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Robustiano Patrón Costas | El barón del azúcar y la oligarquía salteña moría un día como hoy de 1965

Un 24 de septiembre de aquel año 1965 moría el fundador del Ingenio El Tabacal. Su figura sintetiza muchos pliegos de la historia política provincial y nacional del siglo XX.

Fue una figura clave de la economía y la política en el siglo XX. También su figura sintetizó los varios pliegos de un sector social salteño cuya historia se remonta al siglo XVIII, cuando esa aristocracia amasó fortunas proveyendo de mercancías a las minas del Alto Perú. La fortuna devino luego en un poder político que se mantuvo durante siglos y puede que dos momentos hayan resultado claves.

Uno de ellos es el de la Independencia nacional cuando ese patriciado se suma a la gesta empujada por una Corona de España que deseaba detener su decadencia en Europa imponiendo no sólo más impuestos a los patricios de estas tierras, sino también enviando funcionarios peninsulares que ocuparon los cargos políticos que antes habían sido de los primeros. De allí que el sector viera en la revolución la posibilidad de arrebatar el poder político a los peninsulares, aunque luego tal sector se desencantara cuando la guerra los privó de comerciar con un Alto Perú que durante más de una década quedó en manos de los realistas. Ello explica incluso la suerte de un Güemes traicionado por una clase que no toleró que uno de los suyos se convirtiera en un caudillo que les exigía sacrificios económicos para solventar la guerra que cuando terminó, obligó a la tambaleante clase a buscar en el comercio con Chile una alternativa al orden roto por la revolución.

El otro momento clave de esa oligarquía fue a partir de la presidencia de Julio Argentino Roca a fines del siglo XIX. Un roquismo que representó el triunfo de la burguesía porteña sobre la aristocracia del interior que, sin embargo, aceptó su derrota a cambio de políticas que protegiera la industria azucarera y vitivinícola de provincias como la nuestra y el acceso de aristócratas del interior a importantes cargos en el gobierno nacional.

Robustiano Patrón Costas pincela bien ese proceso. Con 24 años fue ministro de gobierno de Salta; a los 35 se convirtió en gobernador; impulsó leyes de protección a la industria vitivinícola y fundó en 1920 del Ingenio El Tabacal cuando el arribo del ferrocarril a Orán hizo posible el transporte de la producción. El Ingenio se convirtió en el más moderno de Latinoamérica aunque también en un símbolo de coacción. El historiador francés Alain Rouquié, por ejemplo, definió al salteño como “un anacrónico patrón de campo que trata a sus peones como esclavos. Se decía de él incluso que había empleado como capataces en sus tierras a los marinos alemanes sobrevivientes del acorazado Graf Spee, hundido en el Río de la Plata en enero de 1940”.

La anécdota sobre los nazis nunca fue del todo comprobada pero llevó a que se acusara al salteño de filonazi durante la segunda guerra mundial, algo que acá podemos desmentir: Patrón Costas era un industrial y los industriales estaban interesados en apoyar a EEUU por la necesidad de contar con bienes de equipamientos industriales que sólo los yanquis estaban en condiciones de suministrar en ese momento. Ese perfil pronorteamericano y su condición de presidente del senado nacional lo convirtió en presidenciable de la oligarquía nacional para las elecciones de 1943, en donde el llamado “fraude patriótico” le garantizaba ocupar el sillón de Rivadavia. Pero ese mismo perfil y la posibilidad efectiva de que llegará a la presidencia por medio del fraude, deslizó a militares nacionalistas a dar el golpe de 1943 que acabaría con la proyección nacional del salteño.

Patrón Costas entonces volvió a la provincia en donde siguió siendo el hombre fuerte al punto de controlar la economía, la política y hasta el relato histórico provincial. Un ejemplo lo ilustra bien: en 1937, cuando la provincia carecía de universidades y casas de estudios, un gran amigo suyo, el Monseñor Tavella, funda el Instituto San Felipe y Santiago cuyo principal objetivo era emprender la reconstrucción histórica de Salta.

Desde entonces y hasta hace no mucho, institutos de ese tipo monopolizaron la producción historiográfica que difundió un tipo de salteñidad en donde sobresale lo católico, lo hispano y la revalorización de un sector que el salteño común identifica simplemente con el “cholo”: esa clase social que ya no tiene el poder de antes, aunque sobrevive ocupando espacios en nombre de pretéritos y anacrónicos blasones.

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