Figuras que aseguraban poder organizar un espacio político propio y que luego evidenciaron ser poco más que cero en términos electorales, forman parte hoy del gabinete provincial y sobre todo del municipal. (Daniel Avalos)
El año político quedó formalmente inaugurado en la provincia. Lo simbolizó bien el discurso de Gustavo Sáenz el jueves pasado en el Concejo Deliberante. En perspectiva política, podríamos decir que se tratará de un año largo. Uno que se echó a andar ahora y culminará con las elecciones a gobernador de la provincia en el año 2019. De allí que aquellos que ya aspiran a ocupar ese cargo empezarán a acondicionar el terreno con el objeto de llegar con las mejores chances a esa disputa electoral. Ya varios explicitaron su intención de pelear por la gobernación aunque son dos quienes corren con ventajas: uno es el espacio que conduce el gobernador Juan Manuel Urtubey quien, a pesar de lo que jura, buscará dejar un heredero para la provincia; y el otro es Gustavo Sáenz quien ya explicitó que desea llegar a ese rol.
El control del Estado provincial y municipal le otorga a cada uno ventajas sobre el resto, en tanto tienen con qué organizar un conglomerado político–administrativo homogéneo capaz de responderles. Es cierto que Urtubey corre con ventajas en términos materiales con respecto a Sáenz en manejos de recursos por la propia importancia del Estado provincial, pero no es menos cierto que el jefe comunal tiene en su haber el desgaste propio de una década de gobierno “U” y el hecho de que tras diez años de ese gobierno, ningún potencial sucesor del actual Gobernador (Miguel Isa, Pablo Kosiner, Carlos Parodi, José Urtubey y algún otro) goza de gran crédito político entre los salteños, ni representan para el activo militante “U” figuras con la fuerza y el carisma necesario para liderar empresas políticas de ese tipo.
De allí que ese escenario ponga frente a frente a dos de los jefes políticos de la provincia – Urtubey y Sáenz – quienes, no obstante sus ventajas comparativas, coincidieron en protagonizar un hecho que para algunos es inclasificable políticamente: conformar gabinetes con figuras que protagonizaron rotundos fracasos electorales.
La curiosidad es más evidente en el gobierno municipal que en el provincial, aunque en este último tal práctica involucró a Matías Asenatto, del Frente Plural, y a Carlos Morello, de Libres del Sur. Este último no pudo llegar a una banca en la Cámara de Diputados en octubre pasado por sólo superar el 4% de los votantes; mientras que el primero, con sus poco más de 12.000 votos que representaron el 4,2% de los electores capitalinos, ni siquiera pudo acceder al Concejo Deliberante aun cuando fue uno de los candidatos del oficialismo provincial que concentró recursos iportantes. Asenatto dirige ahora el Registro Civil y Carlos Morello la Secretaría de Defensa del Consumidor. Los nombramientos causaron extrañeza y algunos improperios entre dirigentes justicialistas siempre enojados con un urtubeicismo no PJ que sabe poco de triunfos resonantes pero siempre encuentran cobijo en el aparato estatal.
Esa sensación -sumada a la del desconcierto- atraviesa también a dirigentes y militantes alineados con Gustavo Sáenz. Hombres y mujeres que sienten que los méritos político–electorales de varios de los funcionarios convocados por el Intendente capitalino son numéricamente inferiores a los del propio Matías Asenatto. La lista es larga y la inauguró Mario Peña, quien en las primarias de agosto del 2017 no pudo superar el piso del 1,5% que exige la ley. Peña buscaba una banca en la Cámara de Diputados por el “urtubeicismo”, aunque terminó asumiendo en la Secretaría de Turismo municipal a partir de razonamientos que son tendencia entre los empresarios que asumen cargos públicos: admitir que prescinden de razonamientos ideológicos y declarar que el objetivo que poseen es volcar en la función pública las competencias adquiridas en el ámbito privado.
A Peña se le sumaron otros cinco funcionarios que no provienen del ámbito privado sino del político. Todos ellos aseguraban, antes de las legislativas del 2017, ser hombres y mujeres capaces de centralizar, organizar y disciplinar a una gran fuerza política aunque finalmente las elecciones de octubre evidenciaron que todos eran poco más que cero. Quien más votos acumuló de esos cinco fue Emanuel Sierra, quien en las PASO de agosto y en la categoría diputado nacional cosechó 31.000 votos que no le alcanzaron para ser parte de la lista final. La curiosidad de Sierra, sin embargo, va por otros lados: su abierto narcicismo, su inclinación casi adolescente a hacer cualquier cosa por una fotografía que pueda publicar en Instagram, y al hecho de que Sierra era un urtubeicista furioso que, tras las PASO, migró sin escalas al espacio de Gustavo Sáenz. Lo hizo con la naturalidad propia con que el famoso Dr. Borocotó se pasó del macrismo al kirchnerismo en el año 2005, dando origen al neologismo “borocotizado” que ahora resulta imprescindible para describir la liviandad con que muchos políticos saltan de una fuerza política a otra.
Migración que también protagonizaron otros dos funcionarios convocados por el intendente: Frida Fonseca y Gastón Galindez, quienes a días de las PASO de agosto formaban parte del amplio espacio “U”, aunque finalmente participaron de esas primarias con el partido de Gustavo Sáenz. La migración tuvo sus costos en términos electorales: Fonseca apenas superó las primarias y, en las generales de octubre, quedó en el último lugar en la categoría diputados al cosechar 6.362 votos que representaron el 2,14% del electorado. A Galindez le fue un poco mejor: 7.966 votos que representaron el 2,82% del electorado, un porcentaje que lo dejó lejos de una banca de concejal. Frida Fonseca ocupa hoy provisoriamente el cargo de Defensor del Pueblo, mientras que Galíndez asumió en la Secretaría de Ambiente de la ciudad. La primera se ocupa casi con exclusividad de atacar a la empresa Aguas del Norte con la virulencia propia que en el pasado empleara Matías Asenatto para atacar a Gustavo Sáenz; mientras Gastón Galindez hace gala como funcionario de esos valores que van más allá de las necesidades cotidianas de supervivencia y resultan seductoras para las clases medias acomodadas: vagas tonalidades ambientalistas del tipo “ciudad verde”, la importancia atribuida al cuidado de uno mismo y a una revalorización de la cotidianeidad frente al sacrificio casi totalizante que exigía cuando se declaraba militante kirchnerista.
Los casos no se agotan ahí. Guillermo López Mirau y Ricardo Villada también protagonizaron fracasos electorales pero hoy forman parte del estado municipal. El primero buscó ser concejal, pero sus 3,68% de los votos lo dejó sin esa chance. El segundo alcanzó un porcentaje aún peor y por ello se quedó sin la banca de diputados que buscaba tras ser cuatro años presidente del Concejo Deliberante de la ciudad. López Mirau fue nominado como Juez de Faltas del Tribunal de Cuentas municipal; Villada asumió hace una semana como secretario de Gobierno del ejecutivo municipal.
Sobre las razones últimas de estos nombramientos se explica poco y se especula mucho. Los malévolos -que nunca faltan- denuncian por lo bajo que el municipio se convirtió en una fuente recicladora de trabajo; los apegados a los razonamientos políticos creen que, en afán de evitar las disgregaciones internas, Gustavo Sáenz contiene a todos aun cuando ese tipo de política le aporte poco; y finalmente están los enojados, esos que creen contar con méritos superiores a los mencionados y que sugiere que el Intendente busca ser obedecido sin discusión rodeándose de personas dóciles, fácilmente manejables y de simples oportunistas sin escrúpulos.