lunes 13 de mayo de 2024
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Año Electoral en Salta | La sombra temible de Ángel Torres camina por la ciudad de Salta

No muchos lo conocen, pero alguien lo fotografió en Salta. Quien durante años le generó oportunidades políticas y electorales a J.C. Romero volvió en año electoral y allí andará “sugiriendo” bajar o levantar candidaturas según convenga. (Daniel Avalos)

Ángel Torres ha representado tantas cosas para esta provincia que, aun cuando mantuvo durante años un bajo perfil, cuenta con su propia leyenda negra. Una que tuvo la particularidad de unificar las calificaciones que provenían de la izquierda y de la derecha provincial: el Maquiavelo, el poder tras el poder, el monje negro, el hombre que manejó a placer el gobierno de Romero durante doce años, la materia gris de lo peor de aquel periodo, o la materialización de la desmesurada vocación de poder.

Quienes lo conocen aseguran que Torres – antes y ahora – toma esas críticas con la naturalidad propia de quien siendo pieza clave del bloque político triunfador de los 90, podía convertirse en blanco de los epítetos de quienes habían perdido la contienda: la izquierda y el progresismo que tardó en identificarlo como lo que efectivamente fue, y la vieja guardia peronista de aquellos años que todavía contaba con algún poder de fuego para atacar a quien aseguraba que Juan Carlos Romero suponía una forma superior de administración estatal.

Desde ese razonamiento, surgió lo que muchos consideran la peor herencia de Romero – Torres: un grupo de jóvenes que la opinión pública denostó en los 90 con el calificativo de “Golden Boys” y que en lo central asumió la administración del orden que Romero instauró en la provincia. Quienes lo conocen, aseguran – otra vez – que Torres atribuye ese tipo de críticas a la simple envidia de los “perdedores” y que el proceso político salteño confirma la profundidad con la que formaron a los cuadros técnicos y políticos de aquella administración.

Al exsecretario personal de Juan Carlos Romero no debe costarle mucho argumentar en su favor. Juan Manuel Urtubey – después de todo – fue parte de ese grupo, es el hombre que hace doce años gobierna la provincia y quien en su juventud reconoció la influencia del operador político en su formación. Lo hizo en un libro de su autoría publicado en 1999 cuando agradeció “al equipo de colaboradores que acompaña en su gestión al Gobernador de la Provincia, principalmente a su Secretario Personal, Sr. Ángel Torres, quien muchas veces supo acercarme la médula del pensamiento de Juan Carlos Romero, en el marco de su constante y estratégica tarea, fruto de una visión que impulsa la formación de nuevos cuadros dirigenciales del justicialismo” (J. M. Urtubey: Sembrando Progreso. Ed. Víctor Manuel Hanne, 1999, pág. 13).

Pero eso no es todo. De ese grupo de jóvenes también surgieron dos personas que con trayectorias distintas supieron mantener vigencia política y hoy aspirar a suceder al propio Urtubey: Fernando Yarade y Javier David. Admitamos rápido que la mención es interesada para quien escribe. Porque, concluido el ciclo de Urtubey como gobernador, debiendo Romero revalidar su banca en el senado, aspirando Yarade y David a la gobernación, siendo que Torres posee afinidad por los mencionados y siendo este un año electoral; difícil no relacionar el retorno de Torres a la provincia con el clima de campaña que se transita, aun cuando carezcamos de testimonios o documentos que nos permitan asegurarlo. Pero la sospecha es legítima por las variables mencionadas a las que debemos sumar otra de las características del visitante: la de ser un operador político que – tras analizar tendencias, establecer contactos y analizar estadísticas – se lanza a identificar oportunidades políticas y electorales para algún candidato.

Lo hizo para Romero desde 1995 al 2007 y volvió a hacerlo en el 2013, cuando el actual senador nacional protagonizó unas PASO que sugirieron que podía quedarse sin banca ante los votos que cosecharon Rodolfo Urtubey y Alfredo Olmedo en esa oportunidad. Un rodeo se impone para clarificar el rol de Torres aquella vez. Precisemos para ello que el resultado de agosto de aquel año debió erizar la piel del exgobernador: 60.000 votos por debajo de Rodolfo y sólo 12.000 por encima de Olmedo. Romero acudió entonces a su fiel, astuto y – para muchos – malvado secretario personal, quien hacía años que residía en la Capital Federal. Torres volvió y en las generales de octubre Romero cosechó 16.000 votos más de los que había conseguido en agosto. Un número levemente inferior a los 18.000 de más que consiguió Olmedo, pero suficientes para mantener la distancia con el sojero que contó con el silencioso respaldo de un oficialismo “U” que buscaba eliminar políticamente al exgobernador.

Concluida aquella elección, Torres volvió a Buenos Aires para retornar en abril del 2014 y anunciar que se haría cargo de la campaña a gobernador de 2015. En noviembre dio el portazo y partió como llegó: sin que muchos lo vieran, aunque se especuló que la decisión había obedecido a la pésima relación que mantenía con el entorno político – familiar de Romero y seguramente porque ya visualizaba lo que finalmente ocurrió: las PASO de abril del 2015 dejaron a Romero 14 puntos por debajo de un Urtubey que, en mayo de ese año, derrotó al exgobernador por 20 puntos logrando el tercer mandato que concluirá en diciembre próximo.

Lo último que hizo Torres en la provincia fue inmiscuirse en las luchas palaciegas de ese espacio. Lo hizo para impulsar la candidatura de un Gustavo Sáenz por entonces resistido por el romerismo que apadrinó a Guillermo Durand Cornejo, quien finalmente perdió las internas con el actual intendente. Meses después y ya como jefe comunal electo, Sáenz devino en candidato a vicepresidente de un Sergio Massa que tenía dificultades para encontrar un compañero de fórmula y optó por seguir los consejos de quienes le acercaban el nombre del salteño, entre ellos el propio Torres. Los cercanos a este, aseguran que Torres no tiene complejos para compartirles la decepción que siente por el jefe comunal capitalino por ciertos desaires de los que habría sido objeto, con lo cual, parece razonable descartar un encuentro entre ambos durante los días que Torres permanezca en Salta.

Pero lo cierto es que Ángel Torres retornó a la ciudad y su presencia solo puede asociarse a charlas sobre cómo aceitar máquinas electorales, disciplinar tropas, sellar acuerdos con actores políticos de todo tipo y “sugerencias” sobre qué candidaturas debería bajarse o subirse con el objeto de promover un “Príncipe” que – como diría Nicolás Maquiavelo hace cinco siglos – pueda procurarse el consenso de pares poderosos para disputar con chances el control del Estado y el gobierno de los ciudadanos.

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