miércoles 24 de abril de 2024
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Y al que no le guste… | El paro del 25 de junio y lo que viene, o no

Despidos, ajustes, recortes, tarifazos, FMI avanzan y encuentran resistencias justas pero insuficientes. El paro del 25 llegó tarde y se perderá en la intrascendencia sin un plan trazado y coordinado por el conjunto de las fuerzas del movimiento obrero. (Daniel Escotorin)

“Unidad de los trabajadores, y al que no le guste, se jode, se jode” es la consigna coreada en cada manifestación sindical, asamblea, movilización, paro por dirigentes, militantes, laburantes en general. Emociona y trasluce la imagen de foto que en otros tiempos era una realidad o quizás una expresión de deseos cercana, la división no era tan de fondo, a veces apenas matices y de superficie, circunstancial aunque esa circunstancia durase años, pero al final la unidad primaba ya en la acción ya en los acuerdos de escritorio y una que otra fachada de congresos y plenarios. Esa unidad aparece hoy más como una ensoñación producto de la mera fantasía onírica que una realidad posible en el mediano plazo.

Y llegó finalmente, pasó también, el reclamado paro general de la CGT. Una medida que se les exigía desde hace un año y que tuvo como tibia respuesta un paro de medio día en diciembre cuando se debatía el proyecto de reforma previsional tras la primera y brutal represión en el Congreso. La presión de una parte del movimiento sindical era ya muy fuerte y demasiado evidente el retaceo del triunvirato cegetista a declarar un paro general. Recordemos que se venía de un mayo conflictivo con paro y marcha federal docente, marcha federal de los movimientos sociales, paro de ATE y movilización de la CTA Autónoma contra el FMI, plan de lucha de los docentes universitarios, conflictos en diversas provincias, paritarias de bancarios y camioneros. Por otro lado el cuadro social y económico mostraba (muestra) un proceso de permanente y sistemático deterioro que ni sector más dialoguista de la CGT y ya ni los propios medios aliados y sostenedores del gobierno pueden ocultar.

El 25 de junio fue el paro general. Alta adhesión en todo el país (80 % aproximadamente), sin transportes y sin movilización, un paro dominguero decían los detractores de la burocracia sindical y más allá de cifras, porcentajes, causales, factores y consecuencias la pregunta que ronda aun en el análisis político de esta etapa es ¿y después qué?

El después qué no ofrece ni muchas alternativas, ni éstas son halagüeñas para la clase trabajadora. La CGT con su triunvirato pro-participacionismo: Daer, de los “gordos” y Acuña, de Barrionuevo, se imponen a Schmitt del moyanismo y dejan afuera a la Corriente Federal de Sergio Palazzo (Bancarios) con lo que mantienen el gobierno de la central sindical. La paralización de las actividades laborales el día 25 es un poroto que se anotan los gordos haciendo oídos sordos a críticas internas y externas convirtiendo al paro en una carta de negociación tanto con el gobierno como de prenda de paz en la interna sindical, de hecho luego de haberles dado el gusto a los sectores más inquietos de la CGT y contestatarios de los otros sectores, ganan tiempo y vuelven a ocupar un espacio que el gobierno, tan poco afecto al diálogo y menos aún al consenso, debería prestarle si no quiere radicalizar las protestas y la presencia callejera de los trabajadores. Vana intención será de uno y otro; el gobierno porque expresa una identidad conservadora social antipopular, la CGT porque se verá cercada por el cúmulo de conflictos gremiales y sociales a los que no estará en condiciones de dar respuesta ni contención. Decir que no va a estar en condiciones es solo un eufemismo de no tener voluntad ya que ante el avance del año el horizonte del 2019 electoral los pondrá en un plano de juego de alianzas donde sus intereses particulares y personales estarán por encima de la representación sindical. El juego político interno no se abrió aun para discutir ni una reorganización, ni la normalización intuyendo que en estas condiciones posiblemente la conducción recaería sobre un sector con perfil proclive a la confrontación con el gobierno: moyanismo más la Corriente Federal de los Trabajadores (Palazzo) y desplazaría al sector dialoguista cuyos intereses están por fuera de los derechos de sus afiliados, son contante y sonante, en efectivo o especias de alto valor.

Contra las predicciones, deseos, gustos y voluntades con este gobierno aumentaron los beneficiarios de planes sociales por lo que las organizaciones que canalizan estos planes crecieron y se potenciaron. Se trata de una nueva generación con propuestas, miradas y acciones diferentes a las que se nacieron en los noventa al calor del neoliberalismo puro y de las que se desarrollaron en el dos mil con un Estado más presente. El sector más novedoso es la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) que se puso a la cabeza en la organización de los trabajadores informales: cartoneros, ambulantes, carreros, etc. y que hoy representan una buena proporción del mundo laboral productivo pero bajo una absoluta precarización, cuenta además con la “bendición” en el sentido literal, del Papa Francisco. La CTEP tiene una propuesta novedosa que es incorporarse formalmente a la CGT y para esto viene llevando una intensa tarea de organización, institucionalización y afiliación de los trabajadores para cumplir con los exigentes requisitos de la central obrera que siempre fue muy reticente a abrir las puertas a los movimientos sociales. ¿Por qué propone la CTEP su incorporación? Porque arrastra una tradición política heredada del peronismo, la idea de la “columna vertebral” sobre la base de la unidad sindical y porque los resabios simbólicos del kirchnerismo y el “enfrentamiento” con el macrismo parecen haber recreado en el campo popular cierta aureola épica en el disgregado movimiento obrero. Junto a la CTEP se alinean la CCC y Barrios de Pie (los cayetanos); la CCC, brazo territorial del PTP (partido maoísta) apuesta también a la unidad mágica de la clase obrera viendo en la CGT el espacio ideal como continente de la mayoría de los trabajadores de nuestro país por lo que iría en la misma línea de acción. Por lo tanto los deseos de estos movimientos están atados a la voluntad de la dirección actual de la CGT que como se vio es tan conservadora como blindada a los cambios y críticas.

Las CTAs (Central de Trabajadores de Argentina) parecen caminar por un sendero de declive irrefrenable. De aquel movimiento de los noventa y principios del dos mil novedoso, alternativo, democrático que postulaba un modelo sindical, social y popular distinto poco va quedando ya, o en todo caso, van quedando retazos de esa propuesta que llegó a postular la construcción de un nuevo “movimiento político social y cultural de emancipación”. Dividido en el 2010 en dos CTA, de los Argentinos (kirchnerista) con Yasky (docente) a la cabeza y la Autónoma con Micheli (ATE) en la conducción, fueron transitando derroteros que a la corta los volvió a unir. En el 2016 se partió la CTA Autónoma en la fracción de Micheli y la de Peidró – Godoy por otro (CTA Perón). La primera quedó tan debilitada que se vio obligada a acercarse a la de Yasky y ahora coquetean con una posible reunificación. Micheli convocó a elecciones donde fue reelecto con escasa participación (en la CTA las conducciones se eligen por voto directo de los afiliados) y para agosto está el llamado a elecciones de la “CTA Perón” lo que derivará en un seguro pleito judicial por la denominación si no se oficializa la ruptura formal, esta Central tiene como principal sostén a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) salvo ATE CABA que responde a Yasky. Las diferencias al presente entre las dos centrales es que Hugo Yasky aspira a una reunificación con la CGT, quizás consciente de la debilidad de su espacio que se asienta sobre su gremio base CTERA, al igual que los movimientos sociales especula con un recambio en la otra central y reformar los estatutos de funcionamiento, es en cambio más reticente a la reunificación con el sector de Micheli que en realidad casi no cuenta ya con respaldo ni base organizativa de consideración; el acuerdo sería que ambas centrales renueven sus conducciones (una ya lo hizo, falta justamente la CTA de los Trabajadores) para sentarse a buscar un acuerdo. La CTA Perón en cambio mantiene su intransigencia frente a la CGT como a las otras CTAs pero a costa de perder presencia social (excepto ATE), relevancia y protagonismo sindical y político, bordeando por una peligrosa marginalidad. Sin ir más lejos, la CTA fue el espacio receptor y generador de diversos movimientos sociales de desocupados como la FTV y la misma Túpac Amaru entre otras, hoy la nueva generación de dirigentes y organizaciones mira para otro lado en la busca de referentes y alianzas político sociales.

Mientras, despidos, ajustes, recortes, reforma laboral, tarifazos, acuerdo con el FMI avanzan sin encontrar mayores resistencias que las parciales, simbólicas, justas pero insuficientes. El paro del 25 llegó tarde y se perderá en la intrascendencia si efectivamente no hay un plan trazado y coordinado por el conjunto de las fuerzas del movimiento obrero. Hacia la segunda mitad de este año el cuadro social habrá empeorado y las perspectivas para el 2019 siguen su curso gris y más oscuro también ya que para frenarlo se precisa más acción y unidad, factores que a pesar de la consigna coreada por miles de voces está cada vez más lejos, y aunque no nos guste, nos jode, nos jode.

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