Gurú de las políticas para la niñez en la era “U”, Albino está sospechado de acuerdos turbios con la provincia. Acá reflotamos su pertenencia al Opus Dei y el arcaísmo religioso con el que busco combatir la desnutrición infantil. (Daniel Avalos)
Hubo un tiempo en el que todos hablaban bien de Abel Albino. Lo hacía Urtubey, pero también Macri, Jorge Lanatta, Marcelo Tinelli y una larga lista de celebridades que destacaban la lucha incansable del anciano contra la desnutrición infantil a través de la Fundación CONIN fundada por él en 1993. La tarea le valió incluso el reconocimiento de varios organismos internacionales que destacaban los resultados y resaltaban cómo su fundador se adentraba en las profundidades del monte y en las periferias de las ciudades.
Semejante popularidad resultó una bendición para el gobierno de Urtubey que, cargando con varias muertes de niños por desnutrición, convirtió al pediatra en guía espiritual de las políticas del ex Ministerio de la Primera Infancia. Eran pocas las voces que advertían que la tercerización de las políticas para la niñez suponía enormes recursos para la fundación que dirigía el hombre con aspecto de “Abuelito de Heidi”. El fracaso ha sido enorme y la evidencia dramática tiene rostro de niños muertos por desnutrición, muchos otros internados en grave estado y la certeza de que son miles los que se encuentran en emergencia social.
Corresponde a la justicia desmenuzar los negociados que pudieran haber existido en aquellos tiempos en donde cada visita del pediatra se convertía en una megaproducción que resaltaba la preocupación de Albino por los problemas y las angustias sociales. Esas puestas en escena lograban silenciar otro aspecto oscuro del pediatra: su particular relación con la religión, la iglesia católica y sectores reaccionarios de la misma que explican la polémica concepción que Albino posee de la desnutrición infantil. En esos aspectos, vamos a detenernos ahora.
Fe y teoría
Precisar la concepción CONIN no es demasiado difícil. Alcanza con leer el libro “Gobernar es poblar” escrito por el propio Albino y cuya tercera edición apareció en noviembre del 2010. Uno de los subtítulos abofetea al sentido común laico, pero posee la enorme virtud de blanquear desde el principio el lugar desde el cual hablaba quien por entonces era una eminencia: “¿Paternidad responsable o fornicación asistida?” Un subtítulo dictado por una concepción abiertamente religiosa y que anuncia al lector que va a encontrase con una relato donde dios y la iglesia son omnipresentes, contradiciendo así las leyes de la necesidad humana que indican que para resolver los problemas a los que nos enfrentamos debemos partir de planteos terrenales.
Detengámonos en la “doctrina Albino”. Precisemos antes que toda doctrina es una exposición sintética de una Fe que, por definición, cree sin reparos en algo y aborta cualquier tipo de discusión que suponga problematizar ese algo. Toda doctrina, además, genera una teoría que pretende explicar el problema que se quiere resolver. Justamente allí, cuando Albino esboza su teoría sobre la desnutrición infantil, la polémica estalla por subordinar la explicación a la Fe.
Albino lo expone así: siendo Argentina un país que produce alimentos para 400 millones de personas, desde el punto de vista de la medicina social no hay hambre sino una enfermedad que no tiene connotaciones físicas sino culturales y éticas y una de las principales es “la desvirtuación de la sexualidad, deformación que incita a desarrollar, de modo animal, una desenfrenada libertad sexual fuera de todo marco”. Realizado el diagnóstico, Albino sugiere el tratamiento terapéutico – social que consistiría en “erradicar los males culturales latinoamericanos imitando las virtudes europeas, pero no sus vicios” (cap. II, pág. 39 a 41).
Como se adivinará, las virtudes europeas son el republicanismo e institucionalismo de las supuestas democracias serias del primer mundo que en nada se parecen a los gobiernos latinoamericanos asociados a la corrupción, el populismo, el asistencialismo o el clientelismo; mientras los vicios europeos que Latinoamérica imita son las políticas de control de la natalidad. Criterio que deslizaba a Albino a satanizar al Estado nacional (por entonces conducido por Cristina Fernández de Kirchner) al que acusaba de “asistir la fornicación” generando más promiscuidad, más embarazos, multiplicación de niños abandonados y mayor desnutrición infantil que esencialmente es el resultado de una “pléyade de hijos indeseados, lo que, precisamente, por ser indeseados (en grado tolerable o intolerable) luego son abandonados o desatendidos en mayor o menor medida”.
Semejante sentencia desliza al pediatra a condenar esa fornicación estimulada por la distribución masiva y gratuita de profilácticos, la promoción de dispositivos intrauterinos, ligaduras de trompas o vasectomías a las que califica de mutilaciones genitales, reparto de píldoras anticonceptivas a las que define como “anticoncepción tóxica”, o la promoción de abortos no punibles. Todo ello acompañado por el desprecio del Estado nacional por los “métodos naturales de control de la natalidad”. Ideas que, bien vistas, explicaba la comunión de Albino con el Estado salteño que se esforzaba por obstaculizar las políticas que desde el gobierno nacional se impulsaban al respecto.
Dime con quién andas…
Identificar las fuentes doctrinales de Albino no es tarea difícil. Y es que a lo largo de las 180 páginas de la publicación se suceden citas bíblicas, referencias a pensadores católicos y definiciones de “humanismo” relacionadas con Juan Pablo II que no son desconocidas en instituciones salteñas como, por ejemplo, del Bachillerato Humanista Moderno. Esa institución que desde el año 2008 devino en “comisaria religiosa” de la educación salteña implementada en la provincia desde el 2009 y en cuyo ideario reivindica ese “humanismo auténtico” que definiera Juan Pablo II y cuyo fundamento se encontraba “en la dignidad del hombre, que Cristo con su muerte elevó al plano de hijo de Dios, [y que] supone la síntesis de los elementos culturales de todos los tiempos y su integración en función de valores supremos e inmutables”.
El apego al enfoque que presenta a los hombres y mujeres como puntos sujetos a normativas universales e inamovibles, da un particular formato al libro de Albino. También un relato de charlas con pacientes de las cuales el pediatra extrae conclusiones que avalan el “mensaje”, aunque nunca aporte pruebas empíricas que validen las generalizaciones que, además, nos remiten a sectores de la iglesia asociadas a concepciones arcaicas como las del fundador del Opus Dei: Josemaría Escrivá de Balaguer.
Para establecer la vinculación entre Albino y Escrivá de Balaguer, hay que remitirse al prólogo de obra redactado por el sacerdote José María Chiesa. Es él quien revela la profunda admiración del médico por el fundador del Opus Dei. Conviene aquí realizar una digresión. Servirá para bucear en las medievales ideas de Chiesa que en una entrevista del año 2015 al diario catamarqueño El Esquiú admitía su pertenencia al Opus Dei y celebraba llamarse José María, como el fundador de la prelatura quien luego decidió “juntar los nombres” aunque Chiesa, pobre pecador, no podía hacerlo por no reflejar cabalmente “ese modelo”. La entrevista tenía por objeto condenar al aborto y la fecundación in vitro que, para Chiesa, ejemplifican la soberbia del hombre que pretende manejarlo todo con prácticas que forman parte de “un plan diabólico”: “que una sociedad, sus jueces, sus legisladores, los medios de comunicación, difundan y presionen y hagan lobby para lograr este derecho” no tenía explicación humana sino “preternatural” (El Esquiu, 30/08/15).
Chiesa habló también de su libro “El regreso de la cigüeña” cuyo subtítulo espanta: “Fecundación in vitro y encarnizamiento terapéutico”. Allí acusa de nazis a padres, madres y médicos que recurren a ese método y al disparate lo explicaba así: la fecundación produce embriones que al congelarse primero y descongelarse después sufren daños que requieren de una selección a la que Chiesa denominaba “casting”, concluyendo entonces que “si uno analiza bien el hecho de la fecundación in vitro y tuviera que escribir un artículo y ponerle un título, éste sería “Mengele estaría feliz” (…). Mengele, sabemos, fue el médico nazi que experimentaba con niños judíos en el tenebroso campo de concentración de Auschwitz. Chiesa caía así en la irresponsabilidad de moda: banalizar la historia para satisfacer intereses mezquinos. Las consecuencias de la irresponsabilidad son muchas, aunque acá una: la imperdonable conducta de asemejar a hombres y mujeres que movidos por el amor recurren a la ciencia para poder ser padres, con un personaje como Mengele que actuando en las salas de cirugías o los consultorios de los campos de concentración observaba el sufrimiento del otro tratando de medir los grados del dolor, viviseccionando cuerpos a veces muertos y a veces vivos para probar el efecto de nuevas toxinasen medio de un exterminio colectivo.
Ese Chiesa de ese Opus Dei, informa en el prólogo del libro “Gobernar es poblar” la admiración de Albino por el fundador de la prelatura. No lo hace como revelando un secreto que el pediatra quiera ocultar. Después de todo, es el mismo médico quien admitía esa admiración en entrevistas concedidas a medios del propio Opus y en donde precisaba que participó de la ceremonia de beatificación de Josemaría Escrivá de Balaguer por Juan Pablo II en mayo de 2002. Desde entonces, Albino llama a Escrivá de Balaguer “San Josemaría” a quien aprendió a querer cuando estudiaba en la Universidad de Navarra cuyo mentor, justamente, había sido el propio fundador del Opus Dei. (24 de abril del 2008; http://opusdei.org.ar/es-ar/article/dos-mas-dos-mas-dios/).
La Obra de Dios
El Opus Dei se fundó en 1928 para convertirse en Prelatura personal en 1982. En España cobro fuerza como grupo tecnocrático al servicio de la dictadura franquista mientras consolidaba su propio rol como grupo de presión. Siempre fue un puntal del conservadurismo teológico devenido luego en correa de transmisión entre el Vaticano y los gobiernos derechistas europeos y latinoamericanos en donde fueron colocando miembros laicos en cargos públicos, principalmente en el medio educativo y desde hace unas décadas en lo vinculado a las nuevas tecnologías de la comunicación. Su ascenso meteórico coincidió con el decidido apoyo de los financistas de la “obra de dios” a la Santa Sede cuando la quiebra del Banco Ambrosiano a principios de los años 80 hundió al Vaticano en un escándalo que incluyó desde avales financieros sospechosos hasta la muerte misteriosa del banquero que presidiendo el Ambrosiano estaba también al frente del Banco del Vaticano.
Desde entonces, la estrategia del Opus se consolidó con rasgos que también caracterizan a fundaciones como CONIN o al ex ministerio de la Primera Infancia: obsesión por las herramientas con las que se elabora y transmite información y un amplio dominio de la informática y las tecnologías de puntas aplicada a las comunicaciones para conseguir lo que ya Josemaría Escrivá de Balaguer esbozaba en sus tiempos: “tenemos que envolver el mundo en papel de periódico” (Emilio Corbiere: “Opus Dei. El totalitarismo católico”).
Apego a las modernas tecnologías que conjugan bien dos dimensiones que contradictorias en principio, no lo son para el Opus Dei: restablecer el poder económico de la iglesia a través de complejas redes productivas financieras que le valen el título de “multinacional de la Fe”, poder temporal que debe ponerse al servicio de un integrismo católico que otros católicos condenaban sin reparos. Era el caso del teólogo Urs von Balthasar que en noviembre de 1963 recurrió a numerosos artículos para combatir al Opus Dei de quien decía, utilizando las ideas de Maurice Blondel, que “el ciego conformismo que el integrismo exige de las personas es la perversión más radical del Evangelio que se haya podido concebir…que sus representantes se identifiquen con la verdad revelada o, más bien, con la verdad que en ellos se revela, a fin de obtener en definitiva una teocracia que, aunque se la niegue de manera persistente, se practica constantemente”
Opus, a las cosas
Resulta imposible negar relaciones entre los conceptos expuestos por Albino con los razonamientos recién expuestos. No sólo porque el pediatra explicitaba que sus reflexiones filosóficas y éticas (humanismo ya definido) “constituyen la espina dorsal que han guiado y fortificado exitosamente todas las terapias y procesos educativos” por él empleado; sino también porque esa doctrina forma parte estructural del método CONIN que cuenta con una dimensión estrictamente médico y otra educativa cuya columna vertebral es una “correcta educación sexual” para terminar con la desnutrición infantil.
Persiguiendo ese “objetivo estratégico”, el pediatra nos informa que el proyecto pedagógico CONIN aplica “once pautas de educación sexual” que, en lo central, promueven la castidad. Mencionar esos once puntos y explicar lo medular de los mismos resulta imposible en estas líneas. De allí que debamos conformarnos con rescatar la sentencia que atraviesa a todos: “El instinto sexual es un llamado de la naturaleza a la perpetuación de la especie y, al mismo tiempo, un llamado más íntimo a la unión entre el hombre y la mujer (…) Estas dos conclusiones deben ser inculturadas en todas las instancias científicas a la hora de combatir la desnutrición infantil; porque el instinto sexual, para lograr su plenitud, debe aguardar armonía plena con la razón, que constantemente le señala la noble meta a que esta ordenado” (id pág. 709).
Traducido, todo acto sexual que no sirva para procrear o para consumar la unión matrimonial no sólo es pecaminoso, sino también la causa de que la naturaleza castigue a los pecadores que atentando contra las normas de la monogamia, la heterosexualidad, los matrimonios estables y preferentemente indisolubles, producen el aberrante fenómeno de la desnutrición infantil. Convengamos… con una sentencia así, Albino deja de parecerse al abuelo tierno capaz de auscultar a un niño en una casucha del monte para asemejarse más a Ubertino da Casale: ese franciscano de la película “El nombre de la rosa” que siendo calvo, de barba rala y desdentado, camina por el mundo anunciando desgracias que un dios terrible, vengativo y cruel desatará sobre este mundo torcido y habitado por pecadores.
Habrá que hacerle justicia a ese u otros dioses que claramente nada tienen que ver con el drama del norte salteño que ha sido desatado por varios gobiernos que poniéndose al servicio de grandes agentes económicos, recurrieron a los caporales nativos para apropiarse de los recursos naturales reprimarizando la economía, potenciando la precariedad laboral y reforzando los sistemas represivos para que los pobres entiendan que en ese sistema son miles los hombres, mujeres y niños que sobran. Un proceso complejo del que también forman parte los Albino que jurando ser monjes abnegados, irradian concepciones que atrasan y que debieran estar ideológicamente inhumadas. La lacerante realidad salteña lo confirma.