jueves 25 de abril de 2024
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Un silencio político que dice mucho | El 45% de los y las salteñas prefirieron no votar o votar en blanco

“Buen tiempo para votar” habrán pensado las autoridades de mesa el día domingo cuando ni una nube manchaba el cielo celeste, pero 477.901 ciudadanos/as encontraron la forma de faltar a la cita. (Daniel Avalos)

Precisemos lo siguiente: entre esos 477.901 electores (45,4% del padrón electoral que suma 1.052.535 votantes) estaban los 421.529 que directamente no fueron a sufragar (40,04%) y los 56.372 (5,35%) que prefirieron votar en blanco en las principales categorías de sus respectivos departamentos. En Salta capital los números se repiten: 156.490 (35,6% del padrón) no concurrieron a la cita, mientras otros 34.323 (12,13%) se acercaron para votar en blanco. El denominado común de todos ellos es que prefirieron no iluminar con sus votos a candidato alguno.

Quienes tratan de explicar el fenómeno dirán lo de siempre: el porcentaje de desinteresados es la suma de quienes nunca ven utilidad al sufragio, más aquellos que aprovechando el buen tiempo del domingo decidieron compartirlo con sus familias, más los otros que sin otro motivo que la invencible pereza simplemente se quedaron en sus casas. No se trata de interpretaciones descabelladas, aunque la explicación general es otra que conocemos bien: el claro divorcio entre la política y una parte importante de la sociedad que ve en la primera a notables que llegan a una banca por sus vínculos con los poderosos y a opositores que siendo corajudos para denunciar de todo y a todos son finalmente inútiles para modificar el curso de los acontecimientos.

La pandemia vino a profundizar ese divorcio. Centralmente porque la agenda de la clase política siguió siendo la de siempre y no contacta con las necesidades de quienes sienten que durante 18 meses pusieron todo – y un poco más – de sí para soportar la tormenta sin que desde el otro lado les digan cómo se saldrá de las penurias que la pandemia dejó. Si asemejáramos entonces a la clase política con usinas generadoras de energía cívica, deberíamos concluir que la abstención de la que hablamos obedece a que la energía que irradia tal usina es anémica e incapaz de entusiasmar y movilizar a esos salteños y salteñas que necesitarían 17 estadios Martearena para posar sentados un domingo cualquiera.

Sigamos con la metáfora de la usina eléctrica para explicar lo ocurrido. Digamos que en esta oportunidad también se asemejó a un cableado caótico representado por varios frentes, docenas de listas y centenares de candidatos que se repartían entre espacios que reunían a feministas con misóginos; kirchneristas que hace un par de meses prometían ir juntos y ayer estuvieron representados en tres frentes electorales; o una izquierda que dice estar contra de los mismos y pelear por lo mismo pero que fueron divididos como siempre. La confusión generalizada también hizo colapsar la maquinaria electoral. No puede sorprender. Es lo que ocurre con cualquier sistema en donde las conexiones (alianzas políticas) son desprolijas, se realizan con cables poco resistentes (sellos electorales fundados sólo para una elección) y hasta con cables pelados que al rozarse unos con otros producen un cortocircuito fenomenal. Tal cortocircuito provocó un apagón en miles de conciencias ciudadanas que sintieron que era imposible distinguir qué había aquí, qué un poco más allá y qué mucho más allá.

El 45% de los salteños y salteñas que no fueron a votar o votaron en blanco pueden asemejarse a las víctimas directas del apagón cívico que asola a sociedades como la nuestra. Los acostumbrados a tales apagones se quedaron en sus casas como lo hacen las familias que esperando que la energía eléctrica retorne al hogar mantienen la vista fija en no importa qué, pero lo hacen con paciencia oriental hasta que la claridad del nuevo día les indica que es hora de ir al trabajo por las calles poceadas de siempre, pensando si podrán realizar el contrapiso de la casa, si se resolverán los problemas en el trabajo o recuperará el que perdió mientras se entrega al cálculo mental para ver si llega a fin de mes y sueña con recuperar algo de todo lo que perdió durante la pandemia .

Insistamos, fueron 421.529 los salteños y salteñas que no fueron a votar. A ellos se le sumaron 56.372 que caminaron a oscuras hasta la mesa electoral para llegar y votar en blanco ante una maraña de ofertas electorales. Todos habrán concluido que la conducta no los privaba de nada importante porque, en el fondo, sienten que muchos de los cientos de candidatos por los que había que optar sabían menos que sobre los problemas que aquejan a la sociedad en su conjunto. Imposible condenarlos. Aun sabiendo que la conducta terminó favoreciendo a los candidatos que siendo dueños de poderosos aparatos políticos – a los que podemos asemejar con generadores de electricidad autónomos – pudieron movilizar al séquito propio cuyo porcentaje se acrecienta cuando menor es el nivel de participación general. Así de trágicos suelen ser también los abstencionismos.

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