Tienen hijos o sobrinos que se ven afectados por los ruidos. Los relatos muestran la desesperación y la impotencia. «Es horrible tener que estar encerrados», aseguró una madre.
Pasaron las fiestas de fin de año y una vez más se arrojó pirotecnia sonora. Si bien la cantidad fue menor que en otros años, lo cierto es que se escucharon varios petardos estallar en las calles de la ciudad. Para muchos es un disfrute, pero para otros es un padecimiento.
En el programa Agenda Abierta, familiares de personas que se vieron afectadas por esta práctica brindaron testimonios tras pasar una vez más dos noches de pura angustia y desesperación.
Así lo relató Rosa, madre de una niña de quince años que padece autismo: «Para Navidad y Año Nuevo fue un pánico para nosotros. No brindamos, siempre la pasamos mal. Ella quiere salir corriendo, se agarraba los pelos, llorábamos todos. Le agarran temblores».
La mujer relató que su hija tiene hipersensibilidad en los oídos. «Le compramos orejeras para aislar los sonidos, pero no le hace nada. Se tiraba al piso, le genera dolor. En casa pusimos un colchón en la puerta y en la ventana colocamos maples de huevos para no escuchar los cohetes», relató.
Para Rosa, «los que arrojan cohetes no tienen empatía». «En mi casa no puedo preparar nada porque mi hija sale corriendo de un lado para otro. En Navidad me tocó encerrarme con ella a mí, en Año Nuevo a mi esposo. Le pido a Gustavo Sáenz y a Bettina Romero que hagan valer nuestros derechos», dijo.
Además, la mujer recordó que durante las dos noches de fiestas algunos vecinos arrojaban pirotecnia con una aparente «rabia» por la intensidad con la que lo hacían. «En el resto de la provincia pasa lo mismo. En Güemes contaban madres que tuvieron que contener a un nene que comenzó a autoflagelarse», declaró.
En el programa también habló Carolina Calisaya, de Familia TEA Salta, quien relató lo que ocurrió con su sobrino. «Estaba desesperado, con los oídos tapados», dijo. «Preguntaba cuándo terminaba y los vecinos seguían tirando pirotecnia. Vivo en barrio San Lucas y fue horrible. Tiraron muchísimo, no terminaba nunca», siguió.
Para Calisaya, «el que tira pirotecnia no siente lo que nosotros sentimos, seguro no tienen un familiar con problemas». «Es horrible como mamá no poder disfrutar de una fiesta y tener que estar encerrados», dijo.
«No tenemos conocimiento de que se haya secuestrado algo de pirotecnia para las fiestas. A la vuelta de la Comisaría del barrio Autódromo estaban vendiendo en varios puntos y no pasaba nada. Estamos tratando de concientizar en las escuelas y colegios todo el año», explicó.