martes 23 de abril de 2024
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Marcha del Orgullo en Salta | Lohana Berkins: la salteña que se convirtió en referente nacional de la militancia LGBTIQ+

No hay taller, charla o libro que no repare en la figura de quien fuera pieza clave de la lucha del colectivo hasta la sanción de leyes claves como la ley de matrimonio igualitario y la ley de identidad de género.

Lohana Berkins se ganó un lugar en la historia. Según los talleres de formación sobre la historia de la militancia LGBTIQ+ la salteña se ubica en un panteón que comparte con Carlos Jáuregui, Néstor Perlongher, Roberto Jáuregui, Claudia Pía Baudracco y Diana Sacayán.

Hoy su espíritu atravesará la Marcha del Orgullo que se realizará en la ciudad de Salta cuando todes recuerdan la Primera Marcha del Orgullo a nivel nacional el 3 de julio de 1992 en Buenos Aires y  los primeros desafíos de la organización y la visibilización de los años ’60, la articulación con movimientos de Derechos Humanos y partidos políticos, la batalla por la derogación de los edictos policiales y la no discriminación por “orientación sexual” en la Constitución, hasta la sanción de leyes claves como la Ley de Matrimonio Igualitario y de Identidad de Género.

A casi seis años de su muerte, la figura de Lohana Berkins emerge cada vez con más fuerza como una líder irremplazable del activismo LGBTIQ+. La “traviarca”, la “comandanta mariposa”, habpia nacido el 15 de junio de 1965 en el seno de una familia numerosa (13 hermanos) de clase media acomodada, en la localidad salteña de Salvador Mazza, en el límite con Bolivia. “Yo cuando era pequeña pensaba que había habido un error, que tendría que haber nacido mujer y que en algún momento se iba a corregir. Después de haber conocido el feminismo, me di cuenta que yo tampoco era mujer y que mi manera de ser y construirme en el mundo era ser travesti”, dijo Lohana en una entrevista en la TV Pública.

En las numerosas notas periodísticas que dio en su vida, ella contaba que esta disidencia interna con la identidad asignada al nacer no desataría conflictos hasta sus 13 años. En ese momento en que se hizo evidente que Lohana no respondía a las expectativas del entorno, su padre la llamó aparte y le dio un ultimátum: “O te hacés bien hombre o te vas”.

“Nunca me explicó qué quería decir ‘ser bien hombre’ y ‘te vas’, pero yo decidí irme con la certeza de que me iban a ir a buscar, pero sigo esperando. Ahora, visto a la distancia, para mí fue una cuestión liberadora y no me arrepiento”, dijo. Empujada a la prostitución como única alternativa de sobrevivencia, Lohana se mudó a Salta capital y luego a la Ciudad de Buenos Aires en una fecha indeterminada de fines de los ’80 y principios de los ’90.

Tras descubrir un nuevo motor vital en el activismo contra la violencia policial y los edictos que criminalizaban tanto la prostitución como la identidad travesti, Lohana fue cofundadora en 1994 de la Asociación Mujeres Argentinas (AMAR) que luego incorporaría una segunda «M» de «meretrices» (AMMAR) y en la que permanece por poco tiempo.

Berkins pasa a integrar entonces la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) que María Belén Correa había fundado el año anterior y que con el paso del tiempo incorporaría otras dos “T” para transformarse en la actual Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA); de la que se va en 1998 para formar su propia organización, la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Transexual (ALITT) que presidió hasta su muerte.

Portadora de un gran carisma, pero también de “una gran confianza en ella misma” –según escribió una de sus biógrafas, Josefina Fernández-, Lohana fue pionera abriendo puertas que parecían selladas para la comunidad travesti trans. Así, “la Berkins” fue la primera persona trans en conseguir un empleo estatal (2000) y en postularse como candidata a diputada nacional (2001), pero también fundó la primera escuela/cooperativa de trabajo para personas travesti/trans –la textil ‘Nadia Echazú’- que aún hoy sigue funcionando como una alternativa a la prostitución para socias, acorde con el perfil netamente abolicionista que Lohana cultivó.

Entre las exitosas batallas que dio por la ampliación de derechos, se cuentan la personería jurídica para ALITT (2003-2007), la inscripción con su nombre elegido en el magisterio (2002), la derogación de los edictos policiales primero y del artículo 71 del Código de Convivencia Urbana después (1998-2004), y por la ley de identidad de género (2010-2012).

Lohana fue levantando así herramientas mientras caminaba los espacios del movimiento gay lésbico, del movimiento feminista, de mujeres, de derechos humanos. Varios escritos dedicados a ella la señalan como una “combatiente de frontera” no solo en relación a la sociedad heteronormativa, binaria, sexista y patriarcal; sino también al interior del movimiento de la diversidad sexual y del feminismo, que inicialmente resistieron la incorporación de las personas travesti trans.

“No solo rompió el binarismo del movimiento gay lésbico, un binarismo asentado en la sexualidad y no en el género, y mostró las peculiaridades que presentaba el travestismo, sino que además introdujo en el movimiento la variable pobreza sumada a las cuestiones de género y diversidad”, aseguró Josefina Fernández.

Conmovida en lo más profundo por el asesinato de su compañera de activismo y amiga Diana Sacayán, una de las batallas que alimentaron su espíritu inquieto en su último año fue la instalación de la categoría de «travesticidio» como crimen de odio hacia la identidad de género travesti trans. Su propia muerte registrada cuatro meses después por las complicaciones de una hepatitis C, fue otro duro golpe para la comunidad.

Uno de los homenajes que mejor grafica lo que significó su pérdida para el colectivo trans es el poema «Lohana» que le dedicó la activista y escritora Alma Fernández. «Abrazame mamá trava, abrazame/ porque me asustan las sirenas/ Marcame el paso en este corso/ porque ya te fuiste en brillos/ y yo todavía tengo que bailar», dice uno de los fragmentos.

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