martes 19 de marzo de 2024
21.4 C
Salta

Triunfo | La larga marcha de Alberto y Cristina hacia la Casa Rosada

Retazos de un proceso político que se hilvanó desde el año 2018: la inexistencia de la tercera vía, la seducción a la liga de gobernadores, la dupla adecuada, unas PASO contundentes y un Macri alocado que logró achicar la diferencia.

Alberto dijo hace tres años que con Cristina no alcanzaba y sin ella era imposible. Cristina nunca dudó de la sentencia y lo confirmó en mayo al anunciar que la fórmula sería encabezada por el propio Alberto y ella acompañaría en calidad de candidata a vicepresidente. Desde entonces soplaron vientos de entusiasmo que se acaba de coronar con el triunfo. Al cierre de esta edición y con el 89% de las mesas escrutadas, los Fernández consiguen casi el 48% del padrón electoral; contra el casi 41% de Macri – Pichetto.

El final de la película, no obstante, obedece a un proceso en donde hubo movimientos clave dictados por un correcto diagnóstico de la política nacional. Repasar algunos de ellos es el objeto de estas líneas, que enfatizan el rol de Gran DT de Cristina Fernández: la encargada de evitar las improvisaciones, la responsable de que los capitanes y soldados elevaran al máximo sus rendimientos y de que todos se convirtieran en disciplinados atletas que aseguraran el éxito de un plan de operaciones que requería de ella escasa exposición. Repasemos algunas escenas del proceso.

La correcta lectura del campo de juego

El dividido peronismo del año 2018 concluyó que la teoría de los tres espacios carecía de potencialidad política alguna, para desdicha íntima del por entonces autoproclamado “Alternativa Federal”, que ya sabía que la heterogeneidad política del 30% o el 35% de la población que deseaba superar a la grieta, no podía sintetizarse en una sola figura. Era fácil confirmarlo: la dificultad que manifestaban los presidenciables de ese espacio para encontrar las palabras y las ideas capaces de darles forma a las pasiones que anidaban en ese sector. Por entonces lo padecía Urtubey, Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto quienes protagonizaban entrevistas en donde hablaban mucho para decir poco sin poder llegar a la razón y a las emociones de los peronistas y de quienes no lo eran.

La imposibilidad de la emergencia de un tercer espacio no privaba a CFK de observar una sociedad claramente agrietada que dejaba en una situación de enorme vulnerabilidad al gobierno del 2020: sea el del propio Macri que ya no contaría con la tolerancia propia de las gestiones recién elegidas; sea el de la propia Cristina que sabía con descarnada precisión la existencia de sectores importantes que siguen echando espuma por la boca cuando sienten su nombre. Un triunfo electoral de la propia Cristina en esas condiciones, no garantizaba gobernabilidad tranquila en el mejor de los casos, mientras en el peor podía representar lo que las crónicas de las antigua Grecia le atribuyeron al general Pirro de Epiro, 200 años antes de Jesucristo: “Una victoria  más de estas y estaremos perdidos”.

Hacia la conquista de los gobernadores

Todo peronista que se precie de tal, sabe que para llegar a la presidencia es preciso contar con una Liga de Gobernadores capaz de proveer al ungido de una llegada efectiva a los rincones más periféricos del territorio. Esa liga hasta fines del año 2018 coqueteaba con la ahora extinta “Alternativa Federal”. No había allí entusiasmo alguno con las figuras de ese espacio, pero la sola prescindencia de los gobernadores en la elección de hoy, hacía difícil garantizar un triunfo contundente de la propia Cristina. Entre otras cosas, porque los nuevos gobernadores peronistas penaban por distinguirse del kirchnerismo y de la historia reciente del justicialismo, a la que asociaban con la caída de gobiernos de signo contrario como el de Fernando de la Rua en el año 2001 y que aún hoy se debate.

Esa maraña de malentendidos sinceros o malintencionados, explicaba la insistencia del peronismo territorial en apostar por un “colaboracionismo condicional” con la Casa Rosada, al punto de asemejarse a una versión edulcorada del propio Macri. No obstante, la debacle financiera de abril-mayo del 2018 y la propia popularidad de CFK en provincia de Buenos Aires empezó a generar que la grieta empezara a determinar los atisbos de la reconciliación. La tendencia comenzó con intendentes bonaerenses que siempre vieron en la popularidad de Cristina la posibilidad de mantener poder territorial; incluyó a sindicalistas como Hugo Moyano; siguió con diputados y referentes del massismo; y alcanzó a figuras extrapartidarias como Pino Solanas, Juan Grabois o Victoria Donda.

La visagra

Cada pase político generaba asombros y titulares periodísticos, pero lo cierto es que el acontecimiento que consolidó la tendencia ocurrió entre el 17 y 18 de octubre de 2018, en Tucumán. Allí, el gobernador Juan Manzur – quien coqueteaba entonces con el peronismo no K – montó un impresionante acto del que estuvieron excluidos los kirchneristas para anunciar que iría por la reelección en esa provincia. Un día después, el exgobernador y actual senador – José Alperovich – anunció públicamente que le disputaría la gobernación con el sello de Unión Ciudadana y el respaldo de una Cristina que allí, como en otras provincias, gozaba de una enorme popularidad mayor. Esa abierta declaración de guerra hizo posible lo que hasta entonces era improbable: la unificación del peronismo.

Las razones eran fáciles de explicar: en la mayoría de las provincias gobernadas por justicialistas convivían los dos peronismos; en todas, el kirchnerismo contaba con Unidad Ciudadana como instrumento electoral; en todas, la popularidad de Cristina era importante; y en todas el macrismo mantenía fuerza suficiente y recursos importantes para imponerse a un peronismo dividido. Esa combinación de factores sumada a la característica justicialista de escapar a las elucubraciones complicadas para apreciar y resolver lo fundamental, inclinó a los gobernadores a concluir que el kirchnerismo podía no ganarle en sus distritos, pero sí era capaz de hacerles perder a quienes buscaban ser reelegidos. La principal consecuencia fue la siguiente: Alternativa Federal se quedaba sin la Liga y deslizaba a los gobernadores a discutir acuerdos que permitieran disputar con éxito la nación, sin poner en riesgo la reelección de los mandatarios justicialistas.

La elección de los jugadores adecuados

La frutilla de postre ocurrió en mayo pasado, cuando Cristina anunció que el que encabezaría la fórmula sería Alberto Fernández. La jugada era tan sorpresiva como efectiva: empoderó a un Alberto que había renunciado a su gobierno cuando los varones del país agrario resistieron las retenciones, al tiempo que la tensión ponía en evidencia el rol decisivo de las corporaciones mediáticas en la puja político – económica del país.

En esa decisión subyacía la estatura política de esa mujer que era consciente de una diferencia crucial entre el 2003 y el 2020: cuando ella y Néstor llegaron al gobierno, el país había estallado y el objetivo era reconstruirlo recuperando el poder del Estado y subordinando la economía a la política; lo que se busca ahora es evitar que el país estalle fortaleciendo el mercado interno, incorporando a sectores excluidos por el macrismo y recuperando el rol articulador de un Estado endeudado hasta los huesos.

Alberto Fernández era la persona capaz de buscar apoyos extras y romper el techo bajo que siempre se le endilgaba a la expresidenta. Un Alberto que fue al encuentro del peronismo receloso de “esa mujer” para proveer de musculatura política al futuro gobierno. Y es que el anuncio de Cristina estaba claramente destinado a la nueva generación de gobernadores peronistas y a la vieja guardia justicialista. Sectores que piden “corregir” el fervor con que el kirchnerismo retomó el folclor peronista; sectores que juran que lo deseable es correrse más al centro y modernizar el partido; sectores que resultaban clave para un armado que posibilitó un triunfo electoral.

Entre el bolsillo y el corazón

Ya con el campo de juego bien estudiado, los tibios encuadrados y los jugadores disciplinados, el partido empezó a desplegarse con dos estrategias claras que aquí podemos resumir del siguiente modo: Macri – Pichetto apostando al voto corazón, Fernández – Fernández interpeló a los votantes sobre el estado de sus bolsillos, convencidos de que cuando la tierra que uno pisa quema los pies, es difícil andar mirando las promesas que se inscriben en el cielo. El resultado empezó a mostrarse en las PASO del 11 de agosto: 49% de los votos para el Frente de Todos contra el 33% de Juntos por el Cambio. El primer tiempo del partido ha concluido con una ventaja cómoda.

Camino a octubre

El peronismo y sobre todo la estratega, se dedicaron a evitar los errores e ir al encuentro de los referentes de sectores económicos, sindicales y sociales que resultan clave para la puesta en marcha de los planes de gobierno futuros en un país con la matriz productiva y económica devastada. No dejaron de entusiasmar a los votantes y juntos protagonizaron actos políticos que parecían archivados en los cajones de la historia; sin olvidar que también contaron con el auxilio del propio Mauricio Macri tras la sonora bofetada que recibió en agosto, salió a lo loco a tirar piñas y dejando tantos flancos que finalmente hoy recibió un piñón que lo dejó en el piso y preguntándose qué carajos pasó.

Otras noticias