiría resguardar mejor la misma. Enterado, Belgrano siguió los consejos de un salteño e ingresó al Valle por la Quebrada de Chachapoyas; a ello siguió el acampe en Finca de Castañares para un día después protagonizar la batalla que culminó con los realistas sitiados en las inmediaciones de la actual Plaza 9 de Julio.

Concluía así el impulso revolucionario que después de perder terreno hasta Tucumán, recuperó esa provincia, la nuestra y Jujuy, aunque Belgrano no se libró de las quejas: le reprocharon su blandura ante el enemigo por aceptar la demanda realista de una claudicación honrosa; que la retirada de los vencidos se acompañara con honores y que 2776 prisioneros recuperaran la libertad tras prometer no tomar nuevamente las armas.

Todas medidas, según los detractores, que volvieron inútiles las ventajas que la victoria militar había otorgado. El prócer argumentó que sus decisiones eran de corte político. Confiaba – a diferencia de Mariano Moreno que ya había sido asesinado – en que los “liberados” difundieran las virtudes de la Revolución en el campo de batalla pero también en el de los valores.

He allí la naturaleza de Belgrano. Era otra cosa. Alguien que obligado a recurrir a la guerra confiaba en la posibilidad de acumular razones que convencieran al enemigo de que las causas populares como la que encabezaba eran indetenibles. Puede que confiara, incluso, en que los soldados liberados engrosarían luego las tropas revolucionarias, lo cual no era descabellado en tanto la mayoría de esos soldados eran originarios del Alto y el Bajo Perú.

El razonamiento político estaba acompañado de otro filosófico. Belgrano los explicitó en una carta que dirigió a Feliciano Chiclana el 1° de marzo de 1813 donde afirmaba lo siguiente: “siempre se divierten los que están lejos de las balas y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores de los infelices heridos”. Dejaba claro que la guerra en medio de la locura posee un lado bueno: el sufrimiento, el dolor, las privaciones y la muerte casi siempre impulsan a los que la protagonizan a tratar de terminarla.

Como suele ocurrir en estos casos, los de afuera lo entendieron mejor que los de adentro. El novelista paraguayo Augusto Roa Bastos escribió sobre Belgrano lo que tal vez sea el mejor homenaje al argentino: “Alma transparente la de este hombre ignorante de la maldad (…) hombre de paz condenado a ser distinto de lo que él era en la profundidad de su ser (…) Santo vivo con uniforme de general”.

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