Estudio revela incremento en casos de fatiga crónica y disminución de satisfacción laboral en el primer semestre de 2024. Expertos advierten sobre las consecuencias del síndrome de burnout en la salud y productividad.
Un estudio reciente del Observatorio de Tendencias de Insight 21 ha revelado un aumento significativo en los casos de estrés laboral en Argentina durante la primera mitad de 2024. Según los datos recopilados, el 33% de los trabajadores argentinos reporta sentirse tan cansado que no puede realizar otras actividades después del trabajo.
El informe, que forma parte de un seguimiento que el observatorio realiza desde 2018, también señala que el 24% de la población afirma que la mayor parte de los días siente que no puede relajarse después del trabajo y que le cuesta cada vez más iniciar una nueva jornada laboral. Estos hallazgos han llevado a los expertos a advertir sobre un aumento en la probabilidad de padecer el «síndrome del trabajador quemado» o burnout.
Luis Morera, director del Observatorio de Tendencias Sociales y uno de los autores del estudio, explica que el estrés laboral es un fenómeno multicausal influenciado por variables sociales, económicas y personales. «El contexto socioeconómico impacta mucho. Si uno no tiene satisfechas las necesidades básicas, es muy probable que experimente estrés crónico y agudo», afirma Morera.
El estudio también revela una disminución general en los niveles de felicidad entre los argentinos. Solo el 50% de la población se siente satisfecha con su vida, mientras que el 63,4% está disconforme con su situación actual. Curiosamente, el grupo etario de 18 a 29 años mostró un aumento en los niveles de felicidad, mientras que los adultos de entre 50 y 59 años presentaron una importante caída en este aspecto.
Leonardo Medrano, Secretario General de Academia y Desarrollo de Universidad Siglo 21, subraya la importancia de abordar esta problemática: «El bienestar emocional es crucial para el desarrollo de la población y, por ende, debe ser considerada una de las prioridades tanto en las políticas públicas como corporativas. Desde una perspectiva económica, el burnout y la baja felicidad no sólo afecta la calidad de vida de las personas y la cohesión social, sino que también repercute en la productividad».