domingo 19 de enero de 2025
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Milei y el Pacto de Mayo | Un acuerdo político sin alma destinado a evaporarse

En Tucumán, el presidente actuó como si sus palabras representaran el momento culmine de la refundación nacional. La previa y noticias sobre el partido Argentina – Canadá silenciaron las letanías de un discurso esperable. (Daniel Avalos)

El Pacto se formalizó cuando el presidente libertario padece una curiosa paradoja: los grandes agentes económicos a los que eleva a la categoría de súper hombres desconfían de su plan de gobierno, lo cual explica la suba del riesgo país o del dólar informal. Hablamos de agentes que comulgan ideológicamente con el libertario, pero demandan sustentabilidad política para el modelo. El resultado estuvo a la vista: quienes personalizan el modelo de miseria buscan recostare sobre los hombros de una casta a la que dicen despreciar. Ocurrió el lunes por la noche en Tucumán.

Puede que el presidente libertario realmente creyera que protagonizaba un “acontecimiento” histórico, de esos que suponen un corte radical en el devenir de las cosas y abren la posibilidad de un orden nuevo que durara mil años. Nada de eso ocurrió. Se trató de un acto frío como el clima, que no entusiasmó a casi nadie y que por estas horas ya se evapora.

El discurso fue lo esperable: una letanía de generalidades que pocos impugnan en términos generales, pero de las que todos desconfían por ser emitidas por un presidente aferrado a dogmas antiestatistas plagados de definiciones cortas y de fácil memorización. Para el colmo de los aburrimientos, por la flácida musculatura política del proyecto, Milei debió cajonear la pose de profeta del Viejo Testamento que deshumanizando a la “casta” que “defiende privilegios” o a “los idiotizados por el colectivismo” puede prometerles un escarmiento con la furia propia del cruzado medieval que exhibe una Fe desbordante por lo sobrenatural mágico: las “fuerzas” del cielo.

Lo del lunes pareció un velorio en el que Milei fue la viuda del “Pacto”. Todos hemos concurrido alguna vez a uno. Sabemos bien que en esos congojosos encuentros las o los viudos se entregan a la tarea de glorificar al muerto difundiendo una biografía del extinto que no siempre se corresponde con lo que realmente fue. Los presentes siempre asienten y juran que entre ellos y el finado también existían profundos lazos afectivos. No importa que los primeros hayan conocido casi marginalmente al muerto, siempre encuentran la forma de forzar anécdotas que certifican que entre ellos y el extinto había vínculos blindados contra todo, menos a la muerte.

La idea entonces es acompañar a los deudos, encontrarse con gente a la que no siempre se ve, ponerse al día en algunas cuestiones, tirar una broma entre los grupos que se van formando con la prudencia suficiente como para perturbar los sollozos, las lágrimas y los lamentos hasta que finalmente aparecen los bostezos, los cabeceos y hasta los que finalmente son vencidos por el sueño. Le pasó al gobernador de Salta, quien fue fotografiado con los ojos cerrados y su cabeza tratando de reposar sobre el hombro izquierdo. ¿Quién podrá culparlo? Era tarde, hacía frío y el discurso presidencial podía predecirse desde la emisión de la primera palabra. Al menos esta vez su vehemente cierre («¡Viva la libertad, carajo!») sirvió para algo: despabilar al salteño.

Así suelen ser las cosas en el mundo de la política. Los gobernantes suelen contar con un nutrido equipo de prensa que estudia y se esfuerza por encontrar la frase justa y políticamente correcta para difundir el sentir del “jefe”, aunque finalmente el jefe asediado por la prensa echa mano a ocurrencias y declaraciones que reflejan mejor su sentir profundo sobre el acontecimiento. Gustavo Sáenz también sirve de ejemplo. Abordado por las cámaras y los periodistas de C5N fue consultado sobre el motivo de su presencia. Respondió lo esperable: el país precisa de dialogo; pero a continuación dejo en claro que los gobernadores también son víctimas del ajuste y enumeró una serie de reclamos que la provincia mantiene ante Nación. Mientras desarrollaba los puntos, en el estudio del canal un panelista se preguntó al aire «¿Y entonces por qué va?».

La espontanea pregunta de la periodista podía repetirse tras varias declaraciones realizadas por los mandatarios de otras provincias. Ensayemos nosotros una respuesta, Fueron porque en nuestro país la mayoría de los gobernadores son no beligerantes natos, porque no son antilibertarios por principio; porque muchos comulgan con las ideas del ajuste; porque priorizan la patria chica; porque creen que los 10 pesos que para un país es poco para una provincia puede ser importante; porque confían en que la debilidad política del gobierno central y la falta de expertise libertaria en lo que administración del Estado, les otorga chances para demostrarle a Milei que no es ajedrecista que desde arriba maneja las contradicciones, sino más bien alguien que debiendo bajar al barro de la política se convertirá en una más de las mismas.

Milei dice despreciar todo eso, pero cede. Desplazó al pulcro Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete para ubicar en su lugar a Guillermo Francos, formado con la casta. Un Francos que corrió a pedir el auxilio de esa casta para alcanzar algunos objetivos. A pesar de ello, al gobierno libertario todo le toma tiempo y los objetivos siempre quedan amputados. La Ley Bases y el Pacto de Mayo lo prueban. Ambas herramientas profundizan la debacle en curso de los argentinos, pero la primera quedó reducida a la mitad y al Pacto no asistieron muchos de los actores a los que el gobierno había invitado. El resultado se adivina: lo rubricado el lunes no cristalizará normativa alguna hacia adelante. Cada ley que el gobierno quiera impulsar deberá negociarse de nuevo con los legisladores que responden incluso a varios de los firmantes. Este pacto no le ata los botines al otro pacto, el de Olivos, pautado por el peronismo y el radicalismo y que culminó con una reforma constitucional votada unánimemente en 1994. A lo sumo, Milei conseguirá que uno o varios gobernadores del panperonismo monten una estructura electoral que pretenda mostrarse como una alternativa al gobierno, pero cuyo objetivo principal sera dividir al peronismo en general y aislar al kirchnerismo en particular.

En este punto conviene hacer referencia en los mandatarios provinciales firmantes. Será para señalar la sideral diferencia entre aquellas figuras que resultaban piezas claves para las pretensiones electorales de quien quisiera ser presidente o de cualquiera que siéndolo pretendiera imponer su voluntad en cada rincón del país. Hoy eso no ocurre. Los mandatarios se devalúan. En su lucha por bajar al barro de la política a Milei, por ganarse un lugar entre los cortesanos de Karina Milei o fotografiarse con un presidente que recibió del bolsillo de Jair Bolsonaro una medalla en honor a su supuesta virilidad; fueron muchos más los costos que ya pagaron que los beneficios que puedan recuperar. En definitiva, esa repentina pérdida de poder los despoja de la arrogancia de otros tiempos. Algunos se contentan con asumir el rol de pequeños contrabandistas de partidas presupuestarias y otros hasta aceptan mostrarse como hombrecitos miserables.

El Pacto, en definitiva, es un acuerdo político sin alma. Fue rubricado por actores que se sienten embarcados en un viaje político sin fin y hacia ninguna parte. Nadie siente que deba trabajar por la gloria de otro; no hay un proyecto que justifique soportar sacrificios. Todos buscarán imponer alguna condición que le suministre una ventaja práctica; todos se sienten parte de un gran partido de truco en donde lo central es tener algo de suerte al recibir las cartas y ser competente para engañar al otro. De allí no surgirá ninguna solución para el país. Tampoco renovación dirigencial. El arribo libertario a la política va camino a convertirse en menos de lo mismo. El Pacto sintetiza ese proceso. Por eso ya casi nadie habla de ello. A doce horas de ser firmado, la previa del partido Argentina – Canadá condenó al supuesto hecho político a ser un episodio insignificante. Pronto se evaporará de la memoria de todos.

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