miércoles 9 de octubre de 2024
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Historia | A 47 años de la “Masacre de Trelew” en donde fusilaron a la salteña Ana María Villarreal

Se trató de los fusilamientos a 16 miembros de organizaciones armadas peronistas y de izquierda en la madrugada del 22 de agosto de 1972. Los mismos se habían entregado luego de protagonizar un intento de fuga parcialmente exitoso.

Hablemos hoy de los años 70 y de una salteña que protagonizó esa época tumultuosa. Se llamaba Ana María Villarreal, había nacido en 1936, se licenció en Artes Plásticas en la Universidad de Tucumán y allí conoció al Contador Roberto Santucho quien en julio del año 1970 fundó la guerrilla marxista más importante en la historia del país. Ana María Villarreal sumó el apellido Santucho al suyo y con el líder del ERP tuvo 3 hijos.

Desde entonces, cada vez que la prensa hablaba de ella realzaba la nota remarcando que se trataba de la esposa “de”. Escapó de ello el 12 de marzo del 71 cuando los diarios informaron que el ERP había asaltado un camión frigorífico para repartir reses en una villa de Córdoba y que el hecho terminó con un tiroteo y una mujer herida y apresada.

No se aclaró que era la mujer de Santucho porque Ana María poseía identificación falsa, aunque en adelante no ocurrirá lo mismo. Cuando escapó de una cárcel cordobesa en junio de ese año su peligrosidad se asoció al apellido; cuando fue nuevamente apresada en febrero del 72 en un colectivo con destino a Salta también. Por ello su destino carcelario culminó en el penal de máxima seguridad en Rawson.

Allí protagonizó junto a otros militantes una fuga que la prensa calificó como “la operación más espectacular realizada hasta ahora por la guerrilla urbana argentina”. Miembros del ERP, FAR y Montoneros tomaron un avión en Comodoro Rivadavia, otros realizaban señas a los detenidos de Rawson que tomaron el penal y redujeron a 60 guardias, uno de los cuales recibió una ráfaga mortal y fue rematado, según la prensa, por la propia Villarreal.

Ciento veinte presos se aprestaban a dirigirse a Trelew y tomar el avión ya secuestrado por guerrilleros que desviarían el vuelo a Chile aunque los grupos que esperaban con camiones afuera del penal interpretaron los disparos como señas de fracaso y se retiraron. Sólo un Falcon quedó apostado y en él subieron 6 que por su condición de líderes de las organizaciones tenían prioridad.

La salteña quedó en el grupo de 19 que esperaba en vano y terminaron en taxis rumbo al aeropuerto, aunque al llegar el avión había partido. Se entregaron a cambio de la presencia de médicos y periodistas que registraran su estado e improvisaron una rueda de prensa para finalmente ser trasladados a la base Almirante Zar de Trelew.

El 23 de agosto los militares informaron que en la madrugada del 22 el capitán a cargo de la vigilancia de los prisioneros fue atacado por un extremista que le arrebató el arma y los oficiales a cargo se vieron obligados a “barrer” el lugar. El diario “La Opinión” informó que la versión “resultaba increíble”: ningún militar herido y 16 de los 19 detenidos muertos.

Días después, los padres de los 3 sobrevivientes declararon que los relatos de sus hijos concordaban, aunque desde el mismo 23 la opinión pública repudió los fusilamientos con movilizaciones, disturbios, huelgas y la decisión chilena de considerar a los 10 guerrilleros fugados en el avión como asilados políticos y autorizar su traslado a Cuba.

Los muertos fueron trasladados a sus ciudades de origen para ser velados pero la salteña no corrió igual suerte en lo inmediato. Sus restos fueron de los últimos en salir de la sede militar de El Palomar y recién el 24 de agosto llegó al local del peronismo porteño que cedió su cobijo a todos sin distinciones ideológicas y/o partidarias.

En el lugar esperaban sus padres y tres hijas y al poco tiempo la policía invadió el lugar con gases lacrimosos. Evitaban que la familia comprobara que estaba embarazada. El poco conocimiento sobre Ana María Villareal grafica que todavía acusemos problemas para reevaluar el fenómeno de la violencia política en aquel entonces. Un silencio que nuevas generaciones rompen con estudios de diversos tipos que incluyen intenciones legitimantes o demonizantes, pero también de comprensión de un período poco estudiado.

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