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«La tartamudez no nos define» | Wado, el ministro fuerte que mostró su lado más emocionante en Salta

En diciembre de 2021, le habló a los chicos que participaron de la charla sobre tartamudez organizada por el diputado provincial Omar Exeni. Su intervención se volvió noticia nacional. Mirá el video.

El paso de Wado de Pedro por la charla sobre tartamudez realizada en diciembre de 2021 en Salta sigue siendo recordada. Más en estos días en los que el nombre del ministro suena como posible precandidato presidencial y cuando personajes ligados al macrismo señalan su tartamudez como un posible obstáculo para llegar al cargo.

En aquella charla, la emoción del ministro del Interior al hablarle a chicos con ese trastorno del habla se convirtió en noticia nacional por el fuerte mensaje que significó.

Los principales portales de noticias del país y programas como Intratables trataron el tema y mostraron al ministro quebrado por los recuerdos de su infancia y juventud, cuando la tartamudez que padece le impedía poder decir las cosas que quería y necesitaba. De Pedro intentó brindarles confianza a los chicos que participaban de la charla y le dijo que la aceptación es fundamental para salir adelante.

«No soy un ejemplo de superación porque esto es algo que voy a llevar toda mi vida. Está bueno no plantearse metas que no son posibles. Hay que convivir y aceptarse. Empecé a mejorar cuando empecé a aceptarme. Durante todo el tiempo que quise superarme y dejar de tartamudear, quizás reforcé la disfluencia», dijo en la videoconferencia.

«Sufrí la discriminación y pasé por muchas situaciones. A muchos nos pasó que nos enfermamos el día anterior de dar una lección de lectura. ‘¿Cómo pedir un helado? ¿Cómo tomarnos un colectivo?’ Morirte de ganas de pedir una comida y quedarte con las ganas por elegir siempre lo único que te salía decir. Toda la vida tomé dos gustos de helado porque pensaba que eran los únicos que me salían», relató el ministro.

En esa misma línea, aconsejó a los niños allí presentes: «Quiero transmitirles primero la aceptación. Somos como somos. Yo tartamudeo. Me trabo, pero voy a pedir y comer lo que quiero. El mozo tiene que esperar, el heladero tiene que esperar. La tartamudez no nos define. Somos personas que hacen muchas más cosas que esto. El silencio, el que te miren como algo raro, sentirte diferente, no ayuda».

Una persona frágil, un ministro fuerte

Dicen que Cristina Fernández siempre se sintió conmovida por la historia trágica de ese chico tímido y huérfano que tempranamente se perfiló como un cuadro técnico – político. Un joven que creció con dificultades en el habla por padecer eso que los médicos definen como disfemia y los simples mortales como tartamudez. Los especialistas atribuyen el trastorno a una combinación de factores: personas con predisposición genética al mismo y tensiones prolongadas en edad temprana. Wado de Pedro padeció muchos de estas últimas.

Su padre Enrique fue asesinado en una emboscada que le tendió el ejército en el barrio porteño de Constitución el 22 de abril de 1977. A los 25 años, Wado lo evocó en el ciclo Memoria Abierta como un típico Montonero, alguien jugado, “un convencido de cuál era el proyecto para la Argentina y pensaba vivir hasta las últimas con ese proyecto”.

Su madre, Lucila Révora, también militaba en esa organización. La casa donde vivía con el pequeño Wado fue rodeada un 11 de octubre de 1978 por militares del Batallón 601 que sobrevolaron el lugar en helicópteros, tiraron bombas y acribillaron a quien era la pareja de Lucila, que salvó a su hijo colocándolo en el interior de una bañera de plomo. Tras el operativo en el que desaparecieron a su madre, los militares dejaron al nene en la casa de una vecina. Volvieron al otro día para llevarse al pequeño Wado que estuvo tres meses quién sabe dónde. Luego fue abandonado en una ruta de la localidad bonaerense de Mercedes. Los secuestradores tuvieron la “delicadeza” de telefonear al cura del lugar para informarle que habían dejado un paquete para los Révora, quienes finalmente criaron al actual ministro del Interior.

Quien relató esa parte de la historia fue una conmovida periodista sin un minuto de kirchnerista y con décadas de antikirchnerismo: Laura Di Marco. Lo hizo en su libro “La Cámpora, historia secreta de los herederos de Néstor y Cristina Kirchner”. También contó cómo el adolescente era increpado por compañeros de escuela que le preguntaban si era hijo de “tirabombas”. El joven reconoció luego que a ello le siguió una etapa casi autodestructiva que superó cuando empezó a militar en HIJOS y a devorar lecturas sobre los años setentas. Nunca renegó de la historia de sus padres, aunque concluyera que el método de la lucha armada fuera una cosa del pasado.

Durante la rebelión de diciembre del 2001 la muerte volvió a rozarlo. La historia quedó registrada en un artículo que Miguel Bonasso publicó en el diario Página 12 durante aquellos días tumultuosos. La extensión de la misma nos desliza a sugerir su lectura a los que tengan ganas (https://www.pagina12.com.ar/2001/01-12/01-12-23/pag17.htm) y a resumir la misma a quienes tengan pereza de hacerlo. Se titulaba “Secuestro, paliza y tormentos con picanas en la represión. Hubo torturas en Plaza de Mayo”. Hablaba de un joven detenido por la Policía Federal en Plaza de Mayo, la golpiza de la que fue objeto e incluyo el “uso de una picana ‘portátil’ y el choque del patrullero en el que era transportado que termino liberándolo de los uniformados que ocultaron la detención a la jueza María Servini de Cubría que se interesó por el caso cuando el canal Todo Noticias filmó cómo lo introducían al patrullero.

Ocurrió la mañana del jueves 20 de diciembre del 2001. Wado de Pedro llevaba unos volantes del sindicato de los judiciales a la Cámara Nacional Electoral y al bajar de un taxi en Diagonal y Florida le dijeron que la Federal apaleaba a las Madres de Plaza de Mayo. Partió hacia allí y en el trayecto la policía le arrebató el bolso que terminó entre los caballos y los borceguíes policiales. Allí cometió su primer error: exigió a los policías que le devolvieran lo suyo. La respuesta fue un manotazo que lo derribó y un enjambre de policías que se le echaron encima. “Entonces Wado cometió el segundo error”, resaltó Bonasso en aquella nota. “Se puso a gritar: ¡Soy Wado! ¡Soy de HIJOS!”. Lo que provocó una mueca de satisfacción en una de las fieras que estaban de civil: ¡Uy, miren! ¡Este es de HIJOS! Los golpes y patadas se multiplicaron, junto con los feroces tironeos para llevarlo a un patrullero (…) Wado es delgado, pero la desesperación le dio fuerzas para resistir. Hasta que le alzaron la camisa y sintió unas punzadas de fuego en los riñones, el inequívoco hormigueo de la corriente eléctrica”.

Wado pudo escapar del patrullero por la puerta opuesta, aunque lo derribaron pronto para reintroducirlo al vehículo cuyo chofer también se daba tiempo para golpearlo. “Tanta aplicación puso en la tarea que, en el último codazo, al darse vuelta para mirar a la víctima, estrelló el patrullero contra un taxi”. El caos empezaba a salvarle la vida al joven que entre idas y vueltas terminó en el Hospital Argerich. El médico de guardia constató traumatismos múltiples, escoriaciones frontales, lesión en el tabique nasal, hematoma en cuero cabelludo, hematoma en miembro inferior izquierdo, en zona glútea y significativas marcas en la espalda. El alivio final llegó cuando el prisionero solicitó que un neurólogo le revisara por los golpes en la cabeza. “El doctor Pablo Barbeito no sólo lo revisó (…) También tuvo el coraje de llamar a los compañeros de Eduardo de Pedro en el Sindicato de Judiciales y avisarles que estaba en un box de la sala de urgencias del Argerich. Al rato cayó el secretario general, Julio Piumato, junto con otros compañeros del gremio y de la Facultad (…) Los policías querían irse y llevarlo a la comisaría, pero ya había demasiada gente dispuesta a impedirlo. El hijo de desaparecidos volvía a vivir”, resalta aquella nota.

La militancia en HIJOS y sus estudios universitarios continuaron. Wado de Pedro se recibió de abogado en la UBA y luego realizó un master en políticas públicas. En el 2004 mantuvo un encuentro con Néstor Kirchner y se declaró abiertamente kirchnerista. Fue el primero de una camada de jóvenes que luego conformarían La Cámpora y hoy ocupan cargos claves en la administración nacional. Pero allí también Wado de Pedro se distinguió: mientras todos buscaban el padrinazgo de un Néstor al que creían el jefe eterno, De Pedro optó por la cercanía con Cristina Fernández. Interesada en la causa que Wado llevaba adelante contra los militares que desaparecieron a su madre y lo secuestraron a él mismo siendo niño, la entonces “primera ciudadana” comenzó a compartir charlas que iban desde detalles técnicos del juicio a cuestiones políticas propias de una organización que ella y Néstor imaginaron como la condición de posibilidad para consolidar el modelo de país.

Las charlas continuaron cuando Cristina accedió a la presidencia. La Cámpora aceleró su constitución luego del conflicto con el campo; Wado de Pedro devino en uno de los cinco jefes de la organización; en el 2009 Cristina Fernández lo designó vicepresidente de Aerolíneas Argentinas y en el 2011 se convirtió en diputado nacional. Ya todos lo reconocían como la materia gris de una organización obsesionada por formar cuadros capaces de administrar el Estado, ubicar militantes en empresas públicas u organismos del Estado; o entregarse al armado político de frentes y listas que pudieran dar musculatura política a los modelos de país que el kirchnerismo reivindica como propios. A eso se dedicó entre el año 2016 y 2019, cuando se preparaban para volver al Poder.

Hoy, después del sacudón de las PASO y las elecciones generales, el Frente de Todos trabaja para reconfigurarse de cara al 2023. No sería raro que Wado de Pedro empiece, de a poco, a transformarse en el candidato ideal que reúna todas las miradas.

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