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Semana de mayo | Un día como hoy, Juan José Castelli exigió al virrey español un cabildo abierto

Los hechos de 1810 que culminaron con un 25 de mayo revolucionario habían comenzado el 20 de mayo. Ese día el “orador de la revolución” – cuya vida acá repasamos brevemente –  exigió el cabildo abierto que se concretó el día 22.

Se trataba de Juan José Castelli, un revolucionario cuya actuación en aquellos tumultuosos años contradice la supuesta angustia que – según el presidente Macri – sintieron los revolucionarios de la nación al independizarse de España.

Castelli era el orador de la revolución, la persona que emitía fogosos discursos que buscaban llegar a la razón y al corazón de los protagonistas. De allí que se dijera que todos esperaban en algún momento el discurso de Castelli para ordenar las ideas, pero también para nutrirse del valor que los deslizara a la acción. Pero enfaticemos también de que Castelli era un hombre de acción. Un aspecto central de ello quedó sintetizado en un suceso que inaugura el aspecto sangriento de la revolución.

Para ello debemos recordar que tras el 25 de mayo de 1810 hubo quienes se opusieron al proceso revolucionario por lealtad a España. Uno de ellos fue Santiago Liniers, un hombre que se había convertido en un héroe popular por el rol destacado que tuvo para resistir las invasiones inglesas de 1806. Liniers se opuso al movimiento revolucionario desde la ciudad de Córdoba en donde organizó la resistencia.

Ante ellos, el 28 de julio la Junta Revolucionaria con Manuel Belgrano, Mariano Moreno y el propio Castelli a la cabeza, resolvió sofocar la rebelión y condenar a muerte a Liniers. Las fuerzas que partieron en su búsqueda fueron dirigidas por un comandante de apellido Ortíz de Ocampo quien apresó a Liniers pero no lo ejecutó. Algunos dicen que por su admiración al héroe; otros porque temía que el fusilamiento de un líder popular dañase políticamente a la revolución.

Cuando la Junta se entera, manda a Castelli a ejecutar la orden original. Al despedirlo Mariano Moreno le recomendó: “Vaya pues usted doctor, que como los revolucionarios franceses han dicho alguna vez, cuando lo exige la salvación de la patria, debe sacrificarse sin reparo hasta el ser más querido”. Castelli partió el 20 de agosto al mando de 50 húsares y no tardó en dar con Liniers y comunicarle su destino. El 26 de agosto conformó una fila de 6 soldados que fusiló al héroe. El tiro de gracia lo dio Domingo French, el hombre al que la revista Billiken mostrara como un cándido repartidor de escarapelas en la jornada del 25 de mayo de 1810.

Castelli murió dos años después víctima de un cáncer fulminante. Antes de ello y posterior a hechos de Liniers, comandó las tropas revolucionarias del norte hasta llegar a la actual Bolivia donde decretó, entre otras cosas, la anulación del tributo indígena, el fin de las prestaciones personales de trabajo, equiparó a indios con criollos y tradujo al quechua y al aymara los principales decretos de la Junta Revolucionaria.

En el primer aniversario de la revolución de mayo convocó a los indígenas a las ruinas de Tiahuanaco. Allí rindió homenaje a los incas e invitó a los presentes a hacerles justicia expulsando a los españoles. Allí también pronunció uno de sus últimos discursos que según los documentos fue pausado para dar tiempo a que sus palabras se tradujeran al quechua y al aymara.

En una parte del mismo dijo lo siguiente: “No reconozco en el Virrey ni en sus secuaces representación alguna para negociar la suerte de unos pueblos cuyo destino depende de su libre consentimiento. Por esto me creo obligado a conjurar a esas provincias para que en uso de sus naturales derechos expongan su voluntad y decidan libremente el partido que toman en este asunto que tanto interesa a todo americano”. Por supuesto lo dijo sin angustiarse.

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