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Wado de Pedro en Salta | El ministro indestructible que bendijo la precandidatura de Emiliano Estrada

La oposición lo considera un “K” puro, pero le dispensa un respeto que a otros no. Hijo de desaparecidos, su vida también corrió peligro durante el argentinazo del 2001 y luego forjó una cercanía única con Cristina Fernández. (Daniel Avalos)

Dicen que Cristina Fernández siempre se sintió conmovida por la historia trágica de ese chico tímido y huérfano que tempranamente se perfiló como un cuadro técnico – político. Un joven que creció con dificultades en el habla por padecer eso que los médicos definen como disfemia y los simples mortales como tartamudez. Algo que los presentes anoche en el acto de lanzamiento de la precandidatura a diputado nacional de Emiliano Estrada confirmaron con una mezcla de respeto y admiración. Los especialistas atribuyen el trastorno a una combinación de factores: personas con predisposición genética al mismo y tensiones prolongadas en edad temprana. Wado de Pedro padeció muchos de estas últimas.

Su padre Enrique fue asesinado en una emboscada que le tendió el ejército en el barrio porteño de Constitución el 22 de abril de 1977. A los 25 años, Wado lo evocó en el ciclo Memoria Abierta como un típico Montonero, alguien jugado, “un convencido de cuál era el proyecto para la Argentina y pensaba vivir hasta las últimas con ese proyecto”.

Su madre, Lucila Révora, también militaba en esa organización. La casa donde vivía con el pequeño Wado fue rodeada un 11 de octubre de 1978 por militares del Batallón 601 que sobrevolaron el lugar en helicópteros, tiraron bombas y acribillaron a quien era la pareja de Lucila, que salvó a su hijo colocándolo en el interior de una bañera de plomo. Tras el operativo en el que desaparecieron a su madre, los militares dejaron al nene en la casa de una vecina. Volvieron al otro día para llevarse al pequeño Wado que estuvo tres meses quién sabe dónde. Luego fue abandonado en una ruta de la localidad bonaerense de Mercedes. Los secuestradores tuvieron la “delicadeza” de telefonear al cura del lugar para informarle que habían dejado un paquete para los Révora, quienes finalmente criaron al actual ministro del Interior.

Quien relató esa parte de la historia fue una conmovida periodista sin un minuto de kirchnerista y décadas de antikirchnerismo: Laura Di Marco. Lo hizo en su libro “La Cámpora, historia secreta de los herederos de Néstor y Cristina Kirchner”. También contó cómo el adolescente era increpado por compañeros de escuela que le preguntaban si era hijo de “tirabombas”. El joven reconoció luego que a ello le siguió una etapa casi autodestructiva que superó cuando empezó a militar en HIJOS y a devorar lecturas sobre los años setentas. Nunca renegó de la historia de sus padres, aunque concluyera que el método de la lucha armada fuera una cosa del pasado.

Durante la rebelión de diciembre del 2001 la muerte volvió a rozarlo. La historia quedó registrada en un artículo que Miguel Bonasso publicó en el diario Página 12 durante aquellos días tumultuosos. La extensión de la misma nos desliza a sugerir su lectura a los que tengan ganas (https://www.pagina12.com.ar/2001/01-12/01-12-23/pag17.htm) y a resumir la misma a quienes tengan pereza de hacerlo. Se titulaba “Secuestro, paliza y tormentos con picanas en la represión. Hubo torturas en Plaza de Mayo”. Hablaba de un joven detenido por la Policía Federal en Plaza de Mayo, la golpiza de la que fue objeto e incluyo el “uso de una picana ‘portátil’ y el choque del patrullero en el que era transportado que termino liberándolo de los uniformados que ocultaron la detención a la jueza María Servini de Cubría que se interesó por el caso cuando el canal Todo Noticias filmó cómo lo introducían al patrullero.

Ocurrió la mañana del jueves 20 de diciembre del 2001. Wado de Pedro llevaba unos volantes del sindicato de los judiciales a la Cámara Nacional Electoral y al bajar de un taxi en Diagonal y Florida le dijeron que la Federal apaleaba a las Madres de Plaza de Mayo. Partió hacia allí y en el trayecto la policía le arrebató el bolso que terminó entre los caballos y los borceguíes policiales. Allí cometió su primer error: exigió a los policías que le devolvieran lo suyo. La respuesta fue un manotazo que lo derribó y un enjambre de policías que se le echaron encima. “Entonces Wado cometió el segundo error”, resaltó Bonasso en aquella nota. “Se puso a gritar: ¡Soy Wado! ¡Soy de HIJOS!”. Lo que provocó una mueca de satisfacción en una de las fieras que estaban de civil: ¡Uy, miren! ¡Este es de HIJOS! Los golpes y patadas se multiplicaron, junto con los feroces tironeos para llevarlo a un patrullero (…) Wado es delgado, pero la desesperación le dio fuerzas para resistir. Hasta que le alzaron la camisa y sintió unas punzadas de fuego en los riñones, el inequívoco hormigueo de la corriente eléctrica”.

Wado pudo escapar del patrullero por la puerta opuesta, aunque lo derribaron pronto para reintroducirlo al vehículo cuyo chofer también se daba tiempo para golpearlo. “Tanta aplicación puso en la tarea que, en el último codazo, al darse vuelta para mirar a la víctima, estrelló el patrullero contra un taxi”. El caos empezaba a salvarle la vida al joven que entre idas y vueltas terminó en el Hospital Argerich. El médico de guardia constató traumatismos múltiples, escoriaciones frontales, lesión en el tabique nasal, hematoma en cuero cabelludo, hematoma en miembro inferior izquierdo, en zona glútea y significativas marcas en la espalda. El alivio final llegó cuando el prisionero solicitó que un neurólogo le revisara por los golpes en la cabeza. “El doctor Pablo Barbeito no sólo lo revisó (…) También tuvo el coraje de llamar a los compañeros de Eduardo de Pedro en el Sindicato de Judiciales y avisarles que estaba en un box de la sala de urgencias del Argerich. Al rato cayó el secretario general, Julio Piumato, junto con otros compañeros del gremio y de la Facultad (…) Los policías querían irse y llevarlo a la comisaría, pero ya había demasiada gente dispuesta a impedirlo. El hijo de desaparecidos volvía a vivir”, resalta aquella nota.

La militancia en HIJOS y sus estudios universitarios continuaron. Wado de Pedro se recibió de abogado en la UBA y luego realizó un master en políticas públicas. En el 2004 mantuvo un encuentro con Néstor Kirchner y se declaró abiertamente kirchnerista. Fue el primero de una camada de jóvenes que luego conformarían La Cámpora y hoy ocupan cargos claves en la administración nacional. Pero allí también Wado de Pedro se distinguió: mientras todos buscaban el padrinazgo de un Néstor al que creían el jefe eterno, De Pedro optó por la cercanía con Cristina Fernández. Interesada en la causa que Wado llevaba adelante contra los militares que desaparecieron a su madre y lo secuestraron a él mismo siendo niño, la entonces “primera ciudadana” comenzó a compartir charlas que iban desde detalles técnicos del juicio a cuestiones políticas propias de una organización que ella y Néstor imaginaron como la condición de posibilidad para consolidar el modelo de país.

Las charlas continuaron cuando Cristina accedió a la presidencia. La Cámpora aceleró su constitución luego del conflicto con el campo; Wado de Pedro devino en uno de los cinco jefes de la organización; en el 2009 Cristina Fernández lo designó vicepresidente de Aerolíneas Argentinas y en el 2011 se convirtió en diputado nacional. Ya todos lo reconocían como la materia gris de una organización obsesionada por formar cuadros capaces de administrar el Estado, ubicar militantes en empresas públicas u organismos del Estado; o entregarse al armado político de frentes y listas que pudieran dar musculatura política a los modelos de país que el kirchnerismo reivindica como propios. A eso se dedicó entre el año 2016 y 2019, cuando se preparaban para volver al Poder.

Lo recordó anoche en el estadio Delmi, cuando bendecía la precandidatura a diputado nacional de Emiliano Estrada. Allí resaltó que en la tarea “nunca se logra el cien por ciento de lo que uno quiere”. Traducido: la pasión por lo imposible nunca es buena. Las palabras, además, buscaban cicatrizar las heridas de una dirigencia kirchnerista salteña que queriendo candidatearse para todo, resistía el andar de un Emiliano Estrada al que acusaban de ser el candidato de Sáenz por haberse quedado en el Partido Justicialista salteño luego que la tropa del gobernador lo copara en agosto del 2020. Una dirigencia salteña que mientras Alberto Fernández y Máximo Kirchner ocupaban el PJ nacional y bonaerense, optaron por negar la realidad –que el PJ devenía en columna vertebral del Frente de Todos– para concluir honesta o maliciosamente que Estrada era un siervo de Sáenz y no uno de los guardianes de la estrategia política nacional que tiene en Wado de Pedro a uno de sus diseñadores.

Anoche Wado de Pedro insistió con su presencia y sus palabras lo siguiente: Estrada es el elegido del cristinismo y de una Casa Rosada que eligió gobernar con los mandatarios provinciales que incluyen a figuras como Gustavo Sáenz. Después de todo, habrán pensado que si Cristina levantó el veto a actores que habían sido muy opositores a ella como Sergio Massa para garantizar un triunfo, cualquiera debería hacerlo en nombre del proyecto; sin olvidar que aquellos que conducen esperan que los dirigentes y militantes propios entiendan la importancia tácita de los acuerdos que se tejen con los gobernadores aun cuando no siempre conozcan los detalles de los mismos.

No obstante, los kirchneristas salteños de la primera hora fueron invitados anoche a seguir siendo parte del proceso en marcha, aunque en Salta el Frente de Todos ya no tiene nada que ver con el surgido en el año 2019. Se abre una etapa nueva en la que Emiliano Estrada fue bendecido para sintetizar los planes políticos del oficialismo nacional y las aspiraciones de quienes apoyan a ese gobierno. Claramente no conducirán quienes hasta aquí lo hicieron sin poder presumir de un solo logro político.

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