sábado 20 de abril de 2024
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Urtubey vice | La apuesta por el camino del medio y el fantasma de la disgregación del frente provincial

La flaqueza del “tercer espacio” provocó la migración de ex aliados provinciales a alguno de los bandos de la grieta. Ello más el acercamiento con Gustavo Sáenz generan tensiones que Urtubey deberá resolver antes de que estallen. (Daniel Avalos)

No se descubre nada al enfatizar que el Gobernador salteño transita los peores días de su carrera política. El motivo es fácil de verbalizar: en el último mes, las tropas que responden a los bandos del país agrietado ocuparon exitosamente el territorio que Urtubey definía como la “ancha avenida del medio”. Tal situación convenció a quienes supuestamente debían resguardar ese territorio de que el combate electoral contra esos bandos era inútil: primero desertaron los soldados rasos, representados por varios legisladores que abandonaron sus puestos de combate; luego partieron los gobernadores peronistas que prometían hacer de capitanes territoriales e incluyó a un Juan Schiaretti que disfrazó la huida con unos días de descanso en momentos claves; finalmente, huyeron dos de los tres candidatos que hasta hace un mes se proclamaban como los comandantes que dirigirían la conquista del país.

Urtubey quedó literalmente sólo. Seguramente con la desazón de los atardeceres argentinos que nunca cargan con las euforias matinales donde todo lo que se planea parece posible. Imaginar qué habrá pasado por su cabeza en esas horas resulta imposible, aunque indudablemente concluyó que bajar a Salta para disputar una senaduría nacional constituía una retirada poco digna y salió a enfrentar nuevamente a las cámaras. Lo hizo para criticar con dolor la decisión de Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto y elogiar con pasión la necesidad de ofertar una fórmula a los desencantados con Macri y a los que no quieren la vuelta del kirchnerismo.

Lo último se habrá combinado con la certeza de que la sociedad compensará algún día la coherencia y el resultado es el conocido: secundar a un Roberto Lavagna que se parece mucho a esos académicos que se contentan con tener la razón y prescinden de la tarea política de acumular fuerzas para imponer la misma al conjunto. Habrá que admitir que la apuesta de Urtubey es propia de quienes prefieren el peligro de las balaceras al ostracismo político o los repliegues poco gloriosos. Y es que tal apuesta no solo lo expone a las presiones de una Casa Rosada que sabe que la fórmula que integra interpela al votante macrista; también lo obligará a bajar a la provincia para evitar que el achicamiento paulatino del “espacio del medio” atente contra los dispositivos políticos y administrativos que montó durante una década para evitar la disgregación política en Salta.

Los síntomas de esto último se recrudecen. El vencimiento del plazo para la inscripción de candidaturas nacionales lo confirma. Figuras que hasta hace un mes eran aliados o subordinados del gobernador, cedieron al magnetismo de los extremos de la polarización política y sumaron sus nombres a alguno de los bandos. Juan Carlos Romero optó por “Juntos por el Cambio” aun cuando Miguel Nanni jurara disputarle la precandidatura a senador nacional en las PASO, aunque ahora parezca que el radical resignará el cacareo a cambio de que el sindicalista José Ibarra desista de disputarle a él la precandidatura a diputado nacional. Javier David y Lucas Godoy partieron para el otro extremo de la polarización: la lista de los Fernández donde piensan anotarse como candidatos a senador y a diputado nacional respectivamente para furia de un Sergio Leavy y un José Vilariño que – directamente en Buenos Aires – pelean a brazo partido para que el abrazo grande que viene a ejecutar Alberto Fernández repare entre seguidores de primera o última hora. El final de esa película es por estas horas incierto.

No menos sintomático del peligro de disgregación resulta lo siguiente: a 30 horas del cierre de los plazos para inscribir candidaturas, nadie sabe bien quién será el candidato a senador nacional por Salta en la fórmula Lavagna – Urtubey. Silencio oficial salpicado por rumores que aseguran que varias figuras rechazaron el ofrecimiento aduciendo compromisos con la planificación del futuro provincial y el lugar que desean ocupar en el mismo. Fuentes confiables del círculo rojo provincial señalan que el Vicegobernador y el Jefe de Gabinete rechazaron el convite. No hay por qué dudar de ello cuando la guerra fría que protagonizan por la candidatura a gobernador resulta indisimulable: Miguel Isa denunciando la campaña abierta de un Fernando Yarade que no responde los reproches, pero explicita su vocación de candidato con una cartelería omnipresente y viajes al interior que desconocen el pedido “U” de no superponer la campaña nacional por la presidencia con la provincial que dirimirá la gobernación. Hecho el rodeo, enfaticemos que por estas horas matinales del día viernes los nombres que suenan para la candidatura a senador incluyen a Lucio Paz Posse, Guillermo Durand Cornejo y el intendente de Oran, Marcelo Lara Gros.

En este marco, se produce el acercamiento entre Urtubey y Gustavo Sáenz. Un coqueteo abierto que inició el jefe comunal con un seguidismo sorpresivo al proyecto nacional de un Urtubey que puede ser menos expresivo que el jefe comunal con sus emociones, aunque indudablemente estará valorando el cortejo amoroso del que es objeto como algo mucho más decidido de lo que él esperaba. Coqueteo que no devino en matrimonio político, aunque nadie pueda hoy descartarlo. Centralmente porque el poderoso criterio de la conveniencia política alcanza a uno y otro: los votos que pueda aportar Sáenz en la provincia a la fórmula nacional que integra el Gobernador y la necesidad del primero de contar con mayor musculatura territorial en el norte provincial donde es poco conocido y en donde carece de una estructura capaz de llevar su candidatura a gobernador a los rincones más periféricos de ese norte clave en términos electorales.

Semejante acercamiento es blanco de las miradas atentas de los históricos aliados del Gobernador. Desde intendentes, legisladores y funcionarios; hasta dirigentes del interior que, mientras escuchan las demandas de los “jefes”, mastican un palito, se sacan astillas de algo de la boca y escupen entre los colmillos antes de sentenciar con quién se debe hablar o no para ayudar o entorpecer la campaña de tal o cual. En definitiva, miembros de esa dimensión que todos conocemos como “el aparato” y que en no pocos casos se preguntan si el potencial matrimonio Urtubey – Sáenz no los convierte en reos de una tontería de lesa ingenuidad. Una que los predispone a una especie de desengaño rencoroso que los desliza a un doble comportamiento: explicitar sin complejos la lenta extinción de la llamada “avenida del medio” y demandar por lo bajo la unidad del justicialismo para diseñar un proyecto de poder provincial que nuclee a figuras que durante años fueron el soporte político y territorial del Gobernador, aunque nunca pudieron darle direccionalidad ideológica y política al conjunto.

A la resolución de esas contradicciones deberá abocarse el gobernador Urtubey ni bien culmine su participación en el armado de las listas nacionales. No será tarea fácil y en esa dificultad radicará una característica central de la misma: ya no podrá ser el ajedrecista de la política salteña que desde afuera armonizaba las partes en pugna. Hoy deberá bajar al barro de la política provincial por una razón simple y poderosa: el escenario nacional y sus propias apuestas políticas lo convirtieron en uno más de las contradicciones que antes él resolvía en nombre de una victoria que en esta etapa casi nadie visualiza.

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