Estuvimos en la masiva manifestación que se congregó este miércoles en Buenos Aires para protestar por la condena a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Vuelve?
Fue un día peronista. No sólo porque el cielo estaba celeste, el sol brillaba y las nubes habían desaparecido más que los libertarios. Sino porque el clima que se vivió este miércoles en Plaza de Mayo, en la Ciudad de Buenos Aires, fue el de una jornada de otra época. Como si de repente estuviésemos en 2011 y Cristina Fernández de Kirchner no fuera una condenada por la Justicia sino la líder política más importante del país. Quizás lo sea.
La jornada vivida ayer fue la culminación de una semana en la que todo pareció volver a la Década Ganada. Los y las jóvenes que hace quince años eran muy chicos o no habían nacido pudieron comprobar de qué se trata todo eso. Del peso que puede tener una postura que es capaz de renacer de sus cenizas.
Se podría decir que durante la gestión de Alberto Fernández hubo un repaso de aquellos años. Pero eso era diferente. En la plaza, ayer, no estaba Alberto. Estaba Cristina. La militancia orgánica y la autoconvocada se reunió para reclamar por una condena que a todas luces parece una maniobra política para proscribir a la principal opositora al gobierno de Javier Milei y al PRO de Mauricio Macri.
Y se pudo comprobar que la mística sigue intacta. No sólo por la convocatoria masiva que llegó desde todos los puntos del AMBA o de distintas provincias, sino por ese «algo más» que el kirchnerismo posee y que hasta ahora sus oponentes no han conseguido. La relación entre Cristina y sus seguidores es de una química diferente. Un legado peronista de tradición que se mantiene a través de las generaciones y los dirigentes.
Algo de eso ya se había percibido en los días previos, en la esquina de Humberto 1° y San José, donde Cristina tiene el domicilio en el que deberá pasar los próximos seis años, según la Justicia. El frío y la lluvia no habían sido rivales dignos del fervor militante que colmó el barrio porteño de Constitución y se plantó a saludar a «La Jefa», que salió innumerables veces a su balcón a saludar.
El clima que se vivía en esa esquina difiere mucho de lo que se dijo en los canales de televisión más conocidos, que intentaron imponer una visión de protesta de los vecinos de Cristina por las manifestaciones. Lo cierto es que nunca se percibió un mal momento en la zona. Los comerciantes aprovechaban para vender bebidas, comida y otros productos. Otros alquilaban sus baños. El bar más cercano estaba siempre lleno. Los vecinos hacían la V con sus dedos desde las ventanas.
¿Qué pasará de ahora en más? Las encuestas aseguran que la imagen positiva de Cristina ha subido. Hasta en el tibio PJ Salta, que no se animó a enviar colectivos pese a la insistencia de sus militantes estudian apoyarla si eso les conviene para juntar votos en octubre. Los libertarios empiezan a aprender que al peronismo para matarlo, no hay que declararlo muerto.
