jueves 28 de marzo de 2024
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La columna de Sandra Carral – Garcín | Salta, ¿ciudad emergente en vías de sostenibilidad?

Las acciones tomadas para minimizar los riesgos de contagio en la ciudad generaron un paisaje urbano inimaginable hace un par de meses. Puede que ello suponga la oportunidad de encaminarnos en una dirección distinta a la que poseía.

«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar solo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido».

De Walden o la vida en los bosques, de Henry David Thoreau

En estos días de cuarentena por la COVID-19 (como se ha denominado a la enfermedad que provoca el virus SARS-CoV-2), hemos visto las ciudades más pobladas del mundo como nunca antes. El ritmo desenfrenado de las grandes aglomeraciones humanas fue ralentizado, dejando lugar sólo a las actividades denominadas “esenciales” (salud, seguridad, alimentación, transporte mínimo, etc.).

En nuestra ciudad la atención de los comercios de gran amplitud horaria, como es el caso de los supermercados, fue asimismo recortada. Se están produciendo -con la flexibilización de la cuarentena- modificaciones importantes en cuanto a la circulación de vehículos como, por ejemplo, la instalación de más carriles o zonas para circulación de bicicletas, así como hubo ciertos tramos cerrados a la circulación de vehículos, y un reordenamiento para la utilización del transporte público. Todas éstas acciones tomadas para evitar o minimizar el contagio, favorecer los controles, y establecer un nuevo orden en concordancia con las medidas de seguridad por la crisis sanitaria.

De no ser así, tales cambios, que suponemos eventuales por esta situación en particular, no hubiesen sido posibles. Fundamentalmente, por una cuestión cultural (siempre se dice, cuando se tratan estos temas, que es muy difícil cambiar los hábitos que durante décadas se han ido instalando). No sabemos hasta qué punto la vida en general seguirá alterada, es decir si volverán a regir los modos anteriores a la cuarentena. Esto es algo que van definiendo los respectivos gobiernos, en función de los criterios sanitarios, económicos y sociales que es necesario tener en cuenta en la presente situación.

Sin dejar de tener en cuenta las prioridades en las actuales circunstancias, interesa recordar ciertos aspectos que hacen a la vida en las denominadas “ciudades emergentes y sostenibles”, porque Salta es una ciudad que participa del Programa ICES -Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles- del BID -Banco Interamericano de Desarrollo- desde 2013.

Según la Guía Metodológica* de la ICES, una ciudad emergente (tal como está calificada nuestra ciudad) es un área urbana que se clasifica como intermedia de acuerdo con la población total de cada país, presentando un crecimiento poblacional y económico sostenido, en un ambiente de estabilidad social y gobernabilidad. Una ciudad sostenible (el objetivo a lograr en el caso de la capital de Salta) es aquélla que ofrece una adecuada calidad de vida a sus ciudadanos, minimiza sus impactos al medio natural, preserva sus activos ambientales y físicos para generaciones futuras, y promueve el desarrollo económico y la competitividad, contando con un gobierno con capacidad fiscal y administrativa para llevar a cabo sus funciones urbanas con la participación activa de la ciudadanía.

Con la situación de la pandemia, se ha presentado el desafío coyuntural de atender a los criterios sanitarios antes que a los económicos y sociales. La ruptura fue evidente y crítica para la mayoría de la población, por estar habituados al ritmo de una ciudad en crecimiento constante y desordenado, a pesar de su economía frágil, según especifican los funcionarios a cargo.

Podemos preguntarnos, qué hubiese pasado si durante los años que lleva dicho programa, las acciones públicas hubiesen apuntado a los criterios de sostenibilidad anteriormente mencionados. Sabemos que nuestra ciudad depende en gran medida de actividades masivas, de gran concentración de personas, refiriéndonos en particular a las actividades turísticas, cuando justamente los criterios de sostenibilidad propenden a actividades económicas de pequeña y mediana escala.

La presente columna tiene el objetivo de traer a colación esta importante iniciativa, en relación con un aspecto fundamental del desarrollo sostenible: la resiliencia, de oportuna aplicabilidad en la actual situación.

La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. Para las Naciones Unidas, una ciudad resiliente es aquélla que “evalúa, planifica y actúa para preparar y responder a todo tipo de obstáculos, ya sean repentinos o lentos de origen, esperados o inesperados”. Las agendas de resiliencia adoptadas permitirán que no se deje de asistir a nadie en tales circunstancias, sobre todo a los más vulnerables (el Objetivo de Desarrollo Sostenible relacionado es el ODS 11: Ciudades y comunidades sostenibles**).

Entendiendo este concepto en su acepción más amplia, vemos la importancia de políticas públicas que puedan preceder a situaciones imponderables para mejor reaccionar. Hoy la ciudad se encuentra amputada de uno de los tentáculos más importantes de su economía. El turismo masivo en particular, es una de las actividades que más está sufriendo de las medidas tomadas para evitar el avance de la COVID-19. Y por ende, todas las otras actividades relacionadas por beneficios derivados.

No conocemos, por el momento, cuál será la persistencia de este fenómeno en el mediano y largo plazo. Tal vez sea la oportunidad para una reconversión en función de criterios de resiliencia y mitigación, que realmente apunten al cumplimiento de los compromisos pactados al adherir a la iniciativa ICES. Sería oportuno que el gobierno de la Ciudad ponga a disposición de los ciudadanos, las informaciones correspondientes a lo invertido y actuado durante estos años, para conocer efectivamente en qué estado de situación se encuentra la ciudad al respecto, a los fines de propender a la participatividad y transparencia (según el “resumen de costos” presentado en el documento Salta Sostenible***, para un período de tiempo de 20 años -2015 a 2034-, el monto total de preinversión sería de 21.900.000 USD y el de inversión de 529.700.000 USD, adicionando los montos respectivos al corto -2015 a 2019-, mediano -2020 a 2024- y largo plazos -2025 a 2034-, según lo establecido a la época de presentación del Plan de Acción correspondiente).

Volviendo a la citación inicial, habiendo sido toda la ciudadanía expuesta a tan particular situación, para algunos traumática en varios aspectos, para otros no tanto (los más resilientes), salir de esta experiencia a una nueva “normalidad” (como expresan algunos funcionarios públicos), debiera significar el reencuentro con los valores esenciales de la vida, aquí mismo, en nuestra ciudad. De eso se trata la sostenibilidad.

Para más información:

* Guía Metodológica de la ICES (2016)

https://publications.iadb.org/es/guia-metodologica-programa-de-ciudades-emergentes-y-sostenibles-tercera-edicion

** ODS 11 Ciudades y Comunidades Sostenibles

https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/cities/

*** Salta Sostenible. Inclusiva, Resiliente y Competitiva (2015)

Ciudades Resilientes. Resiliencia Urbana. ONU-Hábitat México

https://onuhabitat.org.mx/index.php/ciudades-resilientes

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