jueves 25 de abril de 2024
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“Sé religioso y reza, o sé filósofo y piensa” | Entre otra ola de COVID y la ampliación del Teleférico en Salta

Las palabras del gran filósofo “pesimista” (Arthur Schopenhauer) nos permiten usar esta dicotomía en los asuntos de que nos implican y complican no solamente a diario, sino por años. (Sandra Carral Garcín)

“Sé religioso y reza, o sé filósofo y piensa: pero sé sólo una de ambas cosas, en función de tu naturaleza y tu cultura”. (Extracto de Apuntes sobre Kant, de Arthur Schopenhauer)

Después del corto letargo que en la administración provincial significan las vacaciones de invierno, los salteños somos otra vez advertidos de la nueva ola COVID, razón por la cual se vuelve a insistir en los cuidados, o sea vacunación completa y diversa, no sólo COVID, puesto que ahora esta enfermedad sería “leve gracias a la vacunación”.

Observamos que se sigue indicando el autoaislamiento si se presenta la infección, contradiciendo que justamente si esta enfermedad fuese tan grave y la situación tan preocupante, cómo seguiría siendo adecuado que el infectado quedase encerrado sin asistencia médica ni tratamiento (aunque quede aislado en ciertas instituciones médicas), sólo esperando que la situación degenere al punto de llevarlo a la internación posterior para caer, tal vez, víctima de protocolos que aún no han mostrado su sustento científico, aunque claro, eso se le exige a los tratamientos tempranos propuestos y aplicados en todo el mundo por especialistas independientes que no adhieren a los protocolos especificados por los téntaculos públicos de BigPharma.

Incluso en Salta, la ivermectina, por ejemplo, ha sido indicada en 2020 por el mismo ministro de la Salud, el doctor Juan José Esteban, quien además admitió haberla consumido no sólo antes de ser vacunado, sino también en su segundo contagio luego de la tercera dosis. Es de pensar, porqué ciertos tratamientos no se masifican y sólo se utilizan en ciertos pacientes y en otros no, digamos por ejemplo, aquellos internados sospechosos de COVID, aún cuando los resultados de los tests PCR sean ya positivos.

Al respecto, nos enteramos que el gobernador de la provincia tiene COVID, pero nada se dice aún, ni aquí ni en otra provincia, de ciertas informaciones que a estas alturas deberían ser dadas al mismo tiempo de estos anuncios: ¿a cuántos CT (ciclos de amplificación) corresponden estos tests PCR, de cuántos segmentos se trata, hay confirmación con cultivo celular? También interesa saber cuántas dosis vacunales y cuáles, cuándo fueron aplicadas, de qué variante se trata, cuántos COVID tuvo el paciente y cuando, qué tratamiento recibe. Estos datos, claro, son necesarios en cualquier situación, dado que ya han pasado más de 2 años de “pandemia” y se acumulan las dosis, los COVID +, las variantes, etc. y se siguen observando que vacunados siguen enfermándose como antes de la vacunación “inmunizante” (la discusión es si la propia COVID es una enfermedad inmunizable, puesto que en los países más vacunados, los casos siguen apareciendo…).

Porque tanto los anuncios como las recomendaciones, a estas alturas de la “pandemia”, quedan sumergidas en un mar de obsolescencia y oscuridad incoherentes con la supuesta gravedad del asunto, que debe seguir siendo grave puesto que no se ha salido administrativamente aún de la emergencia COVID.

Los que hemos dedicado no días, sino años al estudio de las particularidades y detalles científicos de estos eventos COVID, cada mes, cada día, encontramos una total discoordinación entre lo supuestamente grave, pero ahora “leve” y el oscurantismo que aún envuelve el asunto, aunque en el mundo entero proliferen los estudios, las noticias (serias), las estadísticas, etc. que hacen que la forma como se sigue comunicando sobre este asunto quede estampada de demasiada elementaridad para la supuesta importancia que se dice que tiene.

En efecto, tratándose de un asunto técnico con cierta sofisticación, se observa una desconexión con la realidad de los pacientes que aún pueden seguir siendo hospitalizados en lugares donde ni siquiera se puede asegurar que las habilitaciones, monitoreo y controles de los diferentes organismos a cargo, sanitarios y municipales, por ejemplo, estén a la altura de las circunstancias.

La desidia que se observa en Salta, en la justicia por ejemplo, al no allanar ni clausurar instituciones denunciadas por muertes COVID dudosas, cuando si se hubiese obrado adecuadamente se hubiesen comprobado incumplimientos por parte de instituciones que se cree a la altura de las circunstancias, pero cuya situación no condice con lo esperado por quienes creen que pueden gozar de una asistencia médica adecuada en una institución del tipo (por más mala fama que tenga) que por abierta a la atención del público debiera cumplir con todos los requisitos necesarios a su actividad.

Y si hablamos de desidia, también podemos mencionar la prontitud en la dejadez que se observa en ciertos cuerpos de representantes del pueblo, que se deben a quienes los pusieron en las listas y no a quienes los votaron, y así se espera que aprueben a libro cerrado lo que la voluntad política dice que hay que aprobar, haciendo caso omiso de toda irregularidad que debería ser tenida en cuenta si se ejerciera la función de contralor para lo cual existe también el cuerpo legislativo municipal, pues de eso se trata cuando se tiene en cuenta el tema de la Ampliación del Teleférico Salta al Cerro Ala Delta.

Así las cosas, con sólo estos 2 temas ya presentamos un panorama preocupante en qué es lo que se espera de este segundo semestre 2022, en el cual todos los elementos están dados para que, por ejemplo en estas 2 situaciones, se pudiera obrar conforme a derecho y a las ya múltiples evidencias, pero sin embargo, se sigue nadando en el lodo de la ignorancia o de la irregularidad.

No son sólo estos asuntos los que muestran cuál es la vocación de gobierno (o desgobierno) que se nos impone, puesto que se trata sólo de una muestra de una maraña de asuntos en los cuales todo es así: un alejamiento del ordenamiento lógico y normativo, una perpetuación de una cierta voluntad política que por un lado se somete no sólo a las “ideas” y vocación de un partido político o de un dirigente de élite, sino que esto va más allá: la corrupción de Estado perfectamente “legalizada” a favor de los intereses de unos cuantos, los mismos de siempre.

Por eso, podemos afirmar que en Salta no ha mejorado nada, al contrario, se ha empeorado en la concepción y ejecución del poder. Venimos viviendo en una “tradición” donde al ciudadano le toca la obediencia, la sumisión a estos intereses, la “creencia” por sobre la razón, pero no por ello se debe claudicar. En Salta se puede ser religioso y rezar, pero no por ello se debe dejar de pensar. Hay que ver bien en qué y a quién creer, conservando la independencia de la propia razón.

Tal vez en el tiempo (que en lugar de desaparecer, todo acumula), la maraña se haga nítida a los ojos de una justicia que al haber tardado en llegar, haya permitido que la ganancia en la solidez y la multiplicidad de las pruebas y en la aparición de nuevos cómplices, confirme que hay corrupción de Estado en Salta, y ya sea imposible no querer verla.

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