El insólito episodio ocurrió en 2005.
El lunes 16 de mayo de 2005, dos adolescentes, un chico y una chica, ingresaron al Cementerio de la Santa Cruz. Los jóvenes salteños se dirigieron a un mausoleo familiar, profanaron una tumba, guardaron el cráneo de un cadáver en la mochila de la joven y emprendieron la retirada, que fue abortada por los guardias de seguridad. La muchacha fue detenida, el chico salió corriendo.
Hasta allí, una travesura adolescente más. El dato insólito lo aportaron los adultos. Desde la Justicia, la policía y la prensa se tejió una teoría absurda sobre la influencia que la música había tenido sobre las decisiones de aquella jovencita de 14 años.
El jueves 19 de mayo, el diario El Tribuno publicó una noticia isólita en la sección Policiales. Bajo el título «La profanadora es fanática de Metallica», el matutino desplegó las hipótesis de los investigadores, que se partían los sesos pensando en la posibilidad de que la banda de James Hetfield y Lars Ulrich fuera responsable indirecta del hecho.
«La adolescente de 14 años que fue detenida el lunes pasado en los pasillos del cementerio de la Santa Cruz con un cráneo humano que había extraído desde uno de los ataúdes de un mausoleo familiar y que llevaba en su mochila escolar, lo quería para tenerlo de adorno en su dormitorio, según estableció la policía. Los investigadores dijeron a El Tribuno que la muchacha es fanática del grupo de rock pesado ‘Metallica’, un conjunto norteamericano que saltó a la fama a principios de los ’80 y cuyos temas son de carácter necrofílico y parasatánico», aseguraba el primer párrafo de la nota.
El caso fue recordado por el periodista Federico Anzardi en su habitual columna de los jueves en Cuarto Oscuro, nuestro programa de radio.
El artículo informaba que «según los pesquisas de la Comisaría 9», la jovencita pertenecía «al estrato social definido como ‘clase media acomodada'». «Hasta ayer (por el miércoles 18) permanecía a disposición de la jueza de Menores, Lucrecia Palavecino», agregaba y señalaba que la adolescente tenía «toda su pieza decorada con posters del conjunto e imágenes de muerte y objetos análogos».
«Uno de los investigadores a cargo del caso sostuvo que ‘hemos dialogado con distintos familiares y todos coinciden en contarnos sobre el fanatismo de la menor con ese grupo de rock, cuya página web parece que visita asiduamente, a juzgar por la analogía de su hábitat con las figuras que se muestran en el sitio de Metallica'», seguía la nota.
El texto caía en varios prejuicios infundados al señalar ciertas características, como remarcar que el chico que acompañaba a la joven «vestía de negro».
«A la vez que los familiares hablaron con la policía sobre el fanatismo de la adolescente, también mencionaron sus temores de que la jovencita se encuentre alterada mentalmente por los conceptos que predica esta banda musical a través de sus canciones», aseguraba el texto.
Lo ocurrido en nuestra ciudad fue un caso más dentro de la lista de sucesos que intentaron explicarse con prejuicios basados en el desconocimiento. Como en 1999 y 2004, cuando las tragedias de Columbine y Carmen de Patagones fueron abordadas desde el gusto por Marilyn Manson de los adolescentes que las cometieron. O lo que pasó en 1990, cuando la banda Judas Priest debió suspender su gira para enfrentar un juicio en su contra llevado adelante por padres que los acusaban de ser responsables de los suicidios de sus hijos.
En el documental Bowling for Columbine (2002), el cineasta Michael Moore abordó el tema y entrevistó a Manson, quien se despachó sobre los prejuicios en contra de su música.