viernes 13 de diciembre de 2024
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PJ de Salta | El partido al que nadie quiere cerca y es la piedra en el zapato del oficialismo

Si bien hace años dejó de ser el atajo para las buenas performances electorales, sorprende la firmeza con que el kirchnerismo y el romerismo lo excluyen de sus armados, complicando las relaciones del oficialismo con aliados. (Daniel Avalos)

Todo el activo político se pregunta si podrá el gobierno provincial mantener la fecha –4 de julio– de las elecciones legislativas provinciales. En el oficialismo dicen que sí; los opositores aseguran que no. El ruido que producen los cruces nos distrae de la tarea de observar lo que ocurre con los armados de los frentes electorales que deberán inscribirse en apenas 20 días. Hagamos foco acá en esto y marquemos lo siguiente: el desaguisado atraviesa todos los espacios. Hasta el del Partido Obrero, que por estos días dirime la posesión de la verdad revolucionaria en sede judicial.

Prescindamos en estas líneas de bucear en las profundidades de la fuerza trotskista. Detengámonos en quienes están convencidos de que las próximas elecciones les permitirán acceder a cuotas de poder político –Frente de Todos–, engordar un espacio propio –romerismo– o incrementar poder y gobernabilidad –saencismo–. Como ocurre cuando el enredo es grande, uno no sabe bien por dónde comenzar. Un buen punto de partida parece ser lo que ocurre con el Partido Justicialista de Salta: están los que no lo quieren cerca y están los que se preguntan qué hacer con él.

El Frente de Todos se ubica entre los primeros. Ya pudo digerir el anuncio que el ministro del Interior de la Nación le realizara sobre la necesidad de abrirle el Frente al partido para las elecciones nacionales, pero el sabor amargo que persiste se enjuaga con la firme decisión de excluirlo del armado provincial. La voluntad es compartida por los dirigentes del sector que albergan una incurable pasión por lo imposible, pero también por quienes creen que las reuniones de presidentes de partido que estructura al espacio terminan pareciéndose a un juego de palabras interminable que aborta las acciones que puedan generar avances prácticos.

El romerismo es menos tajante, pero también sugiere que la continuidad de su alianza con el gobernador Sáenz depende de la exclusión del PJ del armado provincial. Hay aquí palomas y halcones. Los primeros son más flexibles a la lógica del cálculo y los criterios de la conveniencia política; a los segundos los caracteriza la convicción de que son los suficientemente importantes como para salirse con la suya. Estos últimos encontraron un aliado inesperado y coyuntural en las anónimas manos justicialistas que bajaron el cuadro de Juan Carlos Romero de la “galería” de presidentes partidarios en la sede justicialista. La torpeza nutrió de argumentos a quienes por motivaciones políticas distintas, creen –como la dirigencia del Frente de Todos– que nada puede aportarles un PJ que cobija figuras desgastadas, bribones sin coartadas históricas para justificar tropelías y a militantes de La Cámpora. El hecho, incluso, deslizó a la intendenta a desenfundar el teclado para condenar por Twitter la afrenta a su padre. Es lógico. Son millones las hijas o los hijos que sienten la obligación de expresar lo que sienten cuando uno de los hombres más importantes de sus individuales vidas es blanco del maltrato o el destrato. Habrá que esperar para presenciar el desenlace del desencuentro que, en lo central, será zanjado por un Juan Carlos Romero que consolida su condición de pater familiae que explica a los suyos las ventajas de ir por aquí o de encarar por allá.

Así llegamos al oficialismo provincial, que monopoliza la figura que concentra la mayor popularidad en la provincia –el gobernador–, tiene candidatos para ofertar que gozan de buenos niveles de conocimiento, controla el Estado y por ello dispone de la iniciativa política. Su piedra en el zapato es ese PJ al que copó con una espectacularidad sobredimensionada porque sus anteriores ocupantes abandonaron el campo de batalla privando a los conquistadores de algún simulacro de escaramuza que pudiera presentarse como un arrojo heroico. A ese partido debe dar cobijo electoral tensando –lo dijimos– las relaciones con un romerismo al que desean dentro del armado electoral para garantizarse un triunfo contundente en la categoría que siempre concentra la atención en elecciones de este tipo: la senaduría por Capital.

Habrá en el oficialismo quienes, priorizando la contundencia, prefieran satisfacer los deseos del demandante aliado; y estarán los que aseguren que se pierde menos explicando un triunfo poco rutilante que permitiendo que un socio fuerce una discusión entre pares con el gobernador, horadando así la autoridad de quien debe gozar de la condición de jefe político provincial. Tienen razón en un punto: un distanciamiento entre saencismo y romerismo amenaza la contundencia del triunfo electoral pero no el triunfo mismo. No resulta menos cierto, sin embargo, que un romerismo liberado de compromisos electorales está en condición de asumir la conducción del antiperonismo salteño: el PRO, el olmedismo organizado en el partido Ahora Patria y sectores renovadores y de la UCR que podrán no imponer su voluntad a las autoridades partidarias de buenas relaciones con el Grand Bourg, pero a los que pueden hacer perder electoralmente si se suman a Juntos por el Cambio, que por primera vez demuestra voluntad de conformar un armado provincial que hasta ahora nunca prosperó.

Un par de curiosidades salpican al escenario. La primera es la siguiente: en el conflicto coyuntural entre saencismo y romerismo, éste ocupa el centro del ring para sorpresa de quienes atribuyen la situación a una sobrestimación de las potencialidades electorales de un espacio sin candidato potente. La segunda curiosidad involucra al Frente de Todos: saencistas y romeristas descartan que pueda capitalizar la adhesión que concita el sello electoral, la figura de Alberto Fernández y también de Cristina. Por supuesto que no lamentan en absoluto la paradoja, pero de cuando en cuando destinan unos minutos a explicarla. No se entregan a elucubraciones complicadas ni sociológicas. Solo creen que los viejos dirigentes del espacio caducaron como canales de expresión política e interpretan que las nuevas camadas de dirigentes carecen de la experiencia para convertir la adhesión de una parte de la población en resultados electorales prácticos.

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