viernes 29 de marzo de 2024
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Wokismo vernáculo | Apuntes salteños sobre trolls, fakenews, infoxicación, operaciones de prensa y comunicación violenta

La comunicación violenta que se abonó de discursos de odio para alimentar la grieta política argentina tuvo su jalón más pasmoso con el intento de magnicidio a CFK. ¿Responsabilidad exclusiva de la derecha y medios no peronistas? (Franco Hessling)

Lo ocurrido el jueves de la semana pasada en las afueras del domicilio de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, tiene gravedad institucional y atenta contra la forma de organización que llamamos democrática -porque, cuanto menos, se sustenta en mayoría de votos-. Sin dejar de mencionar que, dada la hegemonía patriarcal dentro de la clase política argentina, el acto también puede ser leído como un intento misógino de magnicidio.

La conmoción nos dispuso casi sin excepciones a reflexionar en cuanto a los decibeles del intercambio de posiciones, en particular del que se dio en el marco de la famosa grieta. Así, la catarata de síntesis de esa reflexión colectiva se resumió en microrelatos de repudio a los discursos de odio, que vienen siendo estudiados sobre todo en la literatura anglosajona (hate speech).

La mayor parte de los análisis sobre discursos de odio en nuestros tiempos los vincula maquinalmente con la lógica de comunicación violenta. Ello conduce a estirar las reflexiones más allá de demonizar el nada novedoso odio, aporofóbico y misógino como mínimo, de la derecha argentina. Con honestidad intelectual, nobleza obliga, estamos impelidos a interpretar con mayor detalle la situación de comunicación violenta que propició cierta demencia colectiva de clima bélico, en el que un muchacho se dispuso a ultimar a la vicepresidenta. De la grieta al odio, del discurso de odio instigador al acto delictivo (diría Miró Linares).

Algunos de quienes estudian el correlato entre las sociedades contemporáneas y el desarrollo de la comunicación vía internet (redes sociales principalmente) enfatizan en la lógica de polarización que opera facilitando el trabajo del algoritmo. Se crean polos y, así, la “algoritmización” tiene menos de personalizada que de polarizada. Ya ha pasado frente a discusiones trascendentales en Argentina como el aborto o el “sinceramiento” de las tarifas de Cambiemos (tal como evidencian los trabajos de Natalia Aruguete y Ernesto Calvo).

De los trolls a las fakenews, pasando por la infoxicación, la posverdad y las todavía y siempre vigentes operaciones de prensa, la comunicación violenta emana a borbotones del humor social 2.0 que se lee y escucha en redes y medios tradicionales. Ya hemos aprovechado estas columnas para destacar que la grieta fue una construcción y aprovechamiento de ambos polos, tanto de la oligarquía nacional como del progresismo-peronismo, así que usemos estas líneas para subrayar una consecuencia de potenciar tanto la polarización: la grieta se les fue de las manos.

¿Por qué? Probablemente porque las subjetividades de nuestras sociedades contemporáneas cada vez se impregnan más de las lógicas de polarización promovidas por el algoritmo y las redes sociales. Con el aliciente de que, al no estar reguladas las empresas intermediarias y motores de búsqueda en el marco de las imposiciones sobre libertad de expresión que le caben a los Estados (art. 13 del Pacto de San José), cualquier dice cualquier cosa y hasta se atreve a fomentar la acción violenta.

Así, la comunicación violenta en la que se inscriben los discursos de odio actuales que emergen de la grieta política argentina no es resultado sólo de los dichos de Patricia Bullrich, Ricardo López Murphy o Fernando Iglesias. Tampoco es consecuencia únicamente de las placas de TN ni de la afamada vecina de Cristina. Esa comunicación violenta también tiene que ver con las intimidaciones del presidente al fiscal Luciani y con las provocaciones socarronas de la vicepresidenta contra la ex ministra de Seguridad del PRO, sin dejar de mencionar las bravuconadas del dirigente papal Juan Grabois. El fuego cruzado de la comunicación violenta, exacerbada la polarización a través del ecosistema 2.0, da lugar a pasar de la grieta al odio, del decir odio al hacer odio. Y eso, wokismo vernáculo, no se construyó unilateralmente.

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