jueves 28 de marzo de 2024
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Política salteña | Lo que el romerismo debe querer, lo que Sáenz no podría conceder y la consolidación de Emiliano Durand

Hay hipótesis de conflicto entre el Grand Bourg y la intendencia. Mientras tanto, el senador capitalino ratifica su condición de astro con luz propia y estrecha vínculos con el gobernador. (Daniel Avalos)

Hace tiempo que la política salteña se mueve lentamente. Si uno se enfocara –por ejemplo– en identificar grandes acuerdos políticos, debería concluir que el gradualismo fue la regla y que los lentos amagues terminaron en nada o casi en nada. En este comienzo de segundo trimestre hay movimientos que permiten pronosticar que la graduación empezará a quedar atrás. No habría que descartar, incluso, que del frío otoñal pasemos al calor tropical e incluso al infierno en términos políticos.

Una combinación de variables empuja a la política salteña a dejar de percibir el tiempo como una categoría holgada para acelerar los plazos, fechas, días y horas. El adelantamiento de las elecciones provinciales es una de ellas; la certeza de que el Mundial de Fútbol convertirá al 2022 en un año corto que concluirá en noviembre es otra. A ello hay que sumarle aspectos menos episódicos: los problemas macroeconómicos que cada vez afectan más a las economías domésticas, para lo cual no hace falta leer libros ni arrojarse a la reflexión porque solo basta con mirar. Variables que, sumadas a lo que produjeron las restricciones de la pandemia durante los dos primeros años de todas las gestiones de gobierno causaron un poco habitual desgaste en todos los poderes ejecutivos que administraron la crisis.

No hay que ser ningún genio para concluir que en semejante escenario quienes gobiernan deben querer echar un poco de luz sobre una realidad proclive a la oscuridad que siempre asusta. Temor que desliza a las personas a querer juntarse, a pertenecer a un grupo para evitar la desgracia de andar solos en medio de la noche. La clase política no es ajena a ese sentimiento y por ello mismo también buscará aglutinar clanes aun cuando la comunión de todos en una sola tribu es imposible.

La deshilachada oposición salteña, por ejemplo, desea converger para parecerse a algo capaz de disputarle el control del Estado a un oficialismo al que acusan de ser responsable de la oscuridad. Los trascendidos dan cuenta incluso de la existencia de charlas entre referentes de espacios tan antagónicos como el Frente de Todos y Juntos por el Cambio para imaginar una improbable coalición electoral contra Sáenz. La versión confirma lo que ya insinuamos: que la oscuridad desliza a las personas a querer juntarse y que la oposición es raquítica en Salta.

Las miradas sin embargo se posan en el oficialismo. Tiene sentido. Por controlar los principales resortes del Estado monopoliza la iniciativa política; pero también porque allí anida una contradicción entre los socios mayores de la coalición que se impuso en los comicios ejecutivos del año 2019: el saencismo conducido por el gobernador y el romerismo personalizado por la intendenta de la ciudad. Es cierto que la frialdad caracteriza a esa sociedad; también que la sospecha entre los socios se tradujo hacia abajo en funcionarios que cruzándose en los lustrosos pasillos del Poder o habitando los mismos sitios buscaban conspirar contra el otro con el mayor de los disimulos. Pero no es menos cierto que las partes optaron por convivir así antes que romper el vínculo.

La lógica indica que ambos querrían llegar de esa forma a las elecciones del 2023, aunque las necesidades electorales de uno y otro espacio atentan contra esa posibilidad. El romerismo, por ejemplo, necesita que ningún oficialista con vuelo propio le dispute la intendencia a Bettina Romero. Un pedido razonable en términos palaciegos y electorales. Lo primero porque sin desconocer la jefatura política provincial de Gustavo Sáenz, reclama para Bettina Romero la condición de socia y no simple subordinada; lo segundo porque el desgaste de la jefa comunal tras estos difíciles años no escapa a las generales de la ley y ello se traducirá en votos en el 2023.

Difícilmente el gobernador pueda acceder a la pretensión. También tiene sentido. No se trata si lo desea o no, de si Bettina le cae mejor o peor. Se trata de que en un escenario con las complicaciones que pincelamos lo aconsejable es ampliar la coalición en vez de achicarla. Allí no importa que los nuevos invitados quieran disputarle a la intendenta el cargo, menos aún si los pretendientes son figuras de baja estofa o seres con blasones para dirigir una empresa política hacia determinados objetivos. Importa que los mismos subordinen sus pretensiones al proyecto del gobernador y reditúen votos al mismo. También esto último tiene sentido. Todo gobernante que se precie de tal sabe que además de ganar una reelección debe hacerlo de una forma que garantice gobernabilidad. Un triunfo escueto para un periodo que en teoría sería el último de Gustavo Sáenz es mal negocio en una provincia donde intendentes, legisladores y referentes territoriales se comportan como una manada dispuesta a enaltecer y temer al Jefe cuando es un león joven, aunque tampoco tiene reparos en convertir al león en una carga de la que se quieren deshacer cuando el mismo no retiene los votos que los convirtieron en conductor.

Un dato no menor confirma que estas prudencias atraviesan al Grand Bourg: Gustavo Sáenz eligió en las últimas semanas a Emiliano Durand como un aliado permanente, condición de la que ningún político o política salteña gozó hasta ahora. Un senador capitalino que sumó el 32% de los votos en 2021, que ahora recorre el interior de la provincia entusiasmando a varios sectores y que cuenta ya con el voto clave del propio gobernador. Hay allí un acuerdo político evidente que Sáenz no cerró ni con Urtubey ni con Juan Carlos Romero en estos tres años. No es poca cosa. Durand es ya un astro con luz propia en el firmamento político salteño que indudablemente concluyó que lo estratégico es Sáenz y a él le corresponde ser herramienta táctica del gobernador. No lo hace por modestia. Durand no es modesto como no lo son los cuadros políticos y técnicos de esta provincia y de este país. Lo hace porque siente que no es tiempo para presentarse como el portador de grandes promesas, sino para asegurar que esa condición siga correspondiendo a quien hoy gobierna y quiere gobernar un periodo más.

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