domingo 28 de abril de 2024
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Alpargatas no, libros tampoco | Desde el 2015 se publican menos libros, se vende menos y hay menos librerías

Así lo informó la Cámara Argentina del Libro, una entidad que aglutina a más de 500 representantes de medianas y pequeñas editoriales del país. “La agonía de las librerías es lenta” aseguran desde el sector.

La CAL presentó un informe sobre la situación del libro argentino y los resultados no pudieron ser más sombríos: en estos tres años disminuyó la cantidad de títulos publicados; se redujo en un 50% los ejemplares de la primera tirada; la caída de las ventas oscila entre un 25 a un 35%; 35 pequeñas librerías cerraron en el país; otras 30 librerías independientes cerraron sucursales, fueron absorbidas por cadenas o debieron reducir sus espacios; hay unas 80 librerías que están en crisis y con problemas en la cadena de pago; la pérdida del empleo en la cadena de valor del libro arroja un 20% menos de empleo directo en el sector editorial y un 15% menos de empleo indirecto; en el sector librero la disminución del empleo indirecto alcanzó el 15% y en la industria gráfica hay 5000 empleos menos.

Diana Segovia, gerenta de la CAL, se encargó de presentar el informe que resultó la materia prima de un largo informe publicado por Página 12 en su edición de hoy. Allí se especifican también otros aspectos como el siguiente: hasta octubre de 2018 se publicaron 23.000 nuevos títulos, para fin de año probablemente la cifra alcance 27.500 ejemplares, una “pequeña” caída en la producción si se compara con 2017, 28.440, y con 2016, 27.912.

Lo que se desplomó significativamente es la cantidad de ejemplares de la primera tirada. Hasta ahora hay registrado alrededor de 36 millones de ejemplares y la proyección para diciembre es de 42 millones; un 20% menos que el 2017 (51 millones) y un 45% menos que el 2016 (62 millones).

“Es el peor momento de los últimos 35 años de la era democrática, salvo en la crisis de 2001, que fue algo mucho más acotado. Las librerías no cerramos de un día para el otro, la agonía es lenta, sobre todo por el modelo de comercialización del libro que existe en la Argentina. Pero además porque los libreros tienen un stock antiguo y esto desde el punto de vista cultural tiene un impacto fuerte cuando se cierra una librería. El librero no es solamente un comerciante, sino una persona que atesora, cuida; es el preservador del legado bibliográfico editorial. Eso también se pierde cuando una librería se extingue. La extinción es el grado más importante de la crisis, pero no hace falta cerrar para que una librería esté francamente en crisis”, declaró un librero a Página 12.

A la hora de explicar los motivos de la crisis, desde el sector enfatizan que no se está ante un problema técnico o ante las consecuencias del cambio de soporte de la imprenta a lo digital. Los libreros recuerdan que ellos participan de las nuevas tecnologías de venta, los libros electrónicos y que también están en las plataformas de comercialización como Mercado Libre pero que “El problema es que los clientes no están teniendo plata para comprar. Esta es la cruel y dura realidad, pese a que el aumento del libro no ha acompañado los niveles inflacionarios de otros artículos”, cuenta el librero para luego graficar que si en el 2015 el PVP (Precio de Venta al Público) de la Librería Hernández era de 21,18 dólares, actualmente el PVP es de 10,28 dólares.

El informe de la CAL incluye la percepción de la situación en 2019 para la empresa y para el sector. En cuanto al sector del libro, el 33% auguró que estará mucho peor, el 43% planteó que peor, el 19% respondió que “ni mejor ni peor” y sólo un 5% dijo que estará mejor.

Según los testimonios, en el sector empiezan a practicar un círculo vicioso: el librero prescinde de nuevos títulos hasta pagar la factura anterior; entonces el librero deja de tener la novedad creyendo que con el stock que tiene puede sobrevivir, pero es probable que en ese stock le faltan los libros que más se venden y empieza a vender menos para tratar de poder pagar la deuda anterior.

Eso afecta a los editores que a pesar de contar con buenos libros no los editan por carecer de la financiación necesaria: el principal insumo para el sector, el papel, aumentó en once meses un 100% pero el precio de los libros en el mismo período se incrementó un 37%.

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