En 1975, Diana Oesterheld vivió en Salta junto a su pareja y su hijo. «Aquí hay un trato más humano», decía en una carta a su familia, al describir el día a día de los habitantes de la ciudad. Poco después fue secuestrada por la dictadura.
El estreno de la serie El Eternauta revivió el interés por su autor, Héctor Germán Oesterheld, quien fue secuestrado y desaparecido por la dictadura militar. El escritor no fue el único que cayó en su familia. Sus cuatro hijas, Diana, Estela, Marina y Beatriz también fueron asesinadas. Tres de ellas permanecen desaparecidas. Dos estaban embarazadas. Esos niños también desaparecieron, al igual que tres parejas de las hermanas Oesterheld. Todos militaban en Montoneros.
Diana Oesterheld, una de las cuatro hijas del autor de El Eternauta, tuvo a su hijo Fernando en 1975. Poco después viajo a Salta, donde su pareja, Raúl Araldi, ya estaba instalado para profundizar el trabajo de Montoneros en la zona.
La familia se instaló en una pensión ubicada en Caseros 1043. No era la primera vez que Diana Oesterheld viajaba al norte argentino. Ya lo había hecho en 1971, cuando vino junto a compañeros de colegio. Una experiencia que la marcó para siempre y ayudó a definir su vida militante.
En una carta escrita en julio de 1975, Diana, nacida en 1953, relataba a su familia algunas de sus experiencias en nuestra ciudad. Decía: «Todo por aquí es como yo ya lo conocía. La pobreza, la aridez del lugar, son cosas que nos hacen pensar mucho. Por eso estamos aquí. Yo quisiera que todos ustedes pudieran ver esto. Son cosas que me dan más ganas de seguir aquí y viviendo para eso. Además la gente aquí es totalmente diferente (…), hay un trato mucho más humano».
Luego agregaba: «Tenemos un grupo de amigos, que también son compañeros, y ellos también tienen hijos. El otro día fuimos nosotros tres con un matrimonio y dos nenes en un rastrojero a un cerro (…) juntamos berros para hacer ensalada. Fue una tarde hermosa. En diez minutos ya estábamos rodeados de naturaleza. Fernando se va a poner lindo acá con tanto sol y aire puro».
Luego se despedía con un advertencia para su familia: «A escribir pronto porque por ahí nos tenemos que mudar de pensión». La actividad política en la previa del golpe militar era un riesgo.
La carta y las imágenes que forman parte de esta nota están incluidas en el libro Los Oesterheld, de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami. Un trabajo publicado en 2016 que profundiza en la historia de esa familia destrozada por la dictadura militar.
En el libro, las autoras retratan así la experiencia salteña de Diana: «Aprovechaba los días de primavera para pasear por la ciudad con Fernando. Vivían en una pensión a seis cuadras de la plaza principal y de la Casa de Gobierno, en donde cuatro años atrás había estado con sus compañeras del Cardenal Spinola. Se sentía distinta, madura. Fernando tenía tres meses y medio, decía ajó hasta cuando tomaba la mamadera y con la mano derecha se sacaba el chupete cada dos minutos. Ese solo gesto la emocionaba y la llevaba a pensar cuánto, y qué rápido, había cambiado su vida».
«Con el bebé a cuestas, viajaba periódicamente junto a Raúl a las afueras de la ciudad, donde intentaban reconstruir algo de la estructura local, que en ese entonces era un apagado reflejo de tiempos promisorios. Montoneros había tenido su momento de mayor penetración política en la provincia durante la gestión del gobernador peronista Miguel Ragone junto al campesinado, los estudiantes y docentes universitarios, la administración pública y el transporte. A fines del 74, la intervención de la gobernación pondría fin a esa suerte de primavera salteña. Ya para el 75 la represión legal e ilegal, potenciada por el Operativo Independencia, haría coincidir la crisis político-institucional de la provincia con la debilidad de las estructuras de la organización dentro de ella», agregan.
«Diana y Raúl habían depositado sus expectativas de reconstrucción en el Partido Auténtico, en especial cuando a fines de agosto los ex gobernadores de Santa Cruz y Mendoza, Jorge Cepernic y Alberto Martínez Baca, viajaron a Salta para convencer a Ragone de sumarse. El entusiasmo duró poco: Ragone desistió y, ante el desolador panorama local, en pocas semanas la pareja le dio forma a la posibilidad de instalarse en Tucumán», finalizan.
Diana, Raúl y Fernando se mudaron a Tucumán en diciembre de 1975, «después de que el Ejército y la policía arrasaran con Salta». Diana fue secuestrada en agosto de 1976. Una semana antes, durante un tiroteo, había dejado a Fernando en una casa para poder escapar de los militares que la perseguían a los tiros. El Malevo Ferreyra se apoderó de su hijo y lo llevo a un hogar como NN.
Una vez secuestrada, Diana intentó quitarse la vida. «Hija de puta, aquí no se muere nadie si no queremos nosotros», le dijeron los militares que la torturaban. Raúl cayó poco después. Ambos siguen desaparecidos. Fernando fue entregado a sus abuelos paternos.


