jueves 28 de marzo de 2024
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Lohana Berkins | La salteña que se volvió una referente nacional del activismo LGBTIQ+

Nació en Salvador Mazza. Se cumplen cinco años de su muerte.

A cinco años de su muerte, la figura de Lohana Berkins emerge cada vez con más fuerza como una líder irremplazable del activismo LGBTIQ+ que vivió «adelantada incluso a la propia comunidad», siempre preocupada por «empujar los límites» impuestos o autoimpuestos para «ensanchar los espacios de participación y de existencia plena» de las personas travestis y trans.

«Ella tenía la doble capacidad de aglutinar y organizar. Vencía así el descreimiento de las compañeras, infundiéndoles confianza», dijo su gran amiga y compañera, Marlene Wayar.

Otra de sus grandes amigas y biógrafa, Josefina Fernández, recordó que la «batalla principal» de Lohana en cada nuevo proyecto u objetivo que se proponía era siempre el mismo: «Empujar constantemente la frontera, desplazar los límites y ensanchar los espacios de participación y de existencia plena».

«Fue alguien que padeció con entereza ejemplar las infinitas adversidades que le tocó vivir en el contexto de la comunidad travesti a la que perteneció y de la que nunca se desligó. Lo hizo desde un lugar en el que fue, en cada etapa, protagonista de la historia y no simplemente una persona que lograba salir adelante y abrirse brechas en nuevos terrenos», dijo esta antropóloga y autora del libro «La Berkins» (Sudamericana, 2020).

Su vida

La «traviarca», la «comandanta mariposa», nació el 15 de junio de 1965 en el seno de una familia numerosa (13 hermanos) de clase media acomodada, en la localidad salteña de Salvador Mazza, en el límite con Bolivia.

«Yo cuando era pequeña pensaba que había habido un error, que tendría que haber nacido mujer y que en algún momento se iba a corregir. Después de haber conocido el feminismo, me di cuenta que yo tampoco era mujer y que mi manera de ser y construirme en el mundo era ser travesti», dijo Lohana en una entrevista en la TV Pública.

En las numerosas notas periodísticas que dio en su vida, ella contaba que esta disidencia interna con la identidad asignada al nacer no desataría conflictos hasta sus 13 años.

En ese momento en que se hizo evidente que Lohana no respondía a las expectativas del entorno, su padre la llamó aparte y le dio un ultimátum: «O te hacés bien hombre o te vas».

«Nunca me explicó qué quería decir ‘ser bien hombre’ y ‘te vas’, pero yo decidí irme con la certeza de que me iban a ir a buscar, pero sigo esperando. Ahora, visto a la distancia, para mí fue una cuestión liberadora y no me arrepiento», dijo.

Empujada a la prostitución como única alternativa de sobrevivencia, Lohana se mudó a Salta capital y luego a la Ciudad de Buenos Aires en una fecha indeterminada de fines de los ’80 y principios de los ’90.

Tras descubrir un nuevo motor vital en el activismo contra la violencia policial y los edictos que criminalizaban tanto la prostitución como la identidad travesti, Lohana fue cofundadora en 1994 de la Asociación Mujeres Argentinas (AMAR) que luego incorporaría una segunda «M» de «meretrices» (AMMAR) y en la que permanece por poco tiempo.

Berkins pasa a integrar entonces la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) que María Belén Correa había fundado el año anterior y que con el paso del tiempo incorporaría otras dos «T» para transformarse en la actual Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA); de la que se va en 1998 para formar su propia organización, la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Transexual (ALITT) que presidió hasta su muerte.

Portadora de un gran carisma, pero también de «una gran confianza en ella misma» -recuerda Josefina Fernández- y de «una capacidad exquisita para reírse de sí misma así como de las cosas más preciadas», que utilizaba «no solo como un recurso narrativo sino como estrategia de supervivencia», Lohana fue pionera abriendo puertas que parecían selladas para la comunidad travesti trans.

Así, «la Berkins» fue la primera persona trans en conseguir un empleo estatal (2000) y en postularse como candidata a diputada nacional (2001), pero también fundó la primera escuela/cooperativa de trabajo para personas travesti/trans –la textil ‘Nadia Echazú’- que aún hoy sigue funcionando como una alternativa a la prostitución para socias, acorde con el perfil netamente abolicionista que Lohana cultivó.

Entre las exitosas batallas que dio por la ampliación de derechos, se cuentan la personería jurídica para ALITT (2003-2007), la inscripción con su nombre elegido en el magisterio (2002), la derogación de los edictos policiales primero y del artículo 71 del Código de Convivencia Urbana después (1998-2004), y por la ley de identidad de género (2010-2012).

Estas luchas incluían acciones de visibilización muy creativas y poderosas, como cuando en marzo de 1999 leyó un pedido de asilo político para 65 personas travesti trans frente a la Embajada de Gran Bretaña y en el marco de una movilización al lugar donde se encontraba de visita el príncipe Carlos, para reclamar protección en territorio inglés ante la vulneración de derechos que implicaba el reformado código contravencional para esta comunidad.

«Ella fue levantando herramientas mientras caminaba los espacios del movimiento gay lésbico, del movimiento feminista, de mujeres, de derechos humanos; sabiendo de quién tenía que aprender», dijo Wayar, referente de Futuro Trans y coordinadora de educación del Palais de Glace.

Pero Lohana fue una «combatiente de frontera» no solo en relación a la sociedad heteronormativa, binaria, sexista y patriarcal; sino también al interior del movimiento de la diversidad sexual y del feminismo, que inicialmente resistieron la incorporación de las personas travesti trans.

«Lohana y Nadia Echazú hicieron un pacto de trabajar para evitar la fragmentación de la comunidad travesti y aumentar la participación en el movimiento (de la diversidad), pero siendo reconocidas en nuestros términos porque nosotras subsistíamos en prostitución y no podíamos fingir demencia ni que éramos artistas. Y esa claridad es la que logra conmoverlos», agregó Wayar.

«No solo rompió el binarismo del movimiento gay lésbico, un binarismo asentado en la sexualidad y no en el género, y mostró las peculiaridades que presentaba el travestismo, sino que además introdujo en el movimiento la variable pobreza sumada a las cuestiones de género y diversidad», aseguró Fernández.

Lohana Berkins (Foto: La Voz)

Y en relación al movimiento de mujeres, «ella supo socavar los cimientos de un feminismo institucionalizado en paradigmas excluyentes y enrolarse en proyectos políticos que ‘biológicamente’ se podían considerar no pertinentes como lo hizo cuando salió a defender el tema del aborto» porque su objetivo era «proyectar sus estrategias emancipatorias en cualquier terreno en el que se jugaran cuestiones de desigualdad».

Conmovida en lo más profundo por el asesinato de su compañera de activismo y amiga Diana Sacayán, una de las batallas que alimentaron su espíritu inquieto en su último año fue la instalación de la categoría de «travesticidio» como crimen de odio hacia la identidad de género travesti trans.

Su propia muerte registrada cuatro meses después por las complicaciones de una hepatitis C, fue otro duro golpe para la comunidad.

«Ella era avanzada a su propia comunidad y se sintió mucho su falta. Todas quieren ser la nueva Lohana pero no tienen ni la mitad de las herramientas ni de la humildad que tuvo ella, que no se erigió en la reina de la política travesti, sino que hubo un colectivo que la sustentó y una sociedad que la supo leer», dijo Wayar.

Uno de los homenajes que mejor grafica lo que significó su pérdida para el colectivo trans es el poema «Lohana» que le dedicó la activista y escritora Alma Fernández.

«Abrazame mamá trava, abrazame/ porque me asustan las sirenas/ Marcame el paso en este corso/ porque ya te fuiste en brillos/ y yo todavía tengo que bailar», dice uno de los fragmentos.

Fuente: María Alicia Alvado para Agencia Télam

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